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  • La concordia

    » Diario Cordoba

    Fecha: 07/01/2025 04:55

    La lápida de Adolfo Suárez presenta reminiscencias de la épica del medievo. Un paseo imaginario del emérito por la catedral de Ávila entroncaría con ‘Becket’, esa película que ofrece una versión almibarada de la relación entre Enrique II de Inglaterra (Peter O’Toole) y Tomás Becket (Richard Burton), arzobispo de Canterbury por presión de su amigo el monarca. Becket se vuelve díscolo al adoptar sus particulares criterios y es asesinado en su propio templo sin aclararse cuán alargada puede ser la mano del rey. Huelga esa encelada disputa entre aquellos primeros actores de la Transición, aunque el resquemor del Borbón yacente radicaría en la fractura que la posteridad le está otorgando a ambos personajes; el olor a santidad que está imbuyendo al presidente que legalizó el PCE frente a la postrera devaluación de quien apadrinó la democracia por mor de cacerías de elefantes y una destapada galería de amantes. Al mármol de Suárez siempre le chirriaron algunas grafías del cincel. Y no precisamente la solemnidad de una frase rotunda que define su legado («La concordia fue posible»), sino la innecesaria modestia de su tratamiento. Reza su tumba «ex presidente del Gobierno» cuando la trascendencia se mofa de ese acotamiento. En San Pedro están enterrados gran parte de los 265 obispos de Roma, y no se frecuenta en sus lapidarios la condición de ex Papa. Y quién era el guapo, entre los más recalcitrantes seguidores del Régimen, que en la losa del Valle de los Caídos hubiera aconsejado burilar el prefijo ex al pomposamente sacralizado caudillo de España. Cien actos para cincuenta años. Dos por uno, como en el Carrefour. Cincuenta años de libertad es el lema que ha elegido Moncloa para conmemorar la media centuria de la muerte del dictador. Una agenda tan cargada puede entenderse como una estrategia prosopopéyica del Gobierno para desviar la atención sobre temas lacerantes. Pero en cualquier caso no puede obviarse el simbolismo de este año, una fecha que supuso un viraje trascendental en la vida de los españoles y a la que la derecha con vocación de Gobierno y sentido de Estado no puede ningunear. Es posible que este Gobierno de coalición amague con zancadillas a la Corona, como cuestiones de agenda que le impidan sumarse a estos eventos. Con ello se azuza una apócrifa legitimación franquista de la monarquía y se embuchan las aspiraciones republicanas de un sector del espectro parlamentario. Este medio siglo debería ser un momento de introspección para todos los ciudadanos de este país, incluso para quienes vindican que no se sienten españoles gracias a este régimen constitucional que permitió exhibir las libertades y expresar las diferencias, sin desquites ni cunetas. No utilicen la polarización como moneda de cambio, ni manchen esa concordia que hoy suena tan lejana como un mester de juglaría.

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