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» Diario Cordoba
Fecha: 01/01/2025 10:14
Cuando el mar se retiró y dio paso a las tierras que formaron la provincia, dejó un suelo sensible que el tiempo moldeó formando, por el capricho de los elementos, paisajes únicos. Como resultado, un pueblo de Córdoba quedó mirando al abismo. Tal vez suene exagerado, pero pueden preguntar a los antiguos. "Es una de las puertas que dan acceso a los vientos", llegaron a decir sobre uno de los lugares más enigmáticos de la geografía cordobesa. Las leyendas brotaron y se multiplicaron de boca en boca. Expresión, esta última, que viene al caso, pues al sitio del que habla este artículo se le conoció con el sobrenombre de 'boca del infierno'. ¿Un lugar inalcanzable? La 'boca del infierno' era un lugar "inalcanzable". Incluso se decía que no tenía suelo. O sea que debía de ser un abismo. La entrada al averno para algunos. La literatura alimentó esas fantasías extendidas por los primeros cronistas. Miguel de Cervantes, que fue vecino del pueblo donde se halla, lo mencionó hasta en su Quijote. La espeleología, mucho más tarde, arrojó luz sobre una de las cavidades más peculiares de Córdoba. "Cerca de Cabra hay una sima conocida por el nombre de al-Arub, a cuyo extremo no se puede llegar ni explorar su fondo", escribió Yagut, un geógrafo sirio de la Edad Media. La sima de Cabra se introduce más de 130 metros en la tierra a través de galerías formadas por la erosión del terreno. Una sima no es una cueva. Hay que aclararlo. Porque una cueva, a diferencia de la sima, no es totalmente vertical. Esta característica hizo que, cuando fue descubierta, se pensara que era inconquistable. La abertura que da acceso a la sima se encuentra en la falda de El Picacho, en plena sierra, a una altura de 740 metros. El Picacho de Cabra. / Andalucia.org La primera exploración de España Si bien en el siglo X ya se habla de este agujero en la tierra, no fue hasta 1841 cuando se practicó la primera exploración espeleológica. No es baladí este hecho, ya que era la primera que se realizaba en España. Antes, en 1683, Fernando Muñoz Romero, un vecino de la localidad, había descendido para buscar un cadáver. Entrada a la sima de Cabra, en una imagen de archivo. / Delegaciones Ese descenso quizás restara enigma a esa 'boca del infierno', pero las leyendas alrededor de la sima siguieron vivas. Se hablaba de la cavidad como un lugar al que se arrojaban a las personas. A las mujeres se les decía que acababan allí cuando deshonraban a sus maridos o sus familias. En El Quijote, Cervantes escribió: "Otra vez me mandó que me precipitase y sumiese en la sima de Cabra, peligro inaudito y temeroso y que le trajese particular relación de lo que en aquella oscura profundidad se encierra". Recreación del interior de la sima de Cabra. / Universidad de Córdoba Un entorno propicio El lugar no deja de ser el resultado de la erosión del agua en la caliza que compone el paisaje -kárstico- de Cabra. Si por un lado se produce un poljé, por otro aparece una profunda sima como una especie de sumidero en plena montaña. A lo largo del pasado siglo, las exploraciones se multiplicaron. Mujeres y hombres, dedicados a la espeleología, han accedido en distintas ocasiones para arrojar luz al abismo. De media, la sima tiene una anchura de 20 metros. La base se halla a 116 metros de profundidad, pero una galería adicional conduce, a 131 metros, a la Sala del Sarcófago.
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