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» Elterritorio
Fecha: 05/01/2025 09:43
De la mano de cocineras tradicionales se expanden el cuidado de la tierra, herencia en forma de recetas y costumbres que hacen a la identidad de toda una región domingo 05 de enero de 2025 | 6:08hs. La cocina es cultura y herencia viva y en parte, debido a su ligazón a las tareas domésticas, fueron y son las mujeres las que sostienen esta transmisión, nutriendo y cultivando mucho más que los estómagos, los paladares y las almas, generación tras generación. Por eso, sin sensiblerías, volvemos a escudriñar algunas cocinas misioneras para reconocernos en ellas. Así, toda relación con la comida y el hogar que volvamos a referir en este medio, que podamos repetir cual agencia de marketing que apela a la nostalgia, toda ese concepto de comfort food, que a cada cultura claramente es diferente, es el hilo que buscamos apenas deshilvanar en estas páginas. Historias que se replican en la piel y voz de protagonistas reales, entendiendo que los tiempos de fiestas y vacaciones son complejos para encontrarse a contar historias y que en pocas líneas no resumimos siquiera el mínimo bagaje de cocineras que se replican en cada aldea, mercado, feria franca, club social, chacra, colectividad... en cada familia. Con recetas clásicas, estas mujeres sostienen la tradición culinaria de una región, unidas siempre a su herencia, a los productos nativos de su tierra y a los hábitos locales. A través de los siglos, numerosos estudiosos han analizado el valor de cada plato y su valor cultural. “Algunos autores han querido ver en estas normas culturales de clasificación y combinación de los alimentos una verdadera ‘gramática’ porque estas reglas enlazan a los alimentos para formar las cocinas propias de cada pueblo así como las reglas gramaticales enlazan las palabras para formar oraciones propias de cada idioma. Y al igual que el lenguaje, la cocina marca a los pueblos y a los sujetos y les da un sentido de pertenencia e identidad”, refleja Patricia Aguirre en las primeras páginas de su obra Ricos flacos y gordos pobres: la alimentación en crisis. Por eso, el simple acto de comer y cocinar desarman un universo de simbolismos que se pueden analizar ad aeternum. Pero lejos de los claustros antropológicos y cerca de los fogones y las salamandras, aquí las que hablan son ellas, las cocineras, cuentan sus historias, recuerdan la sapidez de su niñez y la necesidad de sostener sus simples y potentes tradiciones. De esta manera se convierten en ejemplo y bastiones que eligen la cocina, como un espacio de resistencia resignificado, ya no de postergación femenina; sino un lugar donde expandir la creatividad, resaltar el legado familiar, volver a la tierra y elevar lo artesanal. Es que muchísimo pasó bajo el puente desde que Doña Petrona alentaba a las amas de casa a preparar las mayores delicias de todo tipo junto a su fiel compañera Juanita. Hoy las redes sociales son un sinfín de propuestas gastronómicas de todo tipo: prácticas, fáciles, glamorosas, históricas, novedosas, cercanas y regionales, lejanas y exóticas. Pero después del furor del pan de masa madre en el obligado aislamiento por pandemia, la verdad es que lo que resiste son esas delicias simples, clásicas que el paladar conoce y no relega. Lo auténticamente sabroso no prescribe, mantiene su frescura y resiste el paso del tiempo a fuego lento. Ahí están los frascos de las ferias francas repletos de pickles, mermeladas artesanales, chipa y caburé al paso después de un paseo, la torta de cumpleaños que nunca falla o un domingo con las albóndigas de la abuela. Un atisbo de esas memorias sensitivas pretende ser expuesto aquí, humildemente casero, pero buscando evocar al menos una pizca de toda esa rica y sabrosa experiencia. Compartí esta nota:
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