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  • "El entrerriano" era Ricardo Segovia - Caleidoscopio

    Parana » AIM Digital

    Fecha: 01/01/2025 16:33

    "Tirar manteca al techo" fue una costumbre de los grandes vividores porteños de fines del siglo XIX y comienzos del XX, tiempos de muy pocos ricos riquísimos y muchísimos pobres pobrísimos, que permitían para los promedios estadísticos que aquel país desigual pudiera estar entre los de mejor ingreso per cápita del mundo. El creador de la expresión habría sido "Macoco", Martín Alzaga Unzué, que se entretenía en París tirando pedazos de manteca al techo del cabaret y estallando en carcajadas junto a sus amigos cuando las cabareteras resbalaban en el piso enmantecado. "Macoco" era descendiente lejano del vasco don Martín de Alzaga, uno de los hombres más ricos del Buenos Aires colonial, que tomó las armas contra los ingleses invasores en 1806 y 1807 y fue fusilado en 1812 por los revolucionarios de Mayo, acusado de conspirar a favor de la corona española. Su cadáver, con el de otros conspiradores, permaneció colgado durante tres días en la plaza de la Victoria, para escarmiento de los que añoraban la colonia. Macoco pasa por gran derrochador de fortunas, "quemó" tres estancias heredadas; según el libro Guiness fue el argentino que gastó más plata en el extranjero. Era vástago de una oligarquía que consideraba una ventaja suya inalienable la lluvia de oro que caía sobre ella en una época dorada que nunca volverá. Juan Carlos Cobián, autor del tango "Susheta", palabra lunfarda que significa "elegante", y la novela estadounidense "El Gran Gatsby", de Scott Fitzgerald, se inspiraron en él. Con "Macoco" aprendieron a bailar el tango Carlos Chaplin y la Mistinguette. De la misma laya que Macoco, dineros menos, era Ricardo Segovia, un estanciero oriundo de Entre Ríos que tiraba manteca al techo en Buenos Aires a finales del siglo XIX a cuenta de lo que pensaba hacer multiplicado en París. Su habitat ya no eran las cuchillas de López Jordán sino los bosques de Palermo, donde disfrutaba a cuenta de lo que haría en el soñado Bois de Boulogne. El estanciero Segovia estaba el 25 de octubre de 1897 en la casa de mala reputación conocida por entonces como "lo de María la Vasca", propiedad de María Rangolla, vasca francesa muy bella que tenía una casa de baile como pantalla de un prostíbulo. Por esos tiempos, además del local de María se destacaban "lo de Hansen", "La China Joaquina", "Laura la Morocha", “La vieja Eustaquia”, “La parda Adelina”, y más tarde el lujoso Armenonville. La letra de "Tiempos Viejos" recuerda a mujeres que "en los bailes de Laura peleaban cada cual defendiendo a su amor". María elegía a su clientela con el alto precio de la entrada, un primer filtro. Luego había que llamar a la puerta y ella miraba por el visillo y decidía, y finalmente había que pedir turno. Guapos y malevos tenían la entrada prohibida. El relato de José Guidobono, bailarín habitué, dice que la entrada costaba tres pesos por persona. Había estudiantes, cuidadores y jockeys "y en general, gente bien". El pianista era el mestizo Anselmo Rosendo Mendizábal, un descendiente de africanos de vida holgada, que no obstante, por descuidar su fortuna, murió en 1913 en la miseria a los 45 años, paralítico y casi ciego. Otro de los músicos habitua les era el bandoneonista Vicente Greco, autor de tangos como Racing Club, Rodríguez Peña y Ojos Negros. Dice Guidobono que en el local de María la Vasca bailaron el 25 de octubre hasta las seis de la mañana. Antes de retirarse, felicitó a Mendizábal por el tango que acababa de estrenar, y el autor se lo quiso dedicar: "Se lo voy a dedicar a usted, póngale nombre". Guidobono agradeció "y debo decir la verdad, no lo acepté porque eso me iba a costar por lo menos cien pesos, al tener que retribuir la atención. Pero le sugerí que se lo dedicase a Segovia, un muchacho que paseaba con nosotros, amigo también de Rosendo y admirador; así fue, Segovia aceptó el ofrecimiento de Rosendo. Y se le puso "El entrerriano" porque Segovia era oriundo de Entre Ríos". "El entrerriano" es casi el único tango de aquellos tiempos de gesta que mantiene parte del renombre que tuvo. Fue el primero con partitura publicada. y el origen de la guardia vieja. El autor apareció como "A. Rosendo" y el título "El Entreriano", con "r". La música fue grabada inicialmente por la Banda Municipal de Buenos Aires, por el quinteto "Tano Genaro" y por Eduardo Arolas. Rápidamente creció su fama y llevó a que recibiera varias letras, la más conocida de Homero Expósito. "El Entrerriano" apareció cuando el tango, que había sido baile de negros antes de entrar en los conventillos de los inmigrantes y era mezcla de muchas tendencias artísticas y étnicas, estaba definiendo su identidad. Está en el podio del origen de la música canyengue y del baile sensual de pareja enlazada junto con "Don Juan", del Pibe Ernesto Ponzio, y con "El Choclo" de Angel Villoldo. "El Entrerriano" tiene la vibración, la vivacidad del tango en sus momentos iniciales de reconocimiento, antes de que otras influencias, que quedaron marcadas con el "tango canción" de Gardel, iniciado con "Mi noche triste", instalaran el lloro por el abandono de la mujer, tema que se volvió preponderante pero estaba ausente en los orígenes. De la Redacción de AIM.

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