04/01/2025 00:04
04/01/2025 00:03
04/01/2025 00:03
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/01/2025 04:32
Las imágenes y videos explícitos generados bajo coacción se utilizan para lucrar en un mercado creciente de explotación sexual infantil. (Imagen ilustrativa Infobae). Las transmisiones en vivo de abuso y explotación sexual infantil tienen en la tecnología de la información y la comunicación un medio para impulsar y expandir este oscuro negocio, entre otras cosas, gracias a la falta de regulaciones, controles y, en algunas ocasiones, la mirada desaprensiva de las plataformas y la industria tecnológica. El acoso online no se produce a través de un proceso lineal, sino por medio de un abordaje dinámico propiciado por la motivación y la capacidad del agresor para acceder, manipular, controlar y extorsionar a la víctima. El objetivo final es explotar o abusar sexualmente de la persona afectada manejándola y coaccionándola para que genere imágenes o vídeos explícitos y luego los envíe al agresor, quien posteriormente lucrará con este contenido. En los delitos de agresión sexual se registran conductas violentas motivadas por sentimientos de ira y la conducta premeditada y planificada que expresan un alto nivel de insatisfacción y falta de sentimientos de culpa, materializándose en violencia instrumental, en este caso digital. Además, en este nuevo formato existe un factor determinante, un enorme negocio que mueve exorbitantes cifras de dinero, consumido por un mercado que crece y oculta su identidad gracias a recursos que el medio tecnológico facilita. Este material se produce, comercializa y distribuye por correo electrónico, mensajes de texto, WhatsApp, Telegram, Skype, salas de chat, redes de intercambio de archivos entre pares como, por ejemplo, eDonkey, BitTorrent y Gigatribe y cada vez más a través de redes sociales. También se comercializa en sitios web protegidos con contraseñas y medidas de seguridad: blogs, anuncios y foros. Un caso testigo de ello fue “Dreamboard”, donde los usuarios que querían unirse a él debían subir una imagen de material de abuso sexual infantil junto con su pedido de admisión. Si la imagen se aceptaba como válida, se le otorgaba acceso limitado al contenido del sitio y la membresía solo podía mantenerse si el usuario continuaba subiendo material de este tipo al sitio. Si el usuario quería obtener un mayor acceso al contenido, debía aportar material incluso “que nunca se hubiera visto antes” o “exclusivo”. La Darknet, un área de la Deep Web, conocida por las actividades ilícitas que ocurren dentro de ese espacio, ha sido utilizada históricamente para distribuir material de explotación y delitos contra menores y formas más extremas de este material. Sin embargo, hoy, mucho de este material está disponible en la web de superficie e incluso a través de Telegram. Las transmisiones en vivo de actos sexuales protagonizados por menores constituyen situaciones de abuso y son posibles a partir de la transmisión en tiempo real dirigidas a espectadores en locaciones remotas distribuidas geográficamente en todo el globo. Esta nueva modalidad “en directo” no se menciona explícitamente en los marcos jurídicos internacionales, sin embargo, puede tipificarse como a partir de prohibirse la “participación de un niño en espectáculos pornográficos”. En la gran mayoría de los casos los perpetradores son masculinos, pero en países como Reino Unido, Estados Unidos, Filipinas o Rumania, los casos de abuso sexual contra menores transmitidos en vivo han involucrado a mujeres que obligaban a los niños a realizar actos sexuales o los realizaban con ellos. La Convención sobre los Derechos del Niño de 1989 y el Protocolo Facultativo relativo a la venta de menores, la prostitución infantil y la utilización de ellos en la pornografía del año 2000, enumeran y aclaran la obligación de los Estados de proteger a los infantes de la explotación y el abuso sexuales. Lamentablemente la mayoría de estas transmisiones son grabadas y reutilizadas innumerables veces, alojadas en lo más profundo de internet con dificultad para determinar su alojamiento y autoría, eternizando el daño sobre las víctimas.
Ver noticia original