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  • Fusión y herencia forjaron un corazón grande y un paladar exquisito

    » Elterritorio

    Fecha: 05/01/2025 09:42

    Productora de alimentos, tiene su sala de elaboración donde manufactura desde pickles y escabeche hasta unas famosas mermeladas. Su ímpetu arrollador contagia amor por la chacra domingo 05 de enero de 2025 | 6:05hs. Como la identidad misma de Misiones, la vida de Ramona Isabel Espíndola está marcada por los contrastes y la mixtura. Hace 30 años que vive en Salto Encantado, otrora Aristóbulo del Valle, y trabaja incansablemente la tierra. Creció en un hogar con una madre de origen correntino-paraguayo y un padre de raíces brasileras que, lamentablemente, se murió muy joven. Su niñez, si bien marcó como humilde, estuvo sazonada con sabores inolvidables: chipa batida frita y tortas fritas que diferenció prudentemente. Ambas recetas se acompañaban con una típica salsa de tomates frescos freídos en ajo, es sólo ejemplo de una de las delicias que su papá adoraba. También en ese cálido hogar, era habitual la sopa de Florencio, un caldo a base de pollo, en ocasiones, con mucho perejil, heredado de su abuela paterna y variados platos a base de porotos. Ramona, junto a su mamá, una de sus influencias culinarias. Entre detalles de preparaciones y anécdotas que abren el apetito, Ramona cuenta que no podían faltar en casa el borí borí de su abuela materna y el mbeyú, algo súper cotidiano. Así se formó su carácter, su paladar, entre chipa guazú en chala sobre las brasas, empanadas de carne cortada a cuchillo con ingredientes y un paso a paso único que nunca volvió a repetirse. “Otra cosa que le digo a mis hijos que también quisiera hacer es una empanada que hacía mi abuela. Tenía una masa casi batida, pero no era batida, era blanda, la ponía en un molde grande y arriba le ponía la carne molida frita con mucha cebolla, con mucha verdura -siempre la carne era picada a cuchillo- y después, sobre la carne le derramaba una salsa de tomate, mucho huevo picado y eso lo asaba en el horno. Nunca en mi vida vi que alguien lo hiciera así”, resaltó sobre la creatividad de su abuela. “Son comidas que quedan en el recuerdo. Uno nunca se olvida de eso”, alertó. Fusión de culturas y expansión Hija de tareferos, su papá falleció cuando ella tenía 12 años y desde entonces se quedó con su mamá y sus cinco hermanos. “Por la situación económica que se vivía yo no podía seguir estudiando, mi sueño siempre fue ser maestra, nunca lo pude lograr… en mi época era todo muy difícil, no había tanta tecnología como hay ahora”, describió. Entonces fue que antes de llegar a la mayoría de edad, ya estaba casada. Y al casarse con un descendiente de ucranianos su paladar debió expandirse todavía más. “No tenía ni noción de lo que era comer varenike o el tocino frito con huevo. Para mí eso era chino. Me sentaba a la mesa y no podía entender que se podía comer eso, porque en mi casa no se comía eso… y el borsch: la sopa de repollo con remolacha era algo que yo decía: ‘están re locos para comer eso’”, comenzó contando Ramona que finalmente terminó adquiriendo e incorporando también esta tradición ucraniana a su mesa familiar. Pickles de pepino, un clásico en la sala de Ramona Espíndola. “Aprendí, aprendí a comer el borsch, que es la sopa de repollo con remolacha, con crema de leche, con mayonesa, con limón, con puchero de chancho... Y el varenike, que es generalmente de ricota pero depende la ocasión y el sistema económico: si no hay leche para la ricota, es de papa o de repollo con caballa y la salsa de cebolla de verdeo con aceite o con la grasa de chancho. Para mí eso fue algo increíble que aprendí a comer, es muy rico y lo hago muy de seguido en mi casa”, remató. Ramona hoy insiste en que trabajar la chacra es lo más dignificante que hay, pero también fue algo que debió aprender al incorporarse a una nueva estructura familiar. “No sabía nada de la chacra, siempre viví en el pueblo, pero aprendí a cultivar la tierra, a cuidar lo que había”, alegó sobre su cambio de vida a los 17 años. Ya con los hijos, vino luego la mudanza a Aristóbulo, hoy municipio de Salto Encantado. Mujeres cooperativas Actualmente Ramona es toda una referente de las emprendedoras de la zona, además de los alimentos que produce en la chacra, elabora mermeladas, panificados, pickles, entre otros deleites y preside una Cooperativa Agropecuaria conformada netamente por mujeres. Siempre alegre, predispuesta y muy amena, se presta a la rica charla y no escatima en detalles de recetas. Es que, entre la chacra y las mesas de las ferias francas, se convirtió en una de las fuertes mujeres que sostienen la memoria culinaria de Misiones. “Yo defiendo mucho la chacra, defiendo mucho la tierra, la producción de alimentos. Lo defiendo tanto que a veces ya los chicos me dicen: ‘mami, te vas de mambo’. Pero yo quiero que todo el mundo quiera a la chacra como la quiero yo, a la tierra… aprender a cultivar, aprender a consumir lo que vos plantás, lo tuyo, y saber que podés también comercializar y vender a otras personas eso que cultivás, sabiendo que uno está vendiendo algo sano, algo único, algo artesanal, hecho con tus manos”, definió con énfasis. Y respetando los tiempos de la tierra, Ramona, hace mermeladas de diversas frutas, acorde a la estación. Ramona vende en diferentes ferias a lo largo del año. Mandarina, limones, naranja, uva, ciruela, mamón, zapallo, guayaba, entre otros y una muy especial: rosella, la más celebrada. Tras probar con diferentes marcas y cooperativas, una joven artesana decidió utilizar únicamente la mermelada de Ramona para sus exclusivos alfajores de rosella. Por eso, con entusiasmo, Ramona levanta la bandera de la producción local y augura que muchos puedan seguir este legado. “Me encantaría que la gente valore ese trabajo artesanal tan único de los pequeños productores misioneros, principalmente de los misioneros, y que dejemos que alguien siga nuestro legado”, anheló y profundizó que la producción “no precisa ser en grandes cantidades sino que por ejemplo las mermeladas pueden ser pocas pero son únicas”. “No vas a conseguir ninguna igual ni en Salta, ni en Tucumán, ni en Río Negro... Son con frutas nativas de acá, de Misiones, es nuestra fruta, nuestra producción, nuestro trabajo”, sentenció orgullosa de vivir en la chacra y alertando que tener acceso a estos alimentos de la tierra, que llegan tan artesanalmente a la mesa, es algo “que no tiene precio”. Como tantas emprendedoras rurales, Ramona encarna un espíritu fuerte que se mantiene esperanzador ante cualquier adversidad. Es con ese ímpetu que busca transmitir saberes, recetas y contagiar ese afán de lucha, ese amor por la tierra. “Siempre estamos luchando para sacar nuestra producción”, graficó sobre las productoras que componen la cooperativa que lidera. Impulsando los emprendimientos de otras compañeras y en definitiva la economía local, Ramona deja su impronta en cada acción que dirige, en cada alimento que transfiere. Agradecida, orgullosamente misionera y con la esperanza de que este legado vivo se reproduzca y siga floreciendo “Queremos trabajar por y para las socias de la cooperativa, por que cada socia de la cooperativa lleva adelante su producción porque ama lo que hace, porque ama la chacra. ¿Qué más pedir? Sólo agradecer a la tierra, tener salud para seguir haciendo lo que nos gusta y poder enseñar a otras personas. Estoy orgullosa de vivir en la chacra, de vivir en Misiones y de ser una pequeña productora de alimentos, pequeñita pero muy orgullosa”, cerró. z Compartí esta nota:

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