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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 06/01/2025 04:31
Gabriel Machado es el hombre detrás de algunas de las fotografías más icónicas de las grandes estrellas. Este artista podría haber sido solo un chico más de La Tablada, ese barrio humilde en el oeste del conurbano bonaerense. Pero los sueños de Gabriel no cabían en el horizonte pequeño de una infancia bañada en un tacho de agua caliente en el patio de su casa. Su ojo capturó los rostros de Cher, Al Pacino, Kate Moss, Susana Giménez y Valeria Mazza. “Mis sueños me ganaron a lo que yo pude haber soñado”, dice él, con una voz que todavía arrastra la cadencia del barrio en una entrevista con Infobae para la sección La Escalada. Cada nombre que menciona, cada logro que relata, está impregnado de una mezcla de incredulidad y orgullo. En la cúspide de su carrera, Gabriel recuerda las producciones que lo marcaron: la portada de dos discos de Cher, o la noche de Año Nuevo que pasó con Al Pacino en Buenos Aires. “Había venido por seis días a Argentina para los shows en el Teatro Colón. Terminé recibiendo el año con él. Pensar eso. Un chico de barrio con Al Pacino.” Lo que define a Gabriel es la forma en que esas historias parecen rozar lo irreal, como si hubieran sido escritas para una película. Pero no hay ficción aquí. Solo un fotógrafo que se atrevió a soñar en grande y hacer de su cámara un puente entre mundos. Su ojo capturó los rostros de Cher, Al Pacino, Kate Moss, Susana Giménez y Valeria Mazza (Candela Teicheira) En La Tablada, un barrio de casas bajas y calles que despertaban al eco de los pasos de los obreros camino a la fábrica, Gabriel Machado creció viendo a su padre salir de madrugada hacia el matadero municipal de San Justo. “Éramos todos iguales ahí, obreros, gente de trabajo. Me bañaba en un tacho con agua caliente, porque no había más que eso. Éramos humildes, pero felices”, recuerda Machado. Machado es hijo único y su niñez estuvo marcada por la sencillez y el sacrificio. Mientras los demás niños pedían pequeños lujos, Gabriel imaginaba sin límites. “Los sueños me ganaron a lo que yo pude haber soñado”, dice. El contraste entre ese origen modesto y los escenarios en los que más tarde se movería —casas en Malibú, fiestas exclusivas, sets con íconos globales— nunca lo dejó olvidar de dónde venía. Esa conexión con sus inicios fue también su motor. “Mis padres me enseñaron que el trabajo y la humildad son todo. Eso no lo podés perder, por más alto que llegues”, explica Gabriel. Desde chico, Gabriel mostraba una chispa distinta. Era curioso, creativo, y aunque su entorno no ofrecía muchos recursos, esa imaginación encontró una forma de sobrevivir. “A veces pienso en La Tablada, en ese barrio, y no sé cómo, pero todo empezó ahí. Entre esas casas bajas y las calles llenas de vida”, dice. Allí, en medio de lo cotidiano, se gestaba el fotógrafo que un día capturaría a las grandes estrellas del mundo. Machado es hijo único y su niñez estuvo marcada por la sencillez y el sacrificio (Candela Teicheira) La fotografía no fue un destino evidente para Gabriel Machado. Antes de sostener una cámara, sostenía pinceles. En el McDonald’s del Paseo La Plaza, junto a su amigo y ahora hermano de la vida, José Cicala, pintaba carteles y letras para la entrada del local. “Estudiábamos publicidad, pero terminamos ahí, pintando. Éramos dos chicos de barrio buscando algo más. Hasta que un día dijimos: ‘Vamos a probar con la fotografía’. Así, sin saber nada”, relata. El salto al mundo de la imagen fue tan improvisado como audaz. Alquilaron un estudio minúsculo, apenas un ambiente donde la distancia para una toma completa no alcanzaba. “Teníamos que abrir la puerta del estudio y meternos en el consultorio del odontólogo de al lado para hacer fotos de cuerpo entero. Era surrealista, pero empezamos así”, recuerda, entre risas. El destino les sonrió en la forma de un encuentro fortuito. Ricardo Piñeiro, líder de una agencia de modelos muy reconocida en la década del 90, pasó un día por la puerta del estudio. José, sin titubear, lo abordó: “Somos fotógrafos”. Esa pequeña mentira piadosa les cambió la vida. Piñeiro les dio su primera gran oportunidad: crear los books de las modelos de su agencia. “De repente, estábamos haciendo las fotos de las chicas que luego desfilaban en las pasarelas más importantes. En siete meses, ya éramos ‘los fotógrafos’.” La dupla Machado-Cicala tomó Punta del Este como un trampolín hacia el reconocimiento. Allí presentaron su primer trabajo para el mundo de la moda. “Éramos unos improvisados, pero lo hacíamos con tanta pasión que la gente lo veía. No sabíamos cómo, pero siempre encontrábamos la forma de lograrlo.” Desde ese momento, las puertas comenzaron a abrirse. El chico que no sabía nada de fotografía estaba a punto de conquistar la industria. Pero llegaría otro día que le iba a cambiar la vida a Machado. Fue cuando recibió el llamado Cher para contratarlo como fotógrafo (Candela Teicheira) Pero llegaría otro día que le iba a cambiar la vida a Machado. Fue cuando recibió el llamado Cher para contratarlo como fotógrafo. “Al principio pensé que era un chiste. ¿Cher? ¿Yo? ¿Qué posibilidad había?”, dice, todavía sorprendido al recordarlo. Pero el trabajo era real, y pronto estaba en un avión rumbo a Malibú para reunirse con la artista en su casa. La conexión surgió a través de Loree Rodkin, diseñador y amigo en común entre Cher y Lucila Solá, ex pareja de Al Pacino y amiga cercana de Gabriel. “Loree le mostró mis fotos a Cher, y ella dijo: ‘Quiero que este fotógrafo me haga las fotos’”. Ese encuentro derivó en una producción que Gabriel describe como la más intensa de su carrera. “Fueron 23 horas. Arrancamos a las diez de la mañana y terminamos a las nueve del día siguiente.” La grandeza de Cher no se limitó a la sesión. Cuando Gabriel necesitó un aval para trabajar en Estados Unidos, Cher no se conformó con firmar una carta formal. Escribió, de su puño y letra, una carta describiendo la experiencia de trabajar con él. “Cuando vi esa carta, no lo podía creer. Estaba firmada ‘Cher’, y decía cosas como: ‘Los elegí por esto, por lo otro…’. Esa generosidad es algo que siempre voy a recordar.” El cambio llegó silencioso pero implacable. Para Gabriel Machado, quien había visto la fotografía crecer como un oficio artesanal y meticuloso, la llegada de las redes sociales fue un terremoto que alteró todo. “Antes, hacer una campaña publicitaria era como un ritual. Pasabas por una agencia enorme, luego venía el casting de modelos en lugares como los de Piñeiro o Dotto, después el estudio fotográfico y, finalmente, las editoriales que publicaban las fotos. Hoy, todo eso cabe en un celular”, dice, con una mezcla de asombro y resignación. En un mundo donde un clic en el celular puede reemplazar semanas de producción, Gabriel sigue apostando por el valor de la conexión humana, de las historias que se cuentan a través de una imagen (Candela Teicheira) El embudo de las redes sociales comprimió el mundo de la fotografía profesional a un punto crítico. “Ahora una marca puede elegir a una influencer como Zaira Nara o Pampita, y listo: se sacan la foto en su baño con el celular y esa es la campaña. No hay estudio, no hay producción, no hay revistas. Y para las marcas, funciona. Llegan a más gente con menos costo.” A pesar de esta transformación, Gabriel no se aferra a la nostalgia. Reconoce que el celular y las redes democratizaron la fotografía y permitido que más personas se expresen. Sin embargo, subraya la importancia de la calidad y el valor de un ojo entrenado. “Sigue siendo arte, aunque ahora esté en manos de todos. Pero el ojo que capta una imagen única, eso no lo tiene un celular.” En un mundo donde un clic en el celular puede reemplazar semanas de producción, Gabriel sigue apostando por el valor de la conexión humana, de las historias que se cuentan a través de una imagen. “La fotografía no es sólo técnica, es emoción. Es capturar algo que trascienda, que hable de quién sos, de lo que querés contar. Eso no lo cambia ninguna tecnología”, sostiene. “Si un chico de La Tablada, que se bañaba en un tacho y no sabía nada de fotografía, pudo llegar hasta donde llegué yo, cualquiera puede hacerlo. Solo necesitas creer en tus sueños y trabajar por ellos”, revela Machado. Gabriel también transmite un mensaje claro sobre la evolución: “No podés quedarte en lo que eras, tenés que adaptarte. Eso no significa dejar de ser fiel a tus principios, sino encontrar la manera de aplicarlos en este nuevo mundo.” Hoy, mientras reflexiona sobre su carrera, ve cada desafío como una oportunidad. “No sé qué me depara el futuro, pero lo que sí sé es que siempre voy a buscar la manera de seguir haciendo lo que amo: capturar momentos que importen, que cuenten una historia”, sostiene. Así, Gabriel Machado continúa iluminando el mundo con su lente, recordándonos que detrás de cada imagen hay una vida, un sueño, y un hombre que nunca dejó de creer.
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