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  • El asombroso río turquesa que une a dos provincias y está a 3.000 metros de altura: “Un tesoro escondido entre montañas”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/01/2025 05:19

    El río Aguada de Cobre separa a las provincias de Catamarca y Tucumán. Asoma entre las montañas a 3.000 metros de altura y tiene 400 metros de extensión (Video gentileza IG @santamaria_trekking) Es ideal para quienes buscan aventura y paisajes únicos. Hay un río con aguas color turquesa en una de las provincias del noroeste argentino, que cada vez atrae a más turistas fascinados por su belleza inusual. Ese tesoro natural, que se encuentra en el límite de las provincias de Catamarca y Tucumán, asoma en el corazón del departamento catamarqueño de Andalgalá. Se trata del río Aguada de Cobre, cuya particularidad se explica debido a la alta concentración de cobre en la zona, que al combinarse con el agua, crea una impactante tonalidad azulada que se destaca entre las montañas. El acceso al río turquesa es una travesía que combina vehículos 4x4 y trekking, lo que garantiza una experiencia inmersiva en los paisajes de esta región. La excursión, generalmente, comienza en Santa María o Andalgalá, dependiendo del punto de encuentro de los turistas. Desde hace 9 años, los hermanos David y Jorge Florez realizan excursiones desde la localidad de Santa María a Aguada de Cobre (Gentileza: Turismo Catamarca) “Desde esas localidades, se toma la ruta provincial 47 y luego un camino de ripio que atraviesa paisajes espectaculares como el Campo del Arenal, un desierto imponente conocido por su belleza y su relación con eventos como el Rally Dakar”, precisó a Infobae el guía David Florez, quien junto a su hermano Jorge y un grupo de 10 expertos, realiza excursiones por el lugar “Y durante ese trayecto, que es de unos 150 km desde Santa María, se hace una parada en puntos históricos como El Ingenio, un antiguo sitio minero jesuita, donde se procesaban minerales como el oro. Ese lugar es ideal para conocer la historia minera de la región y disfrutar de vistas panorámicas”, especificó David, quien lleva más de 9 años realizando esa travesía a diario. Otro punto en el itinerario es el antiguo cable carril, que alguna vez transportó mineral desde lo alto de las montañas hasta Andalgalá. “Es un testimonio de la riqueza minera de la región, pero también de las arduas condiciones de vida de aquellos años”, explicó. Para llegar al río turquesa desde la localidad de Santa María hay que hacer 150 km en camionetas 4x4 y luego 20 minutos de caminata (Foto: Gentileza IG @jorgeflorez_guia) Un kilómetro antes de llegar, los vehículos se estacionan en una zona segura y desde allí comienza el trekking, que dura aproximadamente 20 minutos. “El sendero es una huella de vehículos antiguos, sobre un arroyo seco que conduce directamente al río. Este tramo es accesible para personas de todas las edades, sin mayores dificultades”, precisó El sendero culmina en una sección donde el agua cristalina comienza a emerger. “La magia del lugar reside en cómo el agua turquesa contrasta con las rocas y la arena del entorno. Aquí, el río alcanza su máxima belleza, gracias al sulfato de cobre que tiñe sus aguas de un color vibrante”, detalló el guía catamarqueño. Este fenómeno natural se intensifica en la zona de las cascadas, donde el agua choca contra las piedras, creando un espectáculo visual único. “El tramo en el que se pueden apreciar aguas turquesas abarca alrededor de 400 metros. Más adelante, el agua vuelve a filtrarse en el terreno, lo que limita su extensión”, describió. El color turquesa del río proviene de la alta concentración de cobre que hay en el lugar (Foto gentileza: IG @davidflorez6015) Para David, el mejor período para disfrutar del río es de mayo a noviembre, cuando el clima es seco y las lluvias no afectan el acceso, algo que ocurre en los meses de verano. “Las lluvias suelen ser intensas en la región y pueden dificultar el tránsito y alterar la claridad del agua”, advirtió. El río se encuentra a unos 3.000 metros sobre el nivel del mar, lo que implica una exposición importante al sol, ya que el paisaje está dominado por arena y vegetación de altura, como la paja brava. Por eso, se recomienda usar ropa cómoda de colores claros, protector solar y gorra debido a la intensa radiación. “La primera visión del agua turquesa entre las montañas es impactante. Las tonalidades y reflejos que genera son ideales para la fotografía”, remarcó David, quien señaló que hay puntos panorámicos específicos, que alcanzan los 20 metros de altura, desde donde se pueden apreciar tanto el río como el entorno montañoso. La recorrida por el río turquesa y las atracciones que lo rodean demanda casi un día completo Desde allí, la vista del valle del río deja a los turistas sin palabras: una estrecha franja azul serpentea entre formaciones rocosas amarronadas que parecen talladas por el tiempo. “Aunque el caudal del agua es, generalmente, escaso; las pozas cristalinas reflejan el cielo y las piedras en tonos ocres. Es un contraste brutal con el resto del paisaje”, comentó David. La excursión también incluye una parada para almorzar y descansar en el Refugio Minero, un hotel erigido sobre una mina abandonada que se convirtió en un oasis turístico. “La historia del hotel es tan fascinante como el lugar mismo; es un ejemplo de cómo las adversidades pueden transformarse en oportunidades”, comentó David al contar la historia de su creador. “El refugio fue construido por un visionario llamado Champa, quien perdió de su empleo en una fábrica militar. Con su indemnización, decidió invertir en una pequeña mina de rodocrosita, una piedra semipreciosa de gran valor para la joyería. Este mineral, conocido también como la ‘rosa del Inca’, es escaso y extraído solo en unos pocos lugares del mundo”, relató. La excursión también incluye una visita al Refugio del Minero, un hotel en el medio de las montañas donde hay un museo y se pueden visitar minas de piedras preciosas “A medida que la explotación minera avanzaba, Champa se dio cuenta de que la calidad de la piedra no era lo suficientemente alta para sostener la actividad comercial. En lugar de abandonar el lugar, decidió reinventarlo. Con esfuerzo y dedicación, construyó un hotel en medio de la nada, un refugio que ofreciera hospitalidad y conexión con el paisaje. Hoy, además de brindar servicios de comida y alojamiento, es un espacio que preserva la historia minera de la zona. “En el refugio se encuentra un pequeño museo, donde los visitantes pueden explorar los restos de túneles y herramientas utilizados en la extracción de minerales. Una caminata corta lleva a una antigua mina de rodocrosita, donde los guías narramos cómo este valioso recurso fue extraído y procesado en tiempos pasados”, señaló David. La travesía por las inmediaciones del río turquesa demanda casi un día completo. Se puede llegar a extender desde las 9 hasta las 18 dependiendo de las paradas realizadas. Plantas como el chañar, los cardones y la jarilla predominaban en el paisaje. Y de vez en cuando, los colores del desierto son interrumpidos por alguna bandada de aves, como los jilgueros y los aguiluchos que custodian esas alturas. También se puede apreciar llamas y las ovejas. Una caminata corta lleva a una antigua mina de rodocrosita donde se explica cómo se extraía el mineral en en el pasado “Este río no es solo un paisaje, es una experiencia. Cada rincón de este lugar tiene una historia que merece ser contada, desde las huellas de la minería antigua hasta la imponente imagen que nos regala el color del agua. Es un privilegio para nosotros compartir este tesoro con los visitantes. Nuestro objetivo no es solo mostrarles un destino, sino también hacerlos parte de nuestra tierra, que aprendan a valorarla y a cuidarla como lo hacemos nosotros”, concluyó David.

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