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  • Los Viajes de Junio: La Rioja, Capital Nacional de la Cristiandad

    Concordia » Diario Junio

    Fecha: 08/01/2025 04:24

    En mi viaje me acompañaban muchos interrogantes: para empezar, ¿cómo era posible que un mismo paisaje cultural hubiese albergado a mártires de los humildes, como monseñor Angelelli, y simultáneamente a profetas de lo banal? (Supongo que se habrá dado cuenta de que hablamos de «El Carlos»). O, ¿cómo se explica que de los sultanes protolibertarios, como los Saadi, los Yoma y los Menem, los riojanos hayan pasado a ser gobernados por un contador progresista, que ha sido reelecto para un nuevo período de gobierno? Hablamos de Ricardo Clemente Quintela, el único peronista que se arriesgó, hasta ahora, a correr por izquierda a la mismísima Cristina Fernández. Y tantas otras cuestiones surgidas en peregrinajes por el siempre sorprendente territorio del norte de nuestro país, hoy terminalmente amenazado: ¿será más linda la capital de La Rioja que la de Catamarca? ¿Los vinos riojanos califican para competir con los sanjuaninos o los mendocinos? Como verán, el viaje, además de formador de conocimiento, prometía ser muy entretenido. Y damos fe de que lo fue. La Rioja: Capital Nacional de la Cristiandad Por pura casualidad nos tocó llegar el 3 de enero, día en que termina la Fiesta del Niño Alcalde [1]. Explicamos: el 31 de diciembre, en La Rioja, se inicia esta festividad, que culmina el 3 de enero. Celebración también conocida como la Festividad de Tinkunako (encuentro). Según la tradición, la imagen del Niño Alcalde fue hallada por don Francisco Solano, misionero cristiano que evangelizaba en la región, ayudado por su maestría en el violín. En una oportunidad, 20.000 diaguitas amenazaban con destruir la hoy ciudad capital. San Francisco Solano les salió entonces al encuentro con una imagen del Niño Jesús mientras interpretaba con su violín maravillosas piezas musicales. Al escucharlo, los indígenas se calmaron repentinamente. Desde entonces, la imagen del Niño Jesús encontrada por el santo es venerada, y se la llama «el Alcalde del Mundo». Desde hace tres siglos se celebra esta fiesta que jamás, a pesar de las muchas generaciones transcurridas, ha perdido su brillo original. Comenzamos el recorrido por la ciudad precisamente este 3 de enero, a eso de las 9 de la mañana: 41 °C a la sombra (a la noche la temperatura desciende, pero solo a 30 o más grados). A pesar de eso, la plaza principal, donde están la catedral y los edificios públicos, desbordaba de gente: mujeres acicaladas con sus mejores atavíos y hombres con fajas cruzadas en el pecho, con cintas de colores en señal de pertenencia a la cofradía del Niño Alcalde. La banda de la policía riojana, al costado del atrio de la catedral, con uniforme de gala, interpretaba himnos religiosos y conmemorativos vinculados a la fiesta. Los sacerdotes, con poderosos micrófonos, llenaban el aire con encendidos exhortos y arengas religiosas, mientras la plaza entera respondía con cánticos, aplausos, vivas; y, cada tanto, rezando oraciones, para cuyo cometido los curas invitaban a los feligreses a ponerse de rodillas. Esto en sí mismo era un espectáculo aparte: ver toda una plaza de gente hincada rezando en voz alta. A cada instante, convocados por los animadores, el carrillón de la catedral estallaba con múltiples sonidos de campanas, tañidas por seminaristas que las golpeaban directamente subidos a las dos torres del edificio. A lo largo de mis años he sido testigo y participante de fiestas religiosas en mi Gualeguaychú natal: procesiones alrededor de las plazas, incluso por las calles principales, eventos de los que hoy solo quedan recuerdos y misceláneas. Pero una fiesta con estas características, tan actual como que ya estamos en 2025, no tiene parangón en mi memoria. Nunca imaginé que pudiera existir algo así en algún lugar de Argentina hoy. Hablo de tanto fervor religioso, tan vigente y tan convocante. Tratando de buscar antecedentes, solo se me ocurre pensar en las fiestas de Semana Santa en España, pero seguramente con una diferencia a favor de los católicos riojanos: mientras que en España estas conmemoraciones han quedado prácticamente como eventos turísticos, aquí, salvo el dicente, no se advertía la presencia de turistas, solo locales. Durante mi permanencia, otro detalle que me llamó la atención es que todos los días se celebran misas al atardecer en todas las iglesias de la ciudad. Y no solo eso: todas las iglesias, durante esas misas, desbordaban de gente. La verdad es que todos los católicos practicantes del país deberían plantearse peregrinaciones periódicas a La Rioja, experiencia que no dudo fortalecería sus creencias. La devoción por monseñor Angelelli y los mártires de la Junta Militar Lo pongo en un párrafo aparte porque es tan significativo como lo anterior. La devoción por los curas mártires asesinados por la dictadura militar es compartida por la que sienten los riojanos por las Madres de Plaza de Mayo. Monseñor Enrique Angelelli es uno de los beatos mártires riojanos, junto con los padres Carlos de Dios Murias y Gabriel Longueville, y el laico Wenceslao Pedernera. Todos ellos fueron asesinados en 1976 durante la dictadura cívico-militar argentina, que no soportaba su compromiso con los más desprotegidos y pobres. Cuando uno ingresa al atrio de la catedral, éste está presidido por un enorme baldón con la fotografía de estos mártires, remarcando que el pueblo riojano no los ha olvidado. Por el contrario, la memoria de los asesinatos está viva como si hubieran ocurrido ayer. Otra cosa que me impresionó, es que la principal peatonal de la ciudad se llama Madres de Plaza de Mayo. Y que la plaza principal, restaurada hasta el mínimo detalle utilizando mármoles de gran belleza, refleja los pañuelos de las madres, esculpidos en la noble piedra, en todos los rumbos del paseo, sin que se adviertan ninguna señal de vandalización. Lo que al menos, personalmente, me lleva a pensar que la impronta ideológica de los riojanos está impregnada por los luchadores sociales y su memoria. Líderes populares que han interpretado el sentir de los pueblos originarios, sometidos primero por los colonizadores españoles y luego por la corruptela política que usó las enormes diferencias sociales ancestrales para explotar la miseria en su beneficio. El ex presidente Riojano, Carlos Saúl Menem Buena gastronomía y mejores vinos a precios accesibles, salvo en las «bodegas boutique», donde, como en Mendoza, se ha desarrollado un exclusivo mercado de nicho, para consumidores amantes de las estrellas Michelin, equipados con billeteras en dólares. Una de estas bodegas, San Huberto, figura como propiedad de Carlos Spadone, pero todos saben que pertenece a la familia Menem. De hecho, según la edición internacional de la revista Bodegas de Argentina, los vinos que antes eran etiquetados como ‘Menem’ hoy San Huberto por razones de marketing, siguen perteneciendo a la firma Saúl Menem e hijos S.A. aunque esta aclaración no figura en ninguna parte de la etiqueta de los hoy vinos San Huberto, aunque la razón social que los cobija sigue siendo (y nunca ha cambiado) Bodegas Menem S.A. Lo que si es un detalle que todos señalan es que desde la década del noventa, la bodega -y los vinos- no solo cambiaron de nombre, sino que además fue completamente renovada y capitalizada, y sus viñedos acrecentados en centenares de hectáreas, dotándolos de riego por goteo y otras exquisiteces y onerosas complejidades tecnológicas durante la década del 90 pasada ¿capisci? Pero bueno, Gastaldi siempre me reta por la extensión de mis textos, así que esta crónica se dividirá en dos partes, la primera es la que acaban de leer. (Continuará).

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