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  • Los "chalets gemelos" de Las Rosas, la curiosa historia de su construcción y los mitos urbanos que alimentaron

    » La Capital

    Fecha: 09/01/2025 00:54

    Edificadas en 1929 sin ahorrar en lujos, un par de eclécticas casonas fueron origen de algunos relatos misteriosos en la cabecera del departamento Belgrano Los chalets de Rovetto, como todos llaman a estas casonas, se ubican frente a la plaza central de Las Rosas y se destacan por su particular arquitectura. Como la Torre Eiffel de París o la inclinada de Pisa, si existieran las postales de la cabecera del departamento Belgrano, habría una de “Los chalets de Rovetto” . Sin embargo, los rosenses suelen prestarle poca atención a estas emblemáticas casas, por ser parte del paisaje urbano desde fines de la década de 1920. Estas casas casi centenarias y aparentemente iguales, edificadas en pleno centro de la ciudad, frente a la plaza, son todo un ícono rosense. Su estilo rompe con el resto de las viviendas de la ciudad porque no hay ninguna que se les asemeje . “ Son fastuosas y en la ciudad no había ese tipo de construcciones. Ubicadas en bulevar Oroño de Rosario en donde había gente de mucha plata, no llamarían tanto la atención”, reconoció Celina Rovetto, nieta de los primeros dueños de las casas y quien las habitó durante su adolescencia. “En esa época se usaba el eclecticismo arquitectónico , el cliente decía me gusta esta columna, esta moldura y este adorno. Quedaba todo mezclado. Tienen cosas renacentistas y otras art noveau ”, describió Celina. “La historia de los chalets es la historia de la familia Rovetto” , afirmó el historiador local Ernesto Ponzano. Pertenecieron inicialmente a Lorenzo y Esteban Rovetto , dos hermanos que estaban casados con las hermanas Inés y María Perassi, respectivamente. Habían llegado con sus padres de Italia y originalmente se afincaron en Clarke. Esteban fue el primero que llegó a Las Rosas a mediados de la década de 1910. Se dedicaban a la venta de hacienda y a la administración de campos. Tuvieron criadero de pejerreyes y nutrias, transformándose en los mayores productores de la provincia. Ganar la lotería Se dice que ambos ganaron en la lotería un premio millonario que usaron para edificar los dos chalets. “Mi mamá contaba que mi abuelo estaba sentado en el banco de la plaza con el número de lotería adentro del sombrero mirando el terreno de enfrente y esperando el resultado de la lotería en la radio”, recordó Celina. Mientras se construían las casas, que se hicieron en apenas siete meses, los hermanos Rovetto se fueron a pasear a Europa de tal manera que al regresar tenían su hogar para estrenar. Las Rosa - Casa 3.jpg Las viviendas impactan por el diseño y por el lujo con el que fueron construidas. Tienen dos pisos, un entrepiso y un sótano que es casi una casa más, utilizado en aquellos años como bodega de vinos y almacenaje de alimentos. “Los chalets terminaron de construirse en 1929. Los materiales llegaban en el barco, y luego en tren hasta Las Rosas. Eran de primerísima calidad”, contó Ponzano. Entre ellos se pueden destacar un par de lámparas de Murano o mármol de Carrara para el ingreso. Calefacción central Poseían calefacción central a base de carbón de coque. Incluso, tenían espacio para una caballeriza y hasta una fuente con pececitos. Una de las casas tiene un ascensor inglés que va del sótano al primer piso porque la suegra de los Rovetto, quien había quedado viuda y vivía con ellos, no podía subir escaleras. las rosas - casa 8.jpg “Las Rosas era un centro regional con hospital, banco Nación, jefatura y se conectaba por el ferrocarril a Córdoba, San Francisco y Rosario. La gente de la zona venía aquí a hacer sus compras”. Si las casas impactan hoy en día, hay que imaginar lo que pasaba hace casi cien años, cuando aquel pueblo de calles de tierra estaba en su génesis. María Esther Minotti es hija de Teresa Perassi, una de las hermanas de las esposas de los Rovetto y siempre vivió a media cuadra de los chalets. En su infancia iba a visitar a la abuela Margarita Perassi, que vivía en una de las casas, en la del matrimonio de Lorenzo e Inés. “Íbamos después de cenar con mi mama a visitar a mi abuela”. Eran noches de oscuridad casi que absoluta, con apenas un lúgubre foco en cada esquina para orientar al caminante más que para alumbrar. “Las casas no estaban iluminadas por afuera, así que entrabamos casi que a ciegas”. Los constructores de las casonas La construcción fue encargada a los hermanos Basilio, José y Luis Bortolussi. Los tres habían llegado del norte de Italia en la década de 1910 y formaron una sociedad que edificó decenas de casas en Las Rosas, así como el colegio Sagrado Corazón de Jesús, el Centro de Acción Familiar Nª 8 o la ampliación de la parroquia. “Eran autodidactas, una especie de maestros de obras”, describió Carlos Bortolussi, arquitecto y nieto de Basilio. “Los Rovetto les encargaron el trabajo. Supongo que deben haber tenido alguna idea del tipo de casa que querían. En aquella época generalmente se usaba un tipo de revista con diferentes fotos de casas modelo, les mostraban a los clientes y ellos elegían según sus gustos”. Bortolussi destacó que “se construía con otros conceptos, apuntando más a lo visual que a lo funcional. La arquitectura responde a la forma de vida de la gente”. Eran épocas donde había mucho de artesanal desde el comienzo de los trabajos. “Los planos de las casas los hicieron ellos. Se usaba tela engomada y se dibujaba todo manual con tinta china y plumines. Los planos eran en sí mismo una obra de arte. Se dibujaba todo porque después se hacían los moldes”, aseguró el nieto del constructor. El arquitecto contó que las casas están hechas con una “edificación tradicional de ladrillo. Las molduras se fabricaban y se colocaban. No había nada especial, simplemente la habilidad de la gente que trabajaba”. Acotó también que los chalets no son iguales, tienen algunas diferencias. “Si los mirás te parecen iguales. Tienen el mismo estilo, pero si te fijás en los planos, se nota la diferencia. Mucho de lo instalado como artefactos y cerámicos se trajeron de Europa porque en esa época acá no se fabricaba nada”, manifestó Bortolussi. Llave en mano “La empresa tenía todo, se hacía llave en mano, entregaban la casa terminada porque cubría todos los rubros. Ellos tenían 73 empleados, la mayoría eran italianos”, agregó. En este sentido, Celina Rovetto coincide con la gran cantidad de gente que participó en la obra y asegura haber visto fotografías “de por lo menos 50 personas trabajando en la pérgola de afuera”. Los chalets hoy Ambas casas tuvieron muy pocos dueños. Una de ellas perteneció siempre a la familia Rovetto y estuvo ocupada hasta el 2015, luego fue puesta en venta. “Yo tengo naturalizado haber vivido ahí. Me sorprende realmente que a la gente le llame la atención porque para mí era natural vivir ahí. El nombre castillo como algunos la denominan me sorprende porque para mí, fue simplemente mi casa”, aseguró Celina. En la actualidad no son pocas las voces que piden que las construcciones sean declaradas como patrimonio histórico dado el valor arquitectónico que tienen. La casa en la que vivía Esteban con su esposa, fue vendida cuando ambos fallecieron a la familia Dutto a fines de los setenta. Si bien no falta quien habitualmente les toque el timbre pidiendo permiso para conocerla por dentro o para alguna fotografía, desde hace un par de años la familia tomó la decisión de resguardar su intimidad por lo que los ocasionales visitantes solo pueden retratarla desde la puerta de ingreso. Túneles misteriosos La existencia de los chalets está rodeada de una serie de mitos y leyendas urbanas, todos ellos de origen difuso y desmentidos oportunamente. Para empezar, es absolutamente falsa la existencia de un túnel secreto que comunica ambas casas. Es más, la comunicación existe, pero a través de un altillo que ambas construcciones poseen y lejos de todo oscurantismo. “Hay que subir por las escaleras y llegás a un pasillito que no tiene ni baranda y pasas de una casa a la otra, pero no es nada secreto”, aclaró Celina. También es falsa la leyenda que indica que hay un túnel de unos 150 metros que conecta con el Colegio Sagrado Corazón pasando por debajo de los chalets hasta llegar a la parroquia. Incluso, hay quienes aseguraban que una boca de entrada o salida de dicho túnel estaba en una de las fuentes, hoy inutilizada, del patio de una de las casas. Sobre esta leyenda, nada se sabe del autor o de su origen, pero casi todos la escucharon en algún que otro asado de amigos o reuniones sociales. Un fantasma que da risa La historia de la presencia del fantasma de un obrero supuestamente fallecido durante la construcción, parece ser más fruto de alguna broma adolescente para asustar, que algo con algún rasgo cercano a la realidad. Sergio Dutto, quien vive ahí desde hace más de 30 años, no puede menos que reírse ante tales afirmaciones, mientras que Celina por su parte aseguró: “Sé que hay gente que ve las casas como tétricas y yo no las veo así. Yo de chiquita andaba en el patio de noche y nunca me asustó estar ahí y sé que hay gente a la que le asustaría ir de día”. >> Leer más: Saladillo, el último bastión donde aún resisten más de 90 grandes casonas históricas

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