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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 31/12/2024 00:31
Murió a los 100 años el ex presidente de Estados Unidos Jimmy Carter Hoy sumo mi voz a la de muchas personas de todo el mundo para lamentar el fallecimiento del 39.º presidente de Estados Unidos, Jimmy Carter. Si bien su mandato será recordado en algunos sectores por los acontecimientos de las últimas semanas de la crisis de los rehenes en Irán, no debemos omitir el reconocimiento que merece por sus contribuciones a los derechos humanos en Argentina. Durante su presidencia, trabajó para exponer la brutalidad del régimen militar que gobernó el país desde 1976 hasta 1983. A pesar de que no conocí al presidente Carter en persona, me tocó desempeñar una función a nivel personal que, en gran medida, estuvo condicionada por su visión. Durante su presidencia, hace más de 40 años, trabajé en el Centro Argentino de Información y Servicios (AISC), con sede en la ciudad de Nueva York. Corría un período escalofriante de represión, marcado por la detención y la desaparición de argentinos de todas las edades. En Estados Unidos, escuchábamos historias de estudiantes universitarios “desaparecidos” —muchos de mi edad e incluso más jóvenes— que eran secuestrados, encapuchados y arrastrados en secreto a cárceles y centros de detención donde los torturaban y, muchas veces, los asesinaban. Nuestro grupo, pequeño, pero guiado por un fuerte compromiso, estaba integrado por académicos, científicos, psicólogos y médicos, todos sumamente preocupados por la violación de los derechos humanos y la implacable crueldad y brutalidad del régimen militar. Varios de mis colegas, ciudadanos estadounidenses y neoyorquinos desde hacía mucho tiempo, mantenían fuertes lazos con Argentina. Algunos habían nacido en este país y conocían de primera mano el terror que por aquel entonces se infundía en todo el país. La despedida de la Casa Blanca a Jimmy Carter Hace poco, en una visita a Buenos Aires, reflexionaba sobre el tiempo que pasamos registrando laboriosamente los nombres, edades y profesiones de 7.000 “desaparecidos” en tarjetas perforadas, con miras a compilar una primera lista que publicaríamos en 1977. A esa lista pronto siguió otra de 200 niños. En 1979, el número de desaparecidos y presos documentados ascendía a la aterradora cifra de 13.000 hombres, mujeres y niños. La lista del AISC captó la atención internacional cuando fue entregada por el entonces secretario de Estado de los Estados Unidos, Cyrus Vance, al jefe militar del país, el presidente Videla. Si miramos en retrospectiva, habría sido imposible captar la atención de la política estadounidense y conseguir que el país ejerciera su influencia si el presidente Carter no hubiera resuelto poner los derechos humanos en el centro de su agenda de política exterior. Al comienzo de su gobierno, en 1977, manifestó que la labor diplomática en materia de derechos humanos debía ir más allá de las palabras. Para ello, creó una sección específica en el Departamento de Estado, la Oficina de Derechos Humanos y Asuntos Humanitarios, y designó a Patricia Derian como secretaria de Estado adjunta a cargo de esa división. En Argentina, Patricia Derian ocupó un lugar destacado en el enfrentamiento a los militares. En una reunión celebrada en 1977, desestimó el intento de los militares por desmentir su participación en el secuestro y asesinato de civiles. En 1985, en su declaración en el Juicio a las Juntas, responsabilizó directamente al gobierno militar por las atroces violaciones de los derechos humanos. Se cuenta que, como sabían que Derian pisaba fuerte, los abogados de los militares salieron disparados de la sala, que estaba atiborrada de gente, cuando ella ingresó para dar su testimonio. Cuando conocí a Derian a finales de los años 70, había pocas dudas de que contaba con todo el apoyo del presidente Carter, algo que pude inferir de una conversación que mantuvimos cuando le entregamos nuestra lista de desaparecidos y le pedimos su apoyo. En otra de las reuniones, nos reveló con cierta exasperación que estaba recibiendo montones de cartas de ciertos sectores de la comunidad empresaria argentina y estadounidense en las que la instaban a cambiar de rumbo. Nos preguntó qué podíamos hacer para movilizar el apoyo de la sociedad civil estadounidense. No me cabía la menor duda de que, al servicio del presidente Carter, era una arquitecta comprometida. ARCHIVO - El presidente estadounidense Jimmy Carter conversa con su homólogo argentino Jorge R. Videla en una reunión en la Casa Blanca, el 9 de septiembre de 1977, en Washington. (AP Foto/Bob Daugherty, archivo) De hecho, la postura del presidente Carter acerca de Argentina marcó un giro importante respecto de la posición de Estados Unidos, que antes había respaldado a regímenes a menudo más autoritarios que democráticos. Gracias a que, en esa época, estaban en auge la defensa y el activismo de los derechos humanos, nuestro grupo contó con el apoyo de numerosas organizaciones de la sociedad civil, entre ellas el Consejo de Asuntos Hemisféricos, la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos, el Comité Judío Estadounidense, el Consejo Mundial de Iglesias, el Comité de Servicio de Amigos Estadounidenses y Amnistía Internacional. En 1978, organizamos la primera visita de las Abuelas de Plaza de Mayo a Estados Unidos, lo que sin duda ayudó a elevar su perfil internacional en un momento en que el gobierno argentino tildaba a estas mujeres de locas y desquiciadas. Era su primer viaje al exterior, y todavía recuerdo la amabilidad con la que las recibieron en la Misión de los Estados Unidos ante las Naciones Unidas. Los diplomáticos escucharon atentamente las historias tan personales e impactantes acerca de los niños que habían desaparecido. Las Abuelas solicitaron el apoyo del gobierno de Estados Unidos para ayudar a encontrar a todas las personas documentadas en la lista. En ese momento, también acompañamos a muchos prestigiosos argentinos a dar testimonio frente al gobierno de Estados Unidos, las Naciones Unidas y organizaciones no gubernamentales, entre ellos: Emilio Mignone, ex ministro y vicepresidente de la Asamblea Permanente de Derechos Humanos; José Westercamp, distinguido científico; Oscar Allende, presidente del Partido Intransigente, uno de los primeros partidos políticos en denunciar la dictadura; e Hipólito Solari Yrigoyen, senador del Partido Radical. Sus historias eran tan conmovedoras como desgarradoras. Me viene a la mente un corresponsal del New York Times, que escuchó atentamente cómo Ana María Careaga describía su secuestro a los 16 años y las espeluznantes horas en las que fue golpeada y torturada en reiteradas oportunidades en un centro clandestino de detención. Ahora que damos el último adiós al presidente Carter y reflexionamos acerca de su legado, es importante que rindamos homenaje a sus incansables esfuerzos por poner los derechos humanos en primer plano y hacer rendir cuentas a la despiadada dictadura militar argentina.
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