» El Ciudadano
Fecha: 02/01/2025 17:38
Miguel Passarini En un tiempo donde infructuosamente intenta brillar una televisión con cambios vertiginosos (manotazos de ahogados) de figuras, horarios y programaciones, ya sin contenidos valiosos o interesantes a la vista, y donde todo se dirime entre magazines que repiten agenda, chimentos que hasta coparon los noticieros y algunos realities que poco tienen de original para ofrecer, donde el comunicador que “piensa lo contrario” es vilipendiado en las redes sociales, la ausencia absoluta de la telenovela en la pantalla chica nacional, un formato clásico argentino que ha tenido referentes insoslayables como el notable Alberto Migré, Hugo Moser o María Herminia Avellaneda, entre algunos otros, ya no existe. Infructuosos fueron los esfuerzos por sostenerla a lo que dé lugar, con intentos recientes y fallidos como la continuación de Argentina tierra de amor y venganza o Buenos chicos, más vinculada al público joven, o la factoría Cris Morena que se quedó en el tiempo con sus productos rosa y edulcorados también para un público limitado. Es acaso Adrián Suar, responsable a finales de los años 90 de reavivar el formato claramente con un tono más costumbrista, el único que por estos días piensa en el regreso de la ficción a la tevé abierta por eltrece, aunque ya no con la impronta de la tira tradicional. De cara a un fenómeno bien latino luego exportado a Europa como la telenovela clásica que a partir de los cambios en los consumos que, con el streaming, se profundizaron durante la pandemia, desapareció de las grillas de todos los canales la tira diaria, ya sean locales, turcas o brasileñas, entre más. Y en reemplazo de aquellas cuestiones donde a la larga triunfaba el amor, los escándalos mediáticos capitulados a través de las redes sociales ocupan cómodamente su lugar y llegaron para quedarse. Allí, Wanda Nara, su ex marido el futbolista Mauro Icardi, su actual pareja el cantante de cumbia 420 L-Gante, y la supuesta nueva novia del referente del Galatasaray, Eugenia La China Suárez, asumieron los protagónicos de un culebrón que además está lleno de personajes secundarios (peluqueros, maquilladores, padres, madres, hermanos, ex parejas, abogados, porteros de edificio, representantes…) donde más que el amor lo que va a triunfar es el dinero, con millones de dólares o euros en juego y litigantes defensores rapaces esperando su tajada, donde no hay personajes tan buenos como los corderos ni tan malos como los lobos, como sí proponía la telenovela, donde ganaban o perdían los extremos, más allá de que aquí todos compartan la victimización como estrategia. De fondo, a lo lejos, como esas historias de amor secundarias que acompañaban a la principal y sobran los ejemplos, incluso muchas veces con tanto acierto que, gracias a la destreza de autores y guionistas para pegar el volantazo, se terminaban robando la atención y aparecían por delante la historia principal, surge otra romántica palaciega edulcorada, por momentos empalagosa. Esa otra es la que mezcla al mismísimo presidente libertario Javier Milei, primero con una imitadora y humorista, la inefable Fátima Flórez a la que abandonó por X (cuando aún era Twitter) y a la que en pocos días «reemplazó», tras fogosos besos en vivo y sobre un escenario que indicaban que todo iba viento en popa, por la otrora vedette y chica Playboy de los 90 Amalia Yuyito González que hoy, más allá de las versiones que indican lo contrario, es la novia oficial del mandatario y que, según todos sostienen, no fue con Milei la primera vez que visitó la Quinta de Olivos. Visto de este modo, en medio del cambio de rumbo que tomó el país en materia de política económica habilitando un tiempo distópico, inusual, donde con total naturalidad se pulverizan a diario muchos de los derechos adquiridos en años, se volvió a poner de moda un lenguaje o una forma incorrectos que parecían erradicados de los medios de comunicación desde la triste época de la «pizza con champagne». Es así como la novela clásica encuentra en este tiempo sus entretelones fundacionales del segundo cuarto del siglo XXI en las historias de estos otros personajes que emergen como un fenómeno distractivo, como también lo fue siempre la telenovela de la tarde, para un sector de la sociedad que sigue paso a paso cada historia publicada como si se tratase de un nuevo capítulo del culebrón, donde es más importante lo que dijo Wanda Nara que la gente que se queda sin trabajo o el jubilado que no tiene para comprar sus remedios, mientras ella muestra sus carteras y zapatos que llenan un departamento en Milán donde acumula varios millones de euros y varias toneladas de vulgaridad, más allá de que es una “figura” de Telefé, una señal que siempre se jactó de ser todo lo contrario a eso. Esas mismas historias, con Wanda Nara, la del calzoncillo de Maradona, la que empezó su camino a la fama hace dos décadas asegurando que era virgen en la tapa de una revista donde aparecía vestida como tal, convertida ahora en una especie de Grecia Colmenares pero escapada a los codazos de Mad Max o de una película de Alex de la Iglesia, suman otras historias colaterales que, por un momento, casi como guionadas, intentan dar respiro a la historia central donde también aparecen como protagonistas la modelo y conductora Pampita con los maridos de Pampita (el de antes, el de ahora y el que vendrá), un galán joven y deportista como Franco Colapinto que siempre aporta algo de frescura a los personajes consagrados con sus romances a puñados con las chicas del momento y hasta un rufián como el senador Eduardo Kueider, porque un malo siempre viene bien, con cientos de miles de dólares tratando de pasar la frontera con Paraguay junto a su secretaria y amante con la que pasa sus días. Y ni hablar de esos otros capítulos de novela corta que ofrecen a diario los futbolistas de elite que abandonan a sus mujeres por otra a la que cuesta diferenciar de la primera, que de inmediato circulan por los programas contando el sacrificio que debieron hacer para vivir unos años junto a ellos en Europa, rodeadas de lujos, tarjetas de crédito ilimitadas y viajes fastuosos que también mostraron por las redes con sonrisas de quirófano, porque el fenómeno Cenicienta siempre dio sus frutos en la televisión, sobre todo en la argentina. Todo eso se engloba dentro de ese desatino absoluto y mediático de un capitalismo viejo y decadente que hoy controla el mundo y que pareciera ser el autor de una nueva forma de telenovela bizarra, agria, con la ausencia absoluta de cualquier mensaje positivo, sin ingenio, sin nada, donde reina la ostentación no sólo del dinero sino también de la maldad y la pobreza intelectual, y donde no hay duda que muchos de esos capítulos de la “vida real” han sido guionados por sus protagonistas y sus entornos porque todo eso que publican se traduce en más y más dinero. No hace mucho tiempo, un mediático y supuesto contador vinculado al lavado de dinero en la argentina y la llamada “Ruta del Dinero K” (que después se pudo comprobar que se vinculaba con otras letras del abecedario), que se había casado de un día para otro con una modelo de pocas palabras e ideas, dijo sin inmutarse frente a una imputación de la Justicia: “¿Querían ficción?, yo les di ficción”. Parece que de eso se trata nuevamente.
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