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  • El programa que recupera aviones narco para equipar a las escuelas técnicas aeronáuticas

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 03/01/2025 04:57

    El helicóptero que usaron en el intento de fuga del líder narco Lindor Alvarado está hoy en la Escuela 3144 de Salta (Foto: gentileza Ulises Falabella) En Argentina, las escuelas técnicas aeronáuticas enfrentan desafíos históricos para acceder a materiales que permitan a sus alumnos realizar prácticas profesionalizantes. La formación en este campo requiere herramientas específicas, como motores, fuselajes y sistemas aeronáuticos, que son difíciles de conseguir debido a los altos costos y la complejidad logística. Esta situación afecta tanto a las instituciones del interior como a aquellas ubicadas en grandes centros urbanos, aunque las primeras enfrentan barreras adicionales, como la lejanía de centros logísticos y la falta de infraestructura adecuada. Ulises Falabella, docente de la Escuela Técnica Aeronáutica Nº 3144 Capitán Marcelo Pedro Lotufo, recuerda que, cuando empezó a dar clases, se encontró con material muy obsoleto: “Que fuera viejo, para el trabajo didáctico, no estaba mal. Pero estaba incompleto, no funcionaba. Básicamente era chatarra”. Frente a este panorama, surgió una idea creativa y superadora que transforma un caso judicial en una solución educativa: la entrega de aeronaves secuestradas en causas penales a las catorce escuelas técnicas del país. Estos aviones, que por su estado o documentación no cumplen con la condición de aeronavegabilidad —y, por lo tanto, no pueden volver a volar—, pueden ser reasignados para que los alumnos adquieran competencias prácticas esenciales en su formación. Falabella explica que buscan sobre todo los aviones con matrícula extranjera, porque, por las acciones administrativas que se deben realizar para volver volar las convierte en prácticamente ideales para fines educativos. Por las dimensiones de los aviones, además, aún si se los quisiera usar, no podrían dedicarse a ninguna función prioritaria como el socorrer en focos de incendios o actuar como aviones sanitarios. Un Cessna 182 en la Escuela 37 "Benjamín Matienzo" de Posadas, Misiones. Los aviones incautados quedan en la escuela asignada como depósito judicial (foto: gentileza Ulises Falabella) Avión que va, avión que llega Falabella se puso al frente de la iniciativa, pero la propuesta terminó de tomar forma a través de la colaboración de varios organismos, entre ellos la Junta de Seguridad en el Transporte (JST), la Procuraduría de Narcocriminalidad (PROCUNAR), el Consejo Profesional de la Ingeniería Aeronáutica y Espacial (CPIAYE) y la Corte Suprema de Justicia de la Nación. Falabella lideró las gestiones desde la escuela, identificando aeronaves secuestradas y demostrando su potencial educativo. No deja de ser una divertida curiosidad y una muestra de la pasión con la que lleva el proyecto adelante el nombre de usuario que Falabella eligió para su Instagram: Maverick, como el personaje de Tom Cruise en Top Gun, seguido por el nombre de la escuela. El primer caso de éxito llegó con la asignación para la EET3144 de un avión Cessna 206, que había sido incautado en 2016 y al que le habían encontrado droga a bordo. “Logramos demostrar que ese avión no tenía posibilidades de ser utilizado por nadie más. Estaba ahí, tirado, sin trazabilidad ni documentación. Era un avión boliviano, y devolverlo al servicio costaba más que comprar uno nuevo”, explica Falabella. Tras superar una serie de trámites judiciales, el avión fue entregado a la escuela. “El avión no es nuestro, pero la escuela lo tiene asignado en depósito judicial”, explica. El impacto fue inmediato. Los estudiantes pudieron trabajar sobre una aeronave real, desmontando y analizando cada una de sus partes. “El proceso fue un aprendizaje en sí mismo. Desarmar el avión, trasladarlo y volverlo a montar les dio una perspectiva práctica que nunca antes habían tenido”, dice Falabella. El éxito de este caso abrió las puertas a nuevas gestiones. Entre ellas, se destacó la incorporación de un helicóptero que se había utilizado en el intento de fuga del narcotraficante Lindor Alvarado. El helicóptero lo tenía la Policía Federal y estaba secuestrado en la Isla Demarchi. Falabella recuerda: “Cuando nos enteramos de su existencia, pensamos que nos iban a sacar carpiendo, pero insistimos, presentamos todo y finalmente logramos que nos lo asignaran”. Lo consiguieron, de nuevo, apelando a que era impracticable que lo pudieran hacer volar. El día que llegó el helicóptero fue un día de fiesta: “Fue una locura total”, dice Falabella, “fuimos la primera escuela técnica aeronáutica del país que consiguió un helicóptero en condiciones de funcionamiento”. “Fuimos la primera escuela técnica aeronáutica del país que consiguió un helicóptero en condiciones de funcionamiento”, explica Falabella (Foto: gentileza Ulises Falabella) La segunda vida de los aviones Una de las principales dificultades de este programa es la logística involucrada en el traslado de las aeronaves. Muchas veces, se encuentran en lugares remotos y deben ser desarmados para transportarlos por tierra hasta las escuelas. El costo de los traslados puede rondar los dos o tres millones de pesos, una cifra imposible de asumir para instituciones públicas. “Últimamente se nos está haciendo más fácil conseguir los aviones que hacer los traslados. Por ejemplo, mandar el avión de Corrientes a San Luis salió costó 2.900.000 pesos”, dice Falabella. En algunos casos, como en el de la escuela de Chaco, el traslado fue posible gracias al apoyo de Vialidad provincial; en otros, se logró gracias al Plan de Mejora del INET, que aportó financiamiento específico para cubrir estos costos. Pero, además de los desafíos logísticos, existe también una barrera burocrática en el ámbito judicial. En muchos casos, los jueces que tienen a su cargo los bienes secuestrados son reticentes a liberarlos, considerando que podrían ser útiles para otros fines. “Nosotros tratamos de demostrarles que, si nos los usamos nosotros, van a seguir ahí tirados, tomando sol durante años”, dice Falabella, y señala el hecho clave de la participación de la Corte Suprema, ya que tiene potestad de disposición sobre estos bienes y puede reasignarlos según considere, siempre que se fundamente adecuadamente su destino. “Hace dos meses la Fuerza Aérea interceptó un avión en Rosario y lo estábamos pidiendo para la escuela de Newbery, en Buenos Aires, porque todos los aviones que tienen son de ámbito militar y no tienen ninguna aeronave civil”, dice Falabella. “Ya estaba saliendo para la escuela y apareció un pedido del Ministerio de Seguridad que, por desconocimiento, dicen que lo van a usar. Queremos hablar con Patricia Bullrich, para decirle que no lo van a poder usar; estamos intentando contactar al equipo”. Los aviones se desmontan y viajan por tierra. (Foto: gentileza Ulises Falabella) Un aula viva A pesar de los logros alcanzados, el programa sigue enfrentando desafíos. Todavía hay escuelas que esperan recibir su primera aeronave. Son catorce las escuelas técnicas aeronáuticas y la idea es lograr que todas reciban al menos un avión. Si no, dice Falabella, “es como aprender a tocar el piano sin el piano”. Las aeronaves, aunque no están en condiciones de volar, permiten que los alumnos adquieran conocimientos prácticos fundamentales para su formación técnica. Esto es algo que Falabella se preocupa mucho en señalar: “A las escuelas se le da el bien con la condición de que no puede volar. No hay manera de torcer eso. El avión se puede usar en tierra, se puede poner en marcha, pero no puede volar”. Desde el desarme y montaje de componentes hasta la calibración de sistemas, cada avión se convierte en un aula viva. En última instancia, la asignación de aeronaves judicializadas no solo aborda la problemática de la educación técnica, sino que también abre una puerta a la posibilidad de replicar este modelo en otros ámbitos. Desde Salta, un avión que alguna vez representó el delito ahora simboliza el aprendizaje y la superación.

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