Chajari » Chajari al dia
Fecha: 08/01/2025 04:57
Los hechos se desarrollaron entre el 7 y el 14 de enero de 1919, y marcó un punto de inflexión en la lucha de los trabajadores por sus derechos. Se la recuerda como “Semana Trágica”. En realidad, las huelgas habían dado comienzo en diciembre de 1918. Los trabajadores de los talleres metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos pretendían obtener mejoras en sus condiciones de trabajo y en sus salarios. Pero la industria metalúrgica, tras la Primera Guerra Mundial, vivía momentos muy difíciles y se intentaba bajar costos de producción. Alrededor de 2.500 trabajadores metalúrgicos pararon el 2 de diciembre. Pedían jornada de ocho horas, salubridad laboral y un salario justo. En ese momento los Vasena habían vendido la fábrica a una empresa inglesa, pero seguían gerenciándola. La patronal se mostró muy dura y trataron de “insolentes” a los trabajadores huelguistas. Fue entonces que los obreros tomaron la fábrica y armaron un piquete en la puerta del establecimiento. Felipe Pigna, en un trabajo sobre el tema, dice que Vasena tenía buenas relaciones con algunas figuras cercanas al gobierno de Hipólito Irigoyen, logrando que enviaran policías y bomberos para frenar a los huelguistas organizados. El 7 de enero de 1919, a eso de las tres y media de la tarde, un grupo de huelguistas que había formado un piquete tratando de impedir la llegada de materia prima para la fábrica, fue atacado a balazos. Al grupo de rompehuelgas se sumaron inmediatamente las fuerzas policiales que estaban destacadas en la zona desde el comienzo de la huelga. El saldo fue de cuatro personas muertas y más de 30 heridos. Sólo tres integrantes de las fuerzas represivas fueron levemente heridos. Frente a la gravedad de los hechos, Alfredo Vasena se reunió con los delegados gremiales y les ofreció la reducción de la jornada laboral a 9 horas, un 12 por ciento de aumento de jornales y admisión de cuantos quisieran trabajar. Como la reunión se hizo larga, se decidió continuarla al día siguiente en la propia fábrica. Los obreros llegaron puntualmente a las diez, pero don Vasena se negó a reunirse argumentando que entre los delegados había activistas que no pertenecían a su plantel. Los obreros armados de cierta paciencia conformaron otra delegación que presentó el pliego de condiciones de los huelguistas: jornada de 8 horas, aumentos de jornales comprendidos entre el 20 y el 40 por ciento, pago de trabajos y horas extraordinarias, readmisión de los obreros despedidos por causas sindicales y abolición del trabajo a destajo. Vasena prometió contestar al día siguiente y, a pedido de los obreros, ordenó que dejaran de circular las chatas de transportes. Pero los hechos se iban a precipitar. El jueves 9 de enero de 1919 Buenos Aires era una ciudad paralizada. Más allá de las divisiones metodológicas de las centrales obreras, la clase trabajadora de Buenos Aires fue concretando una enorme huelga general de hecho. En tanto se realizó una gran movilización que formó el cortejo fúnebre de los fallecidos. Cuando pasaron por una iglesia se escucharon consignas anticlericales. La respuesta no se hizo esperar: dentro del templo estaban apostados policías y bomberos que comenzaron a disparar sobre la multitud cobrándose las primeras víctimas de la jornada. Al paso de la columna por las armerías, éstas eran asaltadas por algunos de los manifestantes. Sobre las 17 horas de aquel 9 de enero la interminable y conmovedora columna obrera llegó a la Chacarita, la gente se fue acomodando como pudo y comenzaron los discursos de los delegados de la FORA IX. Mientras hablaba el dirigente Luis Bernard, surgieron abruptamente detrás de los muros del cementerio miembros de la policía y del ejército que comenzaron a disparar sobre la multitud. Era una emboscada. La gente buscó refugio donde pudo, pero fueron muchos los muertos y los heridos. Según los diarios, hubo 12 muertos y casi doscientos heridos. La prensa obrera habló de 100 muertos y más de cuatrocientos heridos. Ambas versiones coinciden en que entre las fuerzas militares y policiales no hubo bajas, destacó Pigna. El pueblo movilizado no se amilanó y siguió en la calle exigiendo justicia y pidiéndoles a sus dirigentes que continuara la huelga general, cosa que efectivamente ocurrió. La agitación seguía, y mientras se producía la masacre de la Chacarita un nutrido grupo de trabajadores rodeó la fábrica Vasena y estuvo a punto de incendiarla. En el interior del edificio se encontraban reunidos Alfredo Vasena, Joaquín Anchorena de la Asociación Nacional del Trabajo y el empresario británico comprador, que ante el devenir de los hechos pidió protección a su embajada, que rápidamente se comunicó con la Casa Rosada desde donde partió el flamante jefe de policía y futuro vicepresidente de Alvear, don Elpidio González, a parlamentar con los obreros y pedirles calma. No era el mejor momento y no fue bien recibido, al punto que el auto del jefe de policía fue incendiado por la multitud. La resultante trágica de los hechos fueron 24 muertos y 60 heridos, según el parte policial. A la par de estos hechos se organizaron bandas terroristas armadas que operaban bajo el rótulo de Liga Patriótica Argentina y lo hacían con total impunidad y gran crueldad. La huelga triunfó finalmente Finalmente el 11 de enero el gobierno llegó a un acuerdo con la FORA del IX congreso basado en la libertad de los presos que sumaban más de 2.000, un aumento salarial de entre un 20 y un 40 por ciento, según las categorías, el establecimiento de una jornada laboral de nueve horas y la reincorporación de todos los huelguistas despedidos. Poco después las autoridades de la FORA y del Partido Socialista resolvieron la vuelta al trabajo. Para el jueves 16, Buenos Aires era casi una ciudad normal. El lunes 20 los obreros de Vasena, tras comprobar que todas sus reivindicaciones habían sido cumplidas y que no quedaba ningún compañero despedido ni sancionado, decidieron volver a sus puestos de trabajo. Tras los hechos la resultante fue de 700 muertos y más de 4.000 heridos. Eran gente del pueblo, eran trabajadores. Era los “insolentes” que se plantaron ante los poderosos.
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