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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 03/01/2025 05:01
El puesto de pescado de Claudia Demoestri es parte de las Ferias Itinerantes organizadas por el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires (GCBA) A las tres de la mañana, mientras la Ciudad parece detenida en el silencio de la noche, Claudia Demoestri inicia su jornada. Su puesto móvil, cargado con pescados frescos que llegan desde Mar del Plata, la Patagonia y Chile, forma parte del paisaje barrial desde hace más de tres décadas. Cada viernes, esta comerciante se instala sobre Salguero, casi en la esquina con Las Heras, donde los vecinos ya la esperan. A simple vista, su labor podría parecer rutinaria. Pero detrás del mostrador, existe una historia que refleja generaciones que han crecido y trabajado en las ferias porteñas, espacios que se convierten en parte de la identidad de cada parte de la ciudad. El legado de Claudia comienza con sus abuelos inmigrantes, provenientes de Sorrento y Nápoles. Al llegar a Buenos Aires, encontraron en la venta de pescado una forma de ganarse la vida. Su familia continuó ese camino, y Claudia lo adoptó de manera natural, alentada por su tío, que ya formaba parte de las primeras ferias organizadas por el entonces gobierno municipal en San Cristóbal. Las ferias móviles acercan productos frescos a los vecinos, con precios accesibles y descuentos en toda la Ciudad (GCBA) La vida en la feria: más que un trabajo, una pasión Con el paso de los años, esta comerciante ha entablado vínculos con los vecinos que cada semana se acercaban a su puesto. Muchos la vieron crecer, formar su propia familia y continuar con la tradición. De hecho, su hija Ornella se crió en ese mismo ambiente y hoy trabaja con ella. Ellas son solo dos de los 156 vendedores que integran las Ferias Itinerantes de Abastecimiento Barrial (FIABs), un programa del Ministerio de Espacio Público e Higiene Urbana. A lo largo de la semana, estos puestos móviles se distribuyen en 24 ferias que recorren todas las comunas de la Ciudad para acercar productos frescos a precios accesibles. “Tenemos feria. Hay que estar sea como sea”, repiten como un lema. “La relación con el vecino es como de familia. Ya nos sabemos lo que les gusta porque son muchos años”, relata Claudia. Los puestos móviles que se instalan en los distintos barrios porteños representan más que un simple comercio. Casos como el de Claudia Demoestri muestran que detrás de estos negocios hay vínculos estrechos con la comunidad y un legado que se transmite a través de las generaciones Estos mercados, que se instalan en plazas y parques, ofrecen a los vecinos una experiencia que va más allá de las compras. Al aire libre, en contacto con la naturaleza, se convierten en puntos de encuentro donde la comunidad se reúne. Según el ministro de Espacio Público e Higiene Urbana, Ignacio Baistrocchi, las ferias buscan promover un consumo responsable. “Muchas de las cosas que se pueden encontrar forman parte de una cadena reducida, sin intermediarios. Esto es, directo desde el productor al cliente final”, explica el funcionario. En las FIABs se pueden adquirir pescados, frutas, verduras, fiambres, carnes y otros productos, con descuentos de hasta el 70%. Además, desde el 1° de noviembre, los vecinos pueden aprovechar el 30% de reintegro que ofrece el Banco Ciudad a quienes paguen con la app BUEPP. Ornella, hija de Claudia, continúa la tradición familiar dentro del programa de ferias del Gobierno porteño (GCBA) Ferias que resisten al clima y a los desafíos La vida en estos puestos tiene sus particularidades. No hay días de descanso más allá de las vacaciones y, en ocasiones, el clima se convierte en un obstáculo. Claudia recuerda bien el temporal que azotó a la ciudad el pasado 17 de diciembre y derribó casi mil árboles. Ornella estaba en el puesto mientras volaban ramas y hojas. “Ese día se acercó muy poca gente”, cuenta. El puesto móvil de Claudia es una pieza más en el engranaje de las ferias porteñas. Desde aquella primera tienda con estructuras de hierro hasta el moderno carro que exhibe salmón, merluza, brótola, rabas y langostinos, la feria evoluciona, pero la esencia se mantiene intacta. “Trabajar en las ferias es muy lindo y distinto, porque tenés que estar ante los avatares del clima. Pero es muy rico el contacto con los vecinos. Ya somos una familia”, asegura esta vendedora. Por su parte, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires impulsa programas como Parques Seguros para mejorar los espacios verdes y brindar mayor seguridad a quienes disfrutan de esta propuesta. La historia de Claudia es un ejemplo de que la pasión por el negocio trasciende generaciones. “Mi hija quiere seguir con esto porque le encanta”, afirma. Sin dudas, esto demuestra que la feria es capaz de generar una tradición familiar para conectar a los vecinos con sus raíces y con la ciudad que los vio crecer.
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