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  • Una cámara de 3.200 megapíxeles captará imágenes completas del cielo cada tres noches

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 04/01/2025 12:31

    La cámara de astronomía digital LSST de 3200 megapíxeles -la de mayor resolución en el mundo-, en el Observatorio Vera C. Rubin (REUTERS) La humanidad encontró un nuevo aliado en su búsqueda de respuestas fundamentales: la Inteligencia Artificial (IA). Gracias a su capacidad para procesar grandes volúmenes de datos y descubrir patrones invisibles al ojo humano, la IA está transformando la astronomía moderna. Este avance es particularmente significativo en la búsqueda de exoplanetas habitables, mundos lejanos que podrían albergar vida y responder la eterna pregunta de si estamos solos en el universo. En el corazón de esta transformación se encuentra el Observatorio Vera C. Rubin, ubicado en Chile, cuya construcción comenzó en 2001. Su cámara de 3.200 megapíxeles —la más grande jamás construida— comenzará a capturar imágenes del cielo cada tres noches a partir de 2025. Se espera que su operación genere una avalancha de datos: un millón de supernovas al año, además de información sobre decenas de miles de asteroides y otros objetos celestes. La IA analiza datos celestes a una escala imposible para los métodos humanos tradicionales, revolucionando la exploración del universo y acelerando el descubrimiento de nuevos mundos potencialmente habitables (REUTERS) Este volumen de información marca un cambio de paradigma. Los métodos tradicionales de análisis humano no pueden manejar la inmensidad de los datos, y es aquí donde la IA se convierte en una herramienta indispensable. Con algoritmos diseñados para analizar información en fracciones de tiempo que serían imposibles para un ser humano, la tecnología está abriendo una nueva era de descubrimientos astronómicos. El papel pionero de Hamed Valizadegan y Exominer Un ejemplo destacado del impacto de la IA en la astronomía es el trabajo de Hamed Valizadegan, experto en aprendizaje automático de la NASA. Valizadegan comenzó aplicando algoritmos para estudiar cambios en la visión de los astronautas durante misiones espaciales. Su pasión por el cielo nocturno lo llevó a colaborar con el astrónomo Jon Jenkins en un proyecto destinado a automatizar la búsqueda de exoplanetas similares a la Tierra. Más de 5.600 exoplanetas fueron identificados hasta ahora, aunque la mayoría son gigantes gaseosos o mundos rocosos inhóspitos, lejos de reunir las condiciones necesarias para albergar vida (REUTERS) El resultado fue Exominer, un programa de aprendizaje automático diseñado para analizar las “curvas de luz” de las estrellas capturadas por el Telescopio Espacial Kepler. Estas curvas representan pequeñas fluctuaciones en el brillo de las estrellas, causadas por el tránsito de un planeta frente a ellas. Exominer identificó con precisión 370 exoplanetas previamente desconocidos, desafiando el escepticismo inicial de la comunidad científica. Hasta la fecha, el programa no cometió errores confirmados, consolidándose como una herramienta clave en la astronomía moderna. Desafíos y promesas en la búsqueda de exoplanetas Encontrar un exoplaneta que reúna las condiciones necesarias para albergar vida —como una atmósfera estable, agua líquida y una distancia adecuada de su estrella— sigue siendo un desafío monumental. La Vía Láctea contiene cientos de miles de millones de planetas, pero solo una pequeña fracción tiene características similares a las de la Tierra. Desde el descubrimiento del primer exoplaneta en 1995, la tecnología avanzó significativamente. El Telescopio Espacial Kepler, que operó durante nueve años, observó más de 150.000 estrellas en una pequeña región del cielo. Su sucesor, el Satélite de Búsqueda de Exoplanetas en Tránsito (TESS), lanzado en 2018, amplió la búsqueda a más de 200.000 estrellas cercanas. Hasta ahora, más de 5.600 exoplanetas fueron identificados, pero la mayoría son gigantes gaseosos o mundos rocosos inhóspitos. El potencial de la IA en la astronomía no se limita a la identificación de planetas. Lisa Kaltenegger, astrofísica y directora del Instituto Carl Sagan, trabaja en algoritmos capaces de detectar bioindicadores como agua, hielo o incluso límites rojos, que señalan la posible presencia de vegetación. La revolución astronómica: la inteligencia artificial desentraña los secretos del cosmos, identificando miles de exoplanetas y acercándonos a descubrir una “segunda Tierra” (REUTERS) Muchos algoritmos avanzados, como las redes neuronales en las que se basan herramientas como Exominer, funcionan como una “caja negra”, produciendo resultados precisos sin que los científicos puedan comprender completamente cómo se generan. Pese a ello, los resultados hablan por sí mismos. Para Valizadegan, el uso de la IA no solo es una cuestión técnica, sino también un ejercicio profundamente filosófico. Inspirado por su infancia en Irán y los versos del poeta persa Omar Khayyam, reflexiona sobre el significado de la vida y la posibilidad de que no estemos solos en el cosmos. La búsqueda de una “segunda Tierra” no es solo un esfuerzo por expandir nuestro conocimiento del universo, sino también una exploración de lo que significa ser humano. En un mundo donde los datos son abrumadores y el tiempo limitado, la inteligencia artificial emerge como un puente hacia nuevas fronteras del conocimiento.

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