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    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 08/01/2025 03:37

    No me gustan los pájaros. Nunca me gustaron. Jamás pude entender a un animal que tan mansamente se entregue al cautiverio; que lo capturen, lo encierren, lo atormenten, y encima cante. Siempre creí que el cautiverio y el canto eran tan incompatibles como el agua y el aceite. Ya sé, es tan pobre mi metáfora, pero no es mi intención impresionar a nadie con mi lucidez o mis recursos literarios, tan sólo pienso e imagino que escribo. Escribo para mí, consciente de que pregono la libertad y estoy encerrando mis letras en el espacio reducido de una hoja de papel, con lo que quizás no esté sino encerrando también mis ideas hechas palabras. Escribo y no puedo no hacerlo. Grito silencioso, quizás, grito cobarde. Plasmo mis ideas y las oculto entre garabatos desteñidos que quedan a merced del tiempo y el polvo, cobardes alegorías del olvido. Alguna vez soñé la libertad, y la nombré con nombres estridentes, la nombré con nombres de poetas, con epístolas de desterrados, con manos abiertas, con puños cerrados, con bocas gimiendo, con rabia abriendo surcos de arado, con tetas fláccidas, con ojos hundidos, con esperanzas huecas, con platos vacíos, con heridas resecas. Yo no conozco la muerte, por eso le temo. La muerte de los demás, eso no es muerte, como el dolor ajeno no es dolor ni alguien es feliz porque otro se ría. Nunca creí en la hipocresía del prójimo ni en la comunión de los espíritus. Yo nací solo, como nacen los perros, gemido circunstancial de entrepiernas sangrantes, dato estadístico de viejos anaqueles. Erré por el mundo ignorando que, dada su redondez, era lo mismo que dar una vuelta a la manzana, caminar por el borde de una plaza o tal vez girar sobre uno mismo. Nadie estuvo jamás despidiéndome, nadie jamás me recibió. Mis interlocutores fueron árboles mudos o libros que respondían a mis preguntas con más preguntas. Alguna vez soñé, es verdad, pero mi sueño no toleró el desvelo. Alguna vez ofrecí mi sangre a los verdugos, pero me despreciaron, su placer es el tomar no el recibir. También quise enseñarles a los pájaros a ser libres, pero no toleraron la idea de abandonarme cuando les repartí migajas. No creo en la virtud, al menos no en las que se me pudieran atribuir, cuál es el mérito del ciruelo que da ciruelas si su esencia no es otra que esa, dar ciruelas; o la del pez con su belleza o el ciervo con su cornadura, cuál es el mérito de dar lo que nos sobra, enseñar lo que no sirve o pregonar lo que se duda. Alguien de sotana me dijo alguna vez que lo más difícil era creer en lo que no se ve, no se palpa, sólo se percibe su magnificencia infinita. Recuerdo que lo miré con displicencia, apreté su hombro con afecto y quizás hasta con algo de soberbia y me retiré revoleando unas monedas en el cesto de mimbre de las limosnas. Si eso que acabo de hacer es caridad, recuerdo que le dije, desconfíe de mi fe, de mi esperanza y de cualquier otra virtud que usted crea que yo tengo. Si el hombre nació con un cerebro que quién sabe por qué endemoniado sistema nos hace sentir que pensamos, qué mérito se encierra en ser pensante, cuál en pretender ser libres si el hombre que no es libre ni siquiera es hombre. Yo apenas si defendí mi propia libertad y no quise ser héroe, ni líder, ni mártir, ni ejemplo, ni prócer, ni prohombre, ni santo, ni sabio. Ni siquiera poeta. Sólo quise no domesticar pájaros ni sentirme, como ellos, enjaulado. Viví, pensé, grité, sólo porque no sabía hacer otra cosa. Amé, quizás fui amado y tras haber llegado sin nada le dejo mis huesos a la tierra, creo que con eso estamos a mano. Perdí mis ojos hace un tiempo, luego perdí mi voz, mis oídos, y la escasa sensibilidad que aún mantienen ciertas partes de mi piel me informan de cuando me están moviendo, o si me bañan, o si colocan en mi cuerpo alguna de esas inútiles mangueras que colocan a los moribundos para darles la sensación de estar viviendo. Sólo eso siento. Y mi cerebro pájaro que no duerme, no descansa, se azota contra los barrotes de hueso e inventa hojas en las que escribo páginas memorables, recuerdos nuevos cada día, alguna historia de amor, y espera, temeroso, la muerte que no llega.

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