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  • Historia, memoria, verdad. El desafío de seguir preguntando

    Parana » Pagina Politica

    Fecha: 07/01/2025 04:35

    “Mi nombre es Miriam Liliana Lewin de García. Nací el 27 de noviembre de 1957 en Capital Federal. El siguiente relato constituye el testimonio de mi secuestro por la Fuerza Aérea y de mi permanencia, primero en un centro de detención clandestino a cargo de esa fuerza, y luego en la Escuela de Mecánica de la Armada”. Así se lee en la letra romana de una vieja máquina de escribir. El papel amarillento, escaneado, es el de la primera página de una veintena que reúne el documento. Es el testimonio que la periodista aportó ante la Comisión Nacional sobre Personas Desaparecidas creada por decreto de Raúl Alfonsín de 1983, base del Juicio a las Juntas. Se lo puede leer en un vínculo de acceso libre (por ahora) para quien quieran verlo. Es parte de los miles y miles de documentos que integran el Archivo Nacional de la Memoria. La institución, creada en 2003, reúne documentos, fotografías, registros audiovisuales, listados, actas. Fue creado para “analizar, clasificar, duplicar, digitalizar y archivar informaciones, testimonios y documentos acerca del quebrantamiento de los derechos humanos y las libertades fundamentales en que esté comprometida la responsabilidad del Estado Argentino” a lo largo de su historia. Con vaivenes, el “nunca más”, el arribo a la verdad y la protección de todo dato arrancado a la oscuridad ha sido política de Estado a lo largo de 40 años, hasta diciembre de 2023. Hoy, el Archivo Nacional de la Memoria está cerrado, junto con el Centro Cultural “Haroldo Conti”, dos instituciones alumbradas en el predio recuperado de la ex ESMA. Está cerrado. Y sus trabajadores despedidos, cesanteados o impedidos de continuar con su labor. *** Cada texto lleva entre sus letras las marcas del presente en que fueron escritos. Por estos días, alguien pasa el plumero por la biblioteca. Encuentra un libro pequeño, ajado, con la tapa dañada con un tijeretazo. Parece una prueba de edición muy casera. “Seminario política y psicoanálisis” dice el ejemplar con letras apretadas, en el lomo finito, color blanco. Gladis Martínez baja de la escalera, repasa rápido el libro, lo ojea, confirma su valor, lo presenta: “Esto lo hicimos con la Asamblea Psicoanalítica de Paraná. Acá está todo el 2001”. Lo presta, con miles de cuidados. “No sé si queda otro de estos. Editamos poquitos”. Marcas del 2001. Seguían entonces vigentes las leyes de Obediencia Debida y Punto Final. Los Indultos habían garantizado completar la impunidad. El Archivo Nacional de la Memoria que hoy controla personal policial no se había creado en 2001. La verdad se atesoraba en fondos particulares, en los archivos de los organismos de Derechos Humanos, de los partidos, los sindicatos, o se desdibujaba sin orden, a oscuras, en anaqueles de oficinas públicas. En Página 15 del libro de Gladis, este ejemplar que hay que cuidar como huella, como historia, como archivo, se publica el artículo “Las llagas de la memoria en la argentina del posgenocidio”. La autora, la psicoanalista Verónica Streiger, sugiere que “quizá pueda ayudar a entender el tema de la memoria y sus intrincadas relaciones con la política, conocer en qué consistía el trabajo rutinario y gris de Winston Smith” protagonista de la novela 1984 de George Orwell. “Le encomendaron realizar una ‘corrección’ en un número del Times aparecido varios meses antes”, enmarca Streiger y cita la obra de Orwell: “En cuanto se reunían y ordenaban todas las correcciones que había sido necesario introducir en el número del Times, volvía a ser impreso. El ejemplar primitivo se destruía y el corregido ocupaba su puesto en el archivo. Diariamente y minuto por minuto, el pasado era puesto al día. Toda la historia se convertía en un palimpsesto, raspado y vuelto a escribir. En ningún caso habría sido posible demostrar la existencia de una falsificación”. “Leer esta novela hoy, año 2002, produce escalofríos porque uno no sabe si está leyendo un libro de ciencia ficción, un libro de historia o simplemente el diario del día”, afirma Streiger en el texto, en aquel presente en que menciona a Domingo Cavallo, a Sergio Montiel, retocando la ley y la Constitución en aquella Argentina en pedazos. 1984 vuelve a dar escalofríos 22 años después. *** Streiger expone, con 1984 en mano, la exhibición gráfica de un concepto: “aphánisis”. La autora cita a Juan Ritvo (en La memoria del verdugo y la ética de la verdad) que define que aphánisis “significa hacer desaparecer, tornar invisible, suprimir, alejar (…). Es una forma radical del núcleo de la perversión. Reducir todo lo que es a una cantera de sal, primero, para luego convertirlo en una nada (…) una marca que tiene la pretensión monstruosamente absoluta de no dejar ninguna huella, ni en el lenguaje ni en la materialidad del mundo”. Algo de eso se lee también en el testimonio de Miriam Lewin que todavía resguarda el Archivo Nacional de la Memoria. Cuenta en detalle el modo en que funcionaba “La Pecera” en la ESMA, en tiempos del Terrorismo de Estado, bajo el mando de Emilio Massera. “Funcionaba en el tercer piso. Había una biblioteca formada por libros robados en los allanamientos, un archivo de publicaciones, una oficina de prensa. (…) Durante mi permanencia en la ESMA trabajé en el laboratorio de audiovisuales y luego fui asignada a la oficina de prensa de La Pecera. Allí se producían notas para su difusión por Canal 13”. Contar “la historia”, escribir “la verdad” en condición de secuestrado, desaparecido, habitante de un centro clandestino de detención. La víctima, Lewin, pudo contarlo ante la Comisión Nacional creada por Alfonsín y su testimonio está, todavía, en el Archivo Nacional de la Memoria fundado por Néstor Kirchner. Memoria, historia, verdad. Las huellas de esos presentes en los textos, textos que sustentan parte de la identidad. *** Distintos presentes han dejado marcas acerca de diferentes maneras de leer la historia y de hacer memoria. Redacciones cautivas, de Horacio González, es la historia de un editor de un diario, secuestrado en tiempos de la dictura. El personaje, en esa condición, engrillado, y junto a otros detenidos- desaparecidos, debe sacar cada mañana un diario que polemice con el que fue suyo. Cada día, una publicación nacida de una redacción que bien puede haber sido “La Pecera” que describe Lewin. La novela lleva a la ficción lo que fue un debate sostenido en la Argentina acerca de las distintas miradas sobre el Terrorismo de Estado y sobre la actuación de las organizaciones armadas. Una se escribió en el prólogo a la edición de 1984 del libro Nunca Más, atribuido a Ernesto Sábato; otra, se plasmó luego, en tiempos del gobierno de Kirchner, en la nueva tirada del libro que empezó a circular en 2006. Memoria, historia, verdad. El Archivo Nacional de la Memoria es registro de los hechos y de las distintas miradas que sobre los hechos se han formulado en el país. Ese archivo que hoy “custodia” personal policial. Aphánisis como amenaza. “Voy a terminar con una cita que me gustó mucho porque creo que plantea otro destino posible para los sujetos que el de Winston Smith”, propone Streiger en 2002 y actualiza, para el presente, un desafío inexcusable ante la amenaza: “En la tradición hebrea, el Talmud cuenta que al nacer todo niño trae consigo la historia de la humanidad. Pero al cabo de su llegada, un ángel lo besa en la boca y le hace olvidar para permitirle construir su propia vida. Será ya la vida con otros, lo que determinará qué deberá olvidar, qué deberá recordar. Ya no cargará con la memoria, sino con el mandato de interrogarla”. Fuente: Página Política

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