Contacto

×
  • +54 343 4178845

  • bcuadra@examedia.com.ar

  • Entre Ríos, Argentina

  • Monoparentalidades trágicas

    » Diario Cordoba

    Fecha: 08/01/2025 03:37

    Entre los vericuetos de la modernidad, donde el individualismo campea y las instituciones tradicionales languidecen como ruinas olvidadas, emerge la figura de la familia monoparental, arquetipo de una lucha tan silenciosa como hercúlea. La Junta de Andalucía, en un intento por conferir dignidad a estas estructuras, ha propuesto un decreto que busca regular su reconocimiento, ofreciendo asideros legales y ayudas tangibles. Sin embargo, este esfuerzo legislativo, por loable que parezca, arroja también un destello espectral sobre las grietas profundas de nuestra civilización. Las familias monoparentales, que en Córdoba representan más del 10% de los hogares, se presentan como la encarnación de un modelo desgarrado por la ausencia. Su descripción podría evocarnos a Hécuba, madre viuda y despojada en las tragedias griegas, sosteniendo a duras penas la descendencia en un mundo de devastaciones. En su mayoría, estas familias están encabezadas por mujeres, cuyo destino parece calcado de la eterna penitencia de Penélope: tejiendo un futuro para sus hijos mientras la sociedad les roba la esperanza. Otros artículos de Francisco Dancausa Paso a paso Feria profanada Paso a paso Navidad vacua Paso a paso Lluvias vacuas El decreto andaluz establece dos categorías de familias monoparentales: una general y otra especial, esta última reservada para quienes soportan cargas más gravosas, como la discapacidad o la pobreza extrema. Más del 86% de estas familias son monoparentales, siendo las madres las únicas sostenedoras de la antorcha del hogar. Mientras tanto, los padres monoparentales, minoría casi etérea, evocan las figuras de soledad pintadas por Millet o los versos melancólicos de Thomas Gray. La edad también desvela la profundidad de esta fractura social: las mujeres suelen asumir este papel entre los 35 y los 44 años, cuando la vida les exige una fortaleza inquebrantable; los hombres, en cambio, son relegados a esta condición en la senectud. Estos datos, que podrían inspirar las meditaciones existencialistas de Camus, nos revelan un paisaje donde el heroísmo cotidiano de estas familias contrasta con la indiferencia de un sistema que apenas reacciona. Aunque el decreto prometa títulos oficiales y acceso a ayudas, cabe preguntarse si no estamos ante otro ejercicio burocrático que deja intactas las causas profundas del problema. La verdadera tragedia no está en el decreto, sino en las raíces culturales de nuestra indiferencia: una sociedad que glorifica la autonomía individual mientras sacrifica a quienes encarnan la fragilidad y el sacrificio. Este decreto, aunque necesario, se asemeja a un vendaje sobre una herida supurante. Para que las familias monoparentales dejen de ser trágicas y se conviertan en ejemplos de resiliencia, necesitamos una transformación que trascienda la norma jurídica y penetre en los corazones. Sin ella, seguiremos celebrando pequeños triunfos legales mientras ignoramos la ópera sombría de quienes sostienen el peso de la historia en soledad.

    Ver noticia original

    También te puede interesar

  • Examedia © 2024

    Desarrollado por