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  • El calvario de Isabel, la joven sueca que fue drogada, secuestrada y violada en un búnker bajo tierra

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 07/01/2025 05:16

    Durante cinco años, Martin Trenneborg, un médico de 38, había construido en secreto una prisión bajo tierra diseñada para mantener cautivas a sus víctimas En la localidad sueca de Kristianstad parece que nunca pasa nada. Los inviernos son largos y con pocas horas de sol. La gente, en general, permanece encerrada en sus casas. Durante, los veranos, si se puede ver más personas pasear por la plaza. Detrás de ese clima bucólico y detenido en el tiempo se escondía una casa del horror. en una de las calles del pueblo, debajo de un chalet, se erigía un búnker subterráneo que ocultaba uno de los crímenes más escalofriantes de la última década en el país escandinavo. Durante cinco años, Martin Trenneborg, un médico de 38, había construido en secreto una prisión bajo tierra diseñada para mantener cautivas a sus víctimas. Su crimen salió a la luz en septiembre de 2015, cuando secuestró a una mujer de Estocolmo con la que había iniciado una relación. La historia comenzó como muchas otras, una conexión aparentemente casual entre dos personas. En 2015, una mujer llamada Isabel Eriksson de Estocolmo conoció a Trenneborg, quien se presentó como un rico corredor de bolsa estadounidense radicado en Londres. Este detalle, aunque falso, fue suficiente para impresionar a la mujer, quien lo invitó a su departamento el 10 de septiembre de ese año. Durante la cita, charlaron distendidamente y, al parecer, todo transcurrió bien. Hubo unas copas de vino tinto y un beso mientras charlaban en el living.. Tanto fue la buena onda que acordaron un segundo encuentro. Cinco días después, Trenneborg regresó con fresas bañadas en chocolate y una botella de champán. La imagen perfecta de un galán sofisticado de esos de película romántica de Hollywood. Todo ese tiempo habían chateado en forma amorosa. Sin embargo, el hombre escondía un puñal bajo la manga. Había impregnado las fresas con Rohypnol. Para no equivocarse, había marcado las hojas de las fresas drogadas para asegurarse de que solo su víctima las consumiera. Las máscaras usadas para entrar a la casa del cautiverio sin ser reconocidos El plan del secuestro Así, la pareja se volvió a sentar en el living. Se besaron y él destapó en forma galante la botella de espumante. Brindaron y empezaron a comer las fresas. Trenneborg la miraba fijo a los ojos y esperaba el momento en que el sedante hiciera efecto. Su plan marchaba como lo había pensado. El momento de la captura. Tras ingerir las fresas, Isabel empezó a sentirse somnolienta. Se le cerraban los ojos apoyó su cabeza en el hombro de su enamorado. En cuestión de minutos, estaba inconsciente. Trenneborg aprovechó la situación para violarla y luego la colocó en una carretilla para trasladarla hasta su auto. Con una precisión escalofriante, condujo 560 kilómetros hasta su casa en Kristianstad. La mujer durmió todo el tiempo por el exceso de sedantes que ingirió junto a las fresas con chocolate. En el pueblo sueco, la esperaban las paredes gruesas y las puertas de metal del búnker que había diseñado Trenneborg para mantenerla cautiva. Desde su prisión nadie escucharía sus gritos. La construcción del búnker reflejaba la mente obsesiva de Trenneborg. Durante cinco años, había trabajado en este espacio subterráneo con una precisión casi enfermiza por el detalle. Situado bajo un cobertizo en su propiedad, el búnker estaba diseñado para ser impenetrable y autosuficiente. Tenía paredes gruesas y puertas dobles de metal, lo convertían en una celda indestructible. Dentro del búnker, había instalado comodidades básicas como una cocina, baño y dormitorio, además de un “patio” donde su víctima podía tomar aire fresco sin llamar la atención. Según las investigaciones, el diseño no estaba destinado a una sola víctima: había espacio suficiente para albergar a más personas, lo que sugiere que Trenneborg tenía intenciones de ampliar su operación y llevar más mujeres hasta su guarida. Un plano general de la casa del horror en el bosque sueco Cómo fue el cautiverio Cuando Eriksson recuperó la conciencia, estaba atada y en un lugar completamente desconocido. En su relato posterior, recordó: “Cuando me desperté, tenía dos agujas clavadas en mis brazos. Él estaba sentado en una silla al lado de la cama”. Trenneborg había administrado somníferos para mantenerla sedada, además de realizarle pruebas médicas y obligarla a tomar anticonceptivos. Durante seis días, la sometió a abusos sexuales, mientras le describía en detalle los actos cometidos mientras estaba inconsciente. El control que Trenneborg ejercía sobre su víctima no se limitaba a lo físico. También había redactado un conjunto de reglas y sanciones que reflejaban su intención de mantenerla prisionera durante años. Entre estas normas, estableció castigos como la extensión del tiempo de cautiverio por cada intento de fuga o la negativa a cumplir sus demandas sexuales. En contraste, ofrecía recompensas, como una reducción del tiempo de encierro, si se seguían ciertas actividades físicas o se cumplían sus exigencias con regularidad. Trenneborg llegó a compartir con su víctima sus planes futuros. Habló de secuestrar a otras mujeres, mencionando incluso a la madre de la mujer como posible objetivo. El plan meticuloso de Trenneborg comenzó a desmoronarse cuando decidió regresar al departamento de la mujer en Estocolmo para recoger algunos de sus objetos personales. Al llegar, notó que la familia había denunciado su desaparición y cambiado las cerraduras de la puerta principal. Este detalle lo llevó a entrar en pánico. Temiendo que la situación se saliera de control, tomó una decisión inesperada: llevó a la mujer a la comisaría de policía en Estocolmo. El control que Trenneborg ejercía sobre su víctima no se limitaba a lo físico. También había redactado un conjunto de reglas y sanciones que reflejaban su intención de mantenerla prisionera durante años El plan se desmorona Intentó convencer a su víctima de que le dijera a la policía que estaba con él por voluntad propia, pero uno de los oficiales notó su estado de vulnerabilidad. Al ser apartada para ser interrogada, la mujer aprovechó la oportunidad para revelar toda la verdad. Trenneborg fue arrestado de inmediato. La investigación posterior reveló la magnitud de su crimen y la planificación que lo había precedido. Aunque admitió haber secuestrado a la mujer y haberla mantenido cautiva, negó las acusaciones de violación agravada. Durante el juicio, su abogada defensora intentó minimizar la gravedad de los hechos, alegando que Trenneborg era una persona profundamente infeliz y solitaria. “Quería vivir con alguien”, argumentó su defensora, en un intento por humanizar a su cliente. Sin embargo, el tribunal no se dejó influenciar. Aunque Trenneborg fue absuelto del cargo de violación agravada por falta de pruebas concluyentes, fue declarado culpable de secuestro y condenado a diez años de prisión. La víctima, por su parte, enfrentó una dura batalla emocional. Según su abogado, Jens Högstrom, había sido diagnosticada con trastorno de estrés postraumático y experimentaba pesadillas recurrentes. “Cualquier ruido o visión breve que le recuerde esos días puede ponerla en un estado terrible”, explicó Högstrom. El testimonio de Isabel “Vi un techo de hierro y a un hombre sentado en una silla a mi lado que me miraba fijamente. Luego dijo que me había secuestrado y que me iba a mantener cautiva durante años. No sabía si estaba arriba o bajo tierra pero hacía mucho frío allí y había mucho polvo. Había sacos de hormigón sobre el suelo de piedra. Me dijo que lo había construido él mismo y que estaba orgulloso de su creación”, contó Isabel años después. “Me hizo pruebas de enfermedades de transmisión sexual para poder tener relaciones sexuales sin protección conmigo. También me obligó a tomar pastillas anticonceptivas para que no quedara embarazada”, sostuvo Isabel ”Cuando me desperté por primera vez en el calabozo, traté de escapar. Lo ataqué con dos tornillos, pero todavía estaba medicada, así que no funcionó. Me dijo que si volvía a intentar algo así me encadenaría a una cama y sólo me iba a dar pan de comer”, recordó la mujer en entrevistas a la TV sueca. Y Eriksson continuó con su relato aterrador. “Me hizo pruebas de enfermedades de transmisión sexual para poder tener relaciones sexuales sin protección conmigo. También me obligó a tomar pastillas anticonceptivas para que no quedara embarazada”, sostuvo. Estos fragmentos de su testimonio permiten comprender el terror y la angustia que vivió durante los días en cautiverio. Además, revelan la naturaleza meticulosa y premeditada del crimen de Trenneborg, quien planeó cada detalle de su secuestro y retención. El Fritzl sueco El caso de Martin Trenneborg evocó comparaciones con el de Josef Fritzl, el hombre austriaco que mantuvo a su propia hija cautiva durante 24 años en un sótano secreto. Aunque los crímenes de Trenneborg no se extendieron por tanto tiempo, su método y planificación reflejaban una metodologá parecida. Ambos casos resaltan un patrón inquietante: la combinación de una vida exterior aparentemente normal con un lado oscuro cuidadosamente oculto. Trenneborg era un médico exitoso, mientras que Fritzl era un empresario respetado en su comunidad. Este contraste entre la apariencia y la realidad plantea preguntas inquietantes sobre cómo la sociedad puede pasar por alto las señales de advertencia. El búnker, ahora vacío, permanece como un testimonio de un crimen que pudo haberse extendido por años de no ser por la valentía de una víctima que se atrevió a hablar. ¿Cuántas vidas más habrían sido marcadas por este hombre si su plan hubiera seguido su curso? La respuesta, afortunadamente, nunca será conocida.

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