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  • Las aventuras de Jorge Pérez Companc en el Rally Dakar: del escape de terroristas en África al “espionaje” ruso

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 05/01/2025 20:32

    Jorge Pérez Companc y su hijo Cristóbal, a bordo de su camioneta La familia Pérez Companc es muy fierrera. El recordado Gregorio, uno de los empresarios más importantes de Argentina, les transmitió a sus hijos la pasión por el automovilismo y ellos corrieron en autos: “Todos demostraron condiciones y se destacaron”. Jorge, el mayor de ellos, junto a su hermano Luis, se animaron a la gran aventura que fue correr el Rally Dakar en África. Lo hicieron con una Toyota Land Cruiser HDJ 80 y fueron los primeros argentinos en completar la carrera más dura del mundo. Hoy revive aquella odisea, pero con su hijo Cristóbal, con una camioneta similar y con la suspensión usada hace un cuarto de siglo. Los Pérez Companc compiten en la categoría Dakar Classic, destinada a autos, camionetas y camiones utilizados hasta 2005. Este año hay 95 vehículos. La mayoría son réplicas, pero “lo importante es cómo se busca mantener viva la historia de la legendaria competencia” iniciada el 26 de diciembre de 1978 y que en aquella época se llamaba París-Dakar. La presentación de las máquinas es impecable y tienen todos los detalles de entonces. Es una carrera de regularidad y navegación. A diferencia del Rally Dakar, donde ganan los pilotos más rápidos, en el Dakar Classic no se trata de ser el más rápido, sino de ser el más cercano al tiempo asignado para la etapa por los organizadores, por lo que se trata de una prueba de puntualidad y navegación. Jorge el año pasado abandonó con José María Volta, experimentado navegante de rally. Ahora busca completar la carrera. Infobae habló con él: tiene ricas historias de su participación en el Rally Dakar. De aquella participación en el arranque del tercer milenio, cuenta que “fue la única vez que se corrió por todo el norte de África. Fueron 28 días, cuando generalmente se corren dos semanas. Fuimos los primeros argentinos en llegar después de un esfuerzo enorme, porque de hecho le arrancamos todo el tren delantero a la camioneta. Fue, sobre todo, un ejercicio mental muy grande”. Correr en algunos lugares de África conllevó algunos episodios especiales como escapar de terroristas. “En Mali nos avisaron de que la carrera se suspendía y que se continuaba en Libia. Entonces la organización alquiló unos aviones Antonov y en cuatro días hicieron un puente aéreo. Creo que fue Burkina Faso a Libia, salteando Mali por los terroristas. “El despliegue fue descomunal, ver cómo la organización subía todo en estos aviones gigantescos fue una experiencia increíble”. Así es la camioneta Toyota de Jorge Pérez Companc Sobre cómo se lanzó a aquella historia, recuerda que “siempre con mi hermano fuimos los dos muy aventureros. Nos gustan mucho los desafíos y tenemos un lem: ‘Nada es imposible, todo hay que intentarlo’. La idea era tratar de ver qué era lo que podíamos hacer juntos, más allá de que nos demandara un esfuerzo gigantesco. Y lo logramos. Nos costó mucho, desde lo mental y lo físico, pero llegamos y también fue muy bueno ser los primeros argentinos en conseguirlo. A partir de ahí, a mí me quedó mucho esto de las carreras, sobre todo largas, duras, difíciles y en lugares inhóspitos, algo que me divierte mucho”. Para los argentinos, correr en el Rally Dakar era casi una utopía por las distancias, dinero, la poca información y con una Internet que estaba en pañales: “En ese momento nos enterábamos por los diarios. Empezamos a hacer todos los trámites y compramos una camioneta en Italia, una Land Cruiser que de hecho la terminamos ploteando dos días antes, porque iba todo estándar. El desafío era ese, ir con una camioneta muy, muy estándar, con muy poca organización. De hecho, éramos nosotros y dos mecánicos que llevamos de Argentina. Ellos fueron en un camión Unimog que nos acompañó durante toda la carrera”. Si bien cumplieron con el objetivo de “dar la vuelta”, como se define al hecho de completar la competencia, afirma que no repetiría algo así en la categoría autos. “Viendo para atrás, nunca más lo volvería a hacer. Ya estoy grande, estoy por cumplir 60 años y me gusta, aunque sea en esta locura, tener un poquito de confort y un poco más de certeza mecánica. Pero es parte de la aventura”. En 2016, ya con la carrera instalada en Sudamérica y con nuestro país como uno de sus epicentros, otra vez hizo historia al integrar la única tripulación argentina en conseguir un podio, ya que fue tercero junto al piloto Federico Villagra, quien es múltiple campeón del Rally Argentino, y Andrés Memi. “Federico es un monstruo y Andrés es un genio en la arena”, subraya. Cristóbal y Jorge se asoman en la Toyota luego de completar la primera etapa del Rally Dakar Esa tripulación tomó un rol protagónico importante, al punto que el equipo a batir, que era el de los rusos de Kamaz, hizo todo lo posible para complicarlos: “En la siguiente carrera nos volvieron locos. De hecho, en las dos últimas etapas nos pusieron uno de sus camiones para taparnos”, confiesa. “En esa edición les corrimos a los rusos y a De Rooy. En la última etapa veníamos ganando la carrera y se nos cortó un flexible del freno y el camión trabó las gomas. Tardamos más de una hora para destrabarlas y ahí nos pasó uno de los Kamaz. Pero hasta ahí veníamos peleando de igual a igual”. Los rusos los siguieron complicando y el piloto de Escobar revela que “Kamaz era una organización que venía para ganar como fuera y nos enloquecieron”. Nos miraban todo el tiempo. Pusieron una camioneta de asistencia en la ruta para que nos siguiera, algo que estaba permitido. Parábamos a tomar una gaseosa en una estación de servicio y nos filmaban. Fue muy loco, sobre todo buscando que cometiéramos un error. La verdad que a esa altura nosotros también nos divertimos muchísimo y yo creo que eso también les molestaba. Porque los tres somos muy amigos y disfrutamos mucho arriba del camión”. Aunque esas situaciones lo hicieron dar un paso al costado en cuanto a ese nivel de competencia. “Esas historias fueron el quiebre para no volver a correr profesionalmente o con la presión brutal de correr. Era una locura estar metido ahí adentro porque la presión es brutal. De repente nos encontramos adelante peleando con estos genios, y es un lindo recuerdo, pero no lo volví a repetir porque físicamente me dejó bastante mal. Tuve problemas con las vértebras del cuello”. Ahora participa en la divisional de los clásicos, en un ambiente más relajado: “Nos anotamos en la regularidad de alta velocidad. Entonces, es una mezcla de correr el Dakar grande, sin la velocidad o sin la locura de la competencia feroz entre todos. Acá tiene su tiempo y es “un desafío ir rápido con la regularidad. La dureza es igual porque las dunas son las mismas, los caminos son terribles, pero el riesgo se reduce brutalmente”. El Iveco con el que logró el podio en camiones en 2016 junto al piloto Federico Villagra y Andrés Memi (AP 162) Acerca de correr con su hijo, explica que “es todo un desafío”. Ya veremos después de estos 15 días, pero vengo con toda la ilusión de disfrutar con él. Hicimos una prueba en Marruecos y la pasamos muy bien. La idea es tratar de llegar al final y pasarla bien; no tener problemas y no amargarnos. Y porque en el Dakar siempre hay uno o dos días que son una ‘tragedia’ y hay que superarlos”. No extraña el automovilismo de alto nivel y la regularidad lo atrapó: “Descubrí un mundo nuevo. También corro con una cupé Chevrolet ’39, similar a la que corrió Juan Manuel Fangio en el TC y en mayo me voy a correr la Pekín-París, también con mi hijo. Son 38 días, así que nos vamos a divertir mucho”. El desafío que les espera consta de 14 mil kilómetros con vehículos fabricados hasta 1976. Salvando las distancias, los Pérez Companc revivirán lo que fue la mítica Buenos Aires-Caracas, la carrera más emblemática del TC, y que tuvo 9.576 kilómetros en 1948. “Será sin ayuda mecánica y nosotros tenemos que hacer las reparaciones con todo lo que está arriba del auto, caso contrario, no está permitido. Es un revival de eso, pero con otros autos, con algunos un poco más modernos”. Jorge, con la Toyota Land Cruiser HDJ 80, en el parque de asistencia en Bisha, donde comenzó la carrera en Arabia Saudita Además de Jorge, Luis corrió en el Mundial de Rally y suele probar una Ferrari F2004 usada por Michael Schumacher el año de su séptimo y último título de F1. Su hermano menor, Pablo, también corrió y en 2009 fue campeón del GT 2000, hoy llamado Sport Prototipo. El legado continúa con su otro hijo, Ezequiel, quien también es piloto y hace cuatro años tiene un equipo que se llama Madpanda Motorsport. Está radicado en Barcelona y se dedica a alquilar autos de carrera. Sobre por qué todos los Pérez Companc no desentonaron cada vez que se subieron a un auto de carrera, sostiene que “creo que lo llevamos en la sangre. Tenemos la suerte de poder hacerlo seriamente y muy profesionalmente”. Cada proyecto que hemos encarado, tanto mis hermanos, como mis hijos y mi sobrino, lo hemos hecho con el mayor nivel de seguridad y preparación. No es un hobby, sobre todo porque uno corre el riesgo de perder la vida y entonces no tiene sentido hacer algo si uno no lo hace profesionalmente”. Lejos del aquel riesgo de hace 25 años en África, cuando con su hermano marcaron un hito al ser los primeros argentinos en completar el Rally Dakar, hoy Jorge Pérez Companc se toma las cosas más relajadas, busca pasar un buen momento junto a su hijo, pero lo encara con el compromiso necesario para llegar a la meta en Shubaytah el viernes 17 de enero.

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