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» El litoral Corrientes
Fecha: 05/01/2025 17:44
En los papeles esta etapa se presenta como diferente. Habitualmente cuando las urnas se asoman en el horizonte la conducta política se exacerba y todo gira entonces en torno al modo en el que los oficialismos operan para inclinar la balanza a su favor y traducir cada acción en apoyo popular. El manual tradicional de la demagogia más elemental invariablemente se pone en práctica y despliega todos sus perversos artilugios para construir un triunfo abrumador que permita sostener el poder de turno y continuar gobernando sin tropiezos a la vista. Esta dinámica en la historia no distingue partidos. Unos y otros lo han hecho con matices distintos, pero con modalidades muy similares a la hora de plasmar esos esquemas en lo pragmático y en lo territorial. Mucho montaje plagado de espectacularidad, discursos inexorablemente encendidos y como actor central casi siempre un desparramo de recursos especialmente estatales que intentan seducir voluntades apelando al clásico clientelismo que funciona segmentadamente para casi todos los estratos sociales. En esta ocasión todo parece indicar que la estrategia será bastante disruptiva. Más ajuste al gasto público, reformas necesarias, pero en ciertos casos poco simpáticas y un estilo potente no suelen conformar una receta propagandística que recomendarían las estructuras clásicas. Sin embargo, el escenario que se avecina amenaza con transitar ese sendero tan insólito como audaz. Todo esto sucede mientras la mayoría de los especialistas concuerdan en vaticinar un período de bonanza. Inflación en descenso, reactivación económica, caída del riesgo país, expansión del crédito, llegada de flamantes inversiones y crecimiento del PBI, son solo una parte de lo que se espera con ansiedad y entusiasmo luego de tantas secuenciales desilusiones. Ningún experto sostiene que la política pueda hacerle una zancadilla a la economía. Muy por el contrario, casi todos los analistas coinciden que con estas singulares perspectivas el gobierno se encamina a lograr un acompañamiento ciudadano relevante con el consecuente impulso que eso implicaría de cara al futuro. Los pronósticos hablan de expectativas económicas muy favorables y esto parece casi unánime e inevitable. En lo político se vive en otra dimensión con partidos y alianzas buscando un norte, con dirigentes de larga trayectoria tratando de decodificar el presente. Los espacios políticos aspiran a armarse para lo que viene, pero insisten demasiado con “leer” lo que está aconteciendo con un prisma obsoleto, con códigos antiguos, muchos de los cuales están siendo desafiados por millones de un modo contundente. Los que antes creían saberlo todo ahora no consiguen descifrar lo que está pasando. En ese complejo contexto los estrategas hacen un esfuerzo gigantesco para interpretar encuestas calculando lo que eventualmente regirá el mecanismo con el que las personas tomarán finalmente la decisión de emitir su sufragio en una dirección u otra. Es increíble pero los más avezados están cometiendo errores de principiantes. Siguen sacando conclusiones amparados en el “peso relativo” de cada espacio ignorando la enorme trascendencia de los candidatos. Otros presumen que un aval oficial los convierte en ganadores imaginando que el líder puede trasladar su valoración cívica linealmente. Habrá que aclarar que muchos sienten la tentación de hacer apreciaciones absolutamente livianas bajo el pecado original de estar burdamente sesgadas por sus preferencias. No están completamente convencidos de esa visión, pero indudablemente ese marco teórico les permite trepar en la pirámide y por lo tanto avalan esa mirada muy conveniente para sus fines. El paradigma de las intrigas lamentablemente sigue vigente. Las especulaciones ni siquiera son genuinas. Son planteadas para influir, para ser consideradas por los más poderosos y otras veces premeditadamente plantadas para distraer o para inducir posturas que culminan pésimamente. Ese arsenal es heredado de la vieja política. Sus cultores harán lo imposible por imponer esta regla de oro. Se sienten muy cómodos jugando ese juego. Son maestros aplicando esa lógica tan ruin como inmoral. Sus formas los delatan. Son el pasado intentando abrirse paso en un mundo que quiere ser diferente. Cuando se observa a un “político” apelando a prácticas abominables eso debería ser suficiente para descartarlo. Una mala persona jamás puede generar el bien a la comunidad en la que vive. Esos siniestros personajes no están preocupados por el porvenir de la gente, sino por tener la oportunidad de aplastar a otros y quizás también de enriquecerse personalmente apropiándose de lo ajeno a cara descubierta. Estas afirmaciones no son meras teorías sino que son el fruto de la evidencia empírica, de décadas de políticos deshonestos, esos mismos a los que la sociedad hace poco tiempo increpó con hostilidad, desprecia con todo su ser y no los quiere de nuevo gobernando ni de casualidad.
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