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  • El Peregrino Ojeda: Un relato de vida y memoria en Estación Lazo

    Gualeguay » Debate Pregon

    Fecha: 08/01/2025 03:42

    Peregrino, hijo de Carlos Navoni y Albertina Ojeda, creció en un ambiente rural, marcado por la vida de campo. Desde pequeño, fue parte activa de las labores de la familia: a los cinco años ya ayudaba en el tambo, ordeñando vacas junto a sus hermanos. En las huertas, su madre y él formaban parte del engranaje familiar, una dinámica que requería del esfuerzo conjunto de los 16 hermanos que formaban la familia. Su vida estuvo marcada por la sencillez y el esfuerzo compartido, que lo llevó a una escuela distante, la Escuela N°56 Esteban de Luca, a la que llegaba montando a caballo. En esos primeros años, Peregrino trabajaba con herramientas antiguas como el arado atado a caballos, un testimonio de una época ya perdida. A los 14 años, su vida tomó otro rumbo: comenzó a tocar la guitarra y el acordeón, y la música pasó a ser parte esencial de su existencia. Fue puestero en diversas estancias y, durante los fines de semana, su labor de músico lo llevaba a amenizar las fiestas de la zona. El relato de Peregrino no solo se centra en su vida personal, sino que también nos transporta a las diversas familias, comercios y oficios que fueron esenciales en el desarrollo de Estación Lazo. La Casa Iriarte, que perteneció a los hermanos Antonio y Tiburcio Iriarte, es una de las referencias que recuerda con cariño, junto con la carpintería de los hermanos González y los talleres de Chano De Zan y Cacho Francolini, entre otros. Comercios como las panaderías de los hermanos Zanetti y Gaitán, y almacenes como los de Casa Marino y Casa Franco, marcaron el pulso de la vida cotidiana. Peregrino Ojeda Los años 50 y 60 fueron una época en la que Estación Lazo se llenó de vida. El paso de los rastras de vialidad, las carreras y fiestas patrias, las tradicionales competencias de sortijas y los juegos como la cuchara con huevo o el palo enjabonado, marcaron una forma de vida vibrante. Las plazas de baile, como El Club Honor y Patria y el Gato Negro, fueron espacios de encuentro para jóvenes y adultos, donde la música y el baile definían la identidad del pueblo. Entre los recuerdos más importantes, Peregrino menciona la construcción de una usina y una capilla en 1958, gracias al esfuerzo conjunto de los vecinos, como Ramón Aldanondo, los hermanos Menescardi y Carlos Navoni. La comunidad, unida, fue capaz de llevar adelante grandes logros para mejorar la vida en Estación Lazo. Durante estos años, las relaciones laborales en la estación de ferrocarril también fueron vitales para la vida de los pobladores. Desde los trabajadores de los galpones hasta los jefes de estación, como Juan Cantero, todos tuvieron un rol fundamental en el crecimiento de la localidad. Entre los nombres que resonaron en la memoria de Peregrino, se destacan los de personas que, con su esfuerzo, construyeron la historia local: los hermanos Zanetti, los Gervasoni, los Rosas, y muchos otros que vivieron y trabajaron en esos años de progreso y tradición. El relato de Peregrino Ojeda, tan lleno de nombres, anécdotas y emociones, es un testimonio de un tiempo que ya no existe, pero que sigue vivo en los recuerdos de aquellos que fueron testigos de su paso. Una historia de esfuerzo, comunidad y amor por la tierra que continúa perdurando en Estación Lazo. -DebatePregon/MR/IA

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