» Diario Cordoba
Fecha: 08/01/2025 03:35
La revista Time anunciaba a finales de 2025 que su persona del año era Donald Trump. Por segunda vez en una década, el magnate republicano repetía tal honor. Perfectamente trajeado, la corbata roja bien anudada (cosa rara en él), destacando los gemelos de los puños de su camisa, el pelo en un rubio ceniza (y no naranja como acostumbra); esta foto ha sido del agrado de Trump («no como la anterior», puntualizó el magnate). Comprensible, esta vez la imagen no señala al protagonista como una amenaza para el mundo (en 2016, mucho se habló del parecido con la portada que en 1938 se le dedicó a Hitler). En el retrato de 2024, el poder social que le concedemos a un misógino, racista, delincuente y mentiroso se presenta como algo atractivo, triunfante. Al enterarnos de la elección de la revista Time, muchos coincidimos en que más valiente hubiera sido que tal distinción se la concedieran a Gisèle Pelicot. La francesa simboliza todo lo opuesto de lo que representa Trump. Gisèle es dignidad, verdad, fortaleza, serenidad, vulnerabilidad, elegancia y poder personal. Desde hace tres meses y medio, esta mujer de 72 años asiste a todas las audiencias judiciales en Avignon, Francia, contra su ex marido y otros 50 hombres acusados de violarla mientras estaba drogada. La insistencia de Gisèle Pelicot para que el juicio fuera público y «la vergüenza cambie de bando» le ha valido una inmensa admiración y agradecimiento internacional. Mientras ella aparece con la cara descubierta y la cabeza alta; su marido y el resto de hombres (obreros, camioneros, periodistas, carniceros, enfermeros... ) que la violaron reiteradamente estando sedada ocultan su rostro y bajan la mirada cuando las imágenes de las violaciones se proyectan en la sala. Asegura que no es valiente, que sólo pretende «cambiar el mundo». Y pese a que se ha divorciado y ha recuperado su nombre de soltera, pidió que durante todo el proceso se siguiera utilizando (señalando) el apellido de su esposo, Pelicot: su compañero de vida durante 50 años y que ha admitido haberla drogado durante casi una década para que él y decenas de desconocidos reclutados por Internet pudieran violarla mientras estaba inconsciente. En septiembre, Gisèle se presentó ante el público con su ya icónica melena caoba y sus gafas de sol. Conforme decenas de mujeres se concentraron para darle apoyo en una especie de paseíllos de sororidad, Gisèle se deshizo también de las lentes y hasta empezó a agradecer con sonrisas aquel inmenso cariño, respeto y admiración que le brindaban cientos de mujeres desde infinidad de lugares del mundo. También desde Australia, donde una asociación de mujeres mayores por la igualdad le envió un pañuelo de seda de colores brillantes que representaba la resiliencia femenina y que Gisèle no dudó en lucir en varias ocasiones. Porque así como las mujeres que denuncian violencia sexual se ven obligadas a cambiar su atuendo (más «sobrio» y «casto»...) y modificar su actitud (seria, pero sin parecer una «dramas»...) para que su perfil encaje dentro de lo que la sociedad y la justicia considera que es una víctima; Gisèle Pelicot ha decido también acabar con ese estereotipo estético y no renunciar al estilo femenino (poderoso) que caracteriza a las damas francesas. Echarpes, suéteres marineros, vestidos vaporosos por la rodilla, sandalias, prendas de colores intensos como el coral o incluso carmín rosa en los labios. Porque aunque admita que está rota y destrozada por dentro; nadie debería pretender y mucho menos obligar a que las víctimas después de lo que han sufrido encima repriman una sonrisa o su estilo (identidad) para resultar creíbles. Su imagen, ya icónica, ha sido estampada en camisetas, banderas o grafiteada en plazas y calles. Vogue Alemania, país donde nació Gisèle, le dedicó hace unas semanas su portada digital con una ilustración en tonos cobrizos como el color de su cabello. Y aunque el periodismo siga desprestigiando a las revistas de moda por el simple hecho de considerarlas «femeninas»; no suelen errar con las tendencias: «¡La vergüenza cambia de bando!»
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