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  • ¿Qué es el Teria? Un trastorno que también afecta a niños cordobeses

    » Diario Cordoba

    Fecha: 04/01/2025 05:50

    La alimentación de los niños desde que nacen es una preocupación para sus familias porque constituye una de las bases fundamentales para un adecuado crecimiento y para que desde pequeños vayan obteniendo los nutrientes que les permitan contar con la mejor salud posible. Sin embargo, en las últimas décadas han aumentado mucho, entre la población general, pero principalmente entre niños, adolescentes y jóvenes, los trastornos de la alimentación, también llamados trastornos de la conducta alimentaria, que son enfermedades médicas graves, con una influencia biológica, que se caracterizan por alteraciones graves de las conductas alimentarias. Dentro de estos trastornos, los más frecuentes y conocidos son la anorexia nerviosa, la bulimia nerviosa, el trastorno por atracón o ingesta compulsiva y el trastorno por evitación y restricción de la ingesta de alimentos (Teria). La psicóloga clínica del hospital Reina Sofía Pilar Martín Borreguero. / CÓRDOBA Características del Teria En el caso concreto del Teria, la psicóloga clínica del hospital universitario Reina Sofía de Córdoba Pilar Martín Borreguero, especialista de la Unidad de Salud Mental Infanto Juvenil (Usmij), señala que hace unas décadas se conocía este trastorno como fobia a los nuevos alimentos, pero destaca que, ya en la década de los 90, en el Reino Unido, país en el que esta experta trabajó y se formó durante varios años, se empezó a denominarlo Teria. Pilar Martín señala que en la población infantil y juvenil en general este trastorno por evitación y restricción de la ingesta de alimentos afecta a entre el 1,9% y el 3% del total de este colectivo, subiendo el porcentaje de incidencia al 40% en la población con trastorno del espectro del autismo (TEA). Con respecto al total de trastornos alimentarios, el Teria equivale al 14% de los mismos y en Córdoba se han atendido varios casos. Además, sobre un 17% de personas con trastorno obsesivo compulsivo (TOC) también presentan esta problemática y casi un 10% de las personas con ansiedad. «Los profesionales sanitarios que trabajamos con niños con autismo sabemos que existe un elevado número de casos de pacientes con este trastorno que presentan Teria, pero también comprobamos que otros niños sin TEA también sufren esta evitación y restricción en la ingesta de alimentos», explica Martín Borreguero. Nños almuerzan en un comedor escolar. / CÓRDOBA Raíz genética Esta psicóloga clínica de la Usmij del Reina Sofía apunta que los pacientes diagnosticados con Teria «no son caprichosos», sino que sufren un problema grave de alimentación que se encuadra dentro de los trastornos psiquiátricos, aunque estén integrados dentro de la población general. Martín precisa que estudios llevados a cabo en Suecia han revelado que el Teria es una patología con una carga genética importante. En concreto, dichas investigaciones reflejaron que el 70% de riesgo de padecer esta enfermedad estaba determinado genéticamente, porque bien el padre o la madre presentaban la misma sintomatología cuando eran pequeños. Sin embargo, a diferencia de otros trastornos relacionados con la alimentación, la afectación del Teria suele ir disminuyendo significativamente cuando quienes lo presentan en edades tempranas llegan a la etapa adulta, aclara. El trastorno por evitación y restricción de la ingesta de alimentos se suele diagnosticar entre los 2 y 3 años, cuando se aprecia que estos pequeños tienen mucha dificultad para pasar de la comida triturada (purés) a la alimentación entera. En el caso de la población con Teria hay que delimitar como tres subgrupos, detalla Pilar Martín. El primero precisa, sería el más numeroso y del mismo forman parte niños con una inapetencia extrema por la comida, que nunca parecen tener hambre, que van a los cumpleaños de otros menores y solo se dedican a jugar y no prueban nada de comida, como puedan ser las patatas fritas, que gustan a muchos pequeños. Comen poquito, son muy lentos y tienen preferencia solo por algunos alimentos favoritos. Ante las carencias que pueden presentar al comer poca variedad, suelen requerir tomar complementos nutricionales que les recete un especialista en Pediatría. En la Unidad de Salud Mental Infantil y Juvenil del Reina Sofía se atiende este tipo de trastorno. / CÓRDOBA Relación con otros trastornos En un segundo subgrupo, subraya, se incluyen principalmente menores diagnosticados con autismo, que presentan alteraciones sensoriales a las texturas, colores o temperatura de la comida. Y el tercer subgrupo, argumenta esta psicóloga clínica, presenta problemas para comer porque tiene miedo de atragantarse, a vomitar o a sufrir síntomas gastrointestinales si se alimenta, pero no necesariamente porque haya tenido una experiencia negativa e ese tipo antes, ni porque haya distorsión de la imagen corporal o preocupación por aumentar de peso, sino porque presenta un miedo radical a que eso pueda pasar. «Sería el típico caso del menor que se mete un alimento en la boca y luego lo escupe, por lo que se suele alimentar solo a base de sopas, yogur o purés incluso a edades ya avanzadas, de hasta 9 o 10 años», asevera Pilar Martín. Hay niños que extrañan las texturas cuando pasan a alimentación sólida. / Josep M Suria Soluciones Esta especialista en Salud Mental Infantil y Juvenil del Reina Sofía incide en que, aunque los pediatras receten a los niños inapetentes, productos estimuladores del apetito, esta estrategia no funciona siempre, pues a lo mejor unas semanas va bien y otra no, existiendo riesgos para la salud si estos pequeños dejan de tomar durante años claves para el desarrollo determinados nutrientes, pudiendo sufrir anemia ferropénica (falta de hierro), retraso del crecimiento, mal desarrollo sexual, pérdida de masa muscular, entre otros problemas de salud. «Los menores inapetentes suelen mejorar más en la aceptación de alimentos por la presión social que ejercen sobre ellos sus iguales, en entornos como puede ser el comedor escolar o actividades como excursiones, fiestas o por imitación de algún amigo o amiga que sí come bien», destaca. «Cuando lo que existe es evitación de comer por alteraciones sensoriales o miedos funciona más el abordaje conductual, es decir la exposición a los alimentos de forma progresiva, con apoyo de pictogramas o juegos, de forma que cuando vayan aceptando unos alimentos se van introduciendo otros. Para ello, se elige un momento del día, no en todas las comidas, para intentar introducir los alimentos con la recompensa del refuerzo positivo», explica esta experta. Suscríbete para seguir leyendo

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