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Concordia » El Heraldo
Fecha: 29/12/2024 05:40
En la posguerra italiana, después del fascismo y la humillación provocada por las fuerzas que invadieron la península, guionistas y directores, desde el infortunio y la necesidad, forjaron una corriente cinematográfica que puso el foco y la preocupación en el hombre solo: el neorrealismo. En esa instancia histórica, como expresa Manuel Villegas López en “Los grandes del cine”, “entra en quiebra un sentido colectivista y multitudinario de la vida: el hombre se encuentra solo, porque la sociedad se ha hundido a su alrededor. Este hombre solo, individuo representativo, es el tema central del neorrealismo”. Se puede considerar que el neorrealismo italiano comienza con “Roma, ciudad abierta” (1945), película de Roberto Rossellini, con guion del propio Rossellini, Sergio Amidei, Alberto Consiglio y Federico Fellini. La película alude a la situación de la capital italiana durante la ocupación nazi entre 1943 y 1944 y básicamente a la acción de la Resistencia, inspirándose para ello, en el sacerdote Giuseppe Morosini que fuera torturado y fusilado en 1944 por los nazis, por actuar activamente en la oposición al fascismo y al nazismo. Uno de los más importantes exponentes del neorrealismo fue Vittorio de Sica, director, entre otras, de una de las más entrañables y conmovedoras películas de esa corriente “Ladrón de bicicletas” (1948), la que según Villegas López en el libro mencionado, “es quizá, el film más representativo de nuestro tiempo y sus hombres” Vittorio de Sica había nacido el 7 de julio de 1901 en Sora, una pequeña ciudad de, hoy, la provincia de Frosinone, en la región del Lazio (en esos años pertenecía a la provincia napolitana de Terra di Lavoro), ubicada entre Nápoles y Roma. Su padre, empleado de banco, pobre y distinguido, procuraba fortalecer su interés por el arte, de forma tal que compró a plazos un piano que no pudo terminar de pagar. Sucesivas mudanzas, por el trabajo del padre, llevan a la familia a Nápoles, Florencia y luego a Roma, donde Vittorio consigue un trabajo para ayudar en la casa. De Sica, gracias a la gestión de un amigo comienza a actuar en pequeños papeles de teatro y, por sus características físicas y su buen talante se convierte rápidamente en un galán apreciado por el público femenino. En 1928 inicia su carrera en el cine y cuando en 1940 dirige su primera película, “Dos docenas de rosas escarlatas”, un vodevil basado en una obra teatral de Aldo Benedetti, autor también del guion, ya había sido el protagonista de más de 30 películas. Mientras el fascismo regía en Italia, de Sica dirigió comedias simples, típicas de esa época y que formaba parte de lo que se denominaba “cine de los teléfonos blancos”. En 1943 comienza su colaboración con Césare Zavattini, con “Los niños nos miran”. Al terminar la guerra, ya en el neorrealismo, realiza “Limpiabotas” (1947), “Ladrón de bicicletas” (1948). Al decir de Villegas López, De Sica y Zavattini “tienen la noción exacta de la última frontera a que han llegado en el neorrealismo, y Zavattini proclama: Sentimos la necesidad de ir más lejos. Y hacen, por fin, “Milagro en Milán” (1951)”. En esta última película, recurren a lo sobrenatural, para trascender el naturalismo implícito en el neorrealismo. Plena de fantasía, imaginación y poesía, es una película de redención social. Los pobres sueñan y vuelan y la más osada quimera puede hacerse realidad, “la imaginación también es un arma”. Luego continuará la carrera de De Sica, con entre otras, grandes películas, como “Umberto D” (1952), homenaje a su padre; “Estación Termini” (1953), “El oro de Nápoles” (1954), “Dos mujeres” (1960), “Bocaccio 70” (1962), “Ayer, hoy y mañana” (1964), “Matrimonio a la italiana” (1964) basada en Filomena Marturano, “El jardín de los Finzi Contini” (1971) hasta “El viaje” (1974) su última película con Sofía Loren y Richard Burton sobre un texto de Luiggi Pirandello. Vale recordar que sus películas obtuvieron cuatro Oscars de la Academia. Pero 1952 marca el año hasta el cual llegan los manuscritos que su hijo Manuel De Sica encontró varios años después del fallecimiento de Vittorio en un cajón de su casa romana y que comprenden confesiones privadas, anécdotas y recuerdos propios y respecto a otros directores, productores y actores. Entonces su hijo, bajo la denominación de “La puerta del cielo – Memorias 1901-1952” dispuso publicarlas. Manuel estaba buscando documentos y testimonios gráficos para aportar a la Associazione Amici di Vittorio de Sica, que impulsaba la restauración de las películas del director. Cuando encuentra un cuaderno de tapa dura, rústica con escritos a máquina que parecían un guion o un largo relato, identificado con la denominación Tarallo Tarallino. Este nombre aludía a una composición musical de Umberto, el padre de Vittorio para celebrar el nacimiento de su primer hijo varón. En el libro mencionado es posible descubrir los cambios de residencia y la difícil situación económica que tuvo su familia al perder el padre su puesto de trabajo en la compañía de seguros, sumiéndolos en la pobreza. Hecho que su padre siempre quiso evitar que se advierta. “en casa no éramos conscientes de la tristeza de aquel período de negra miseria. Algo que también debíamos a nuestro padre, que no dejaba de mantenernos contentos”. La relación con su padre es expuesta varias veces en el texto. Un relato muy sentido lo vincula con un mal gesto que tuvo cuando su padre no pudo cumplir con la promesa de regalarle una bicicleta si se licenciaba en la escuela Técnica, porque su situación económica había empeorado. Por otra parte, en más de una ocasión apunta a que su padre, evidenciando un claro ejemplo de admiración, regalaba entradas a sus amigos para que lo vayan a ver cuándo comenzó a actuar en teatro y más adelante, ya anciano, frecuentaba las funciones de cine para ver las películas en las que actuaba. Cuenta De Sica que sus amigos le contaban que su padre, ya de cabellos blancos, iba a las repetidas funciones del cine Barberini de Roma y se retiraba a los pocos minutos de iniciada la exhibición de la película. Era porque su padre solo veía la escena en la que actuaba De Sica y luego se iba para regresar en la siguiente función y así sucesivamente. En otro sentido, relata el interés de Vittorio por pintar luego de sentir asombro con los cuadros expuestos en la galería Uffizi de Milán y ya instalado en Roma, su embeleso por el cine. Así cuenta que frecuentaba, debajo del departamento donde residían, el cine Mefisto y a las pocas cuadras, el Radium, a las puertas de la que se denominaba Piazza Esedra, y hoy es la Plaza de la República. En una sugerente y atrayente prosa, De Sica relata sus visitas a Buenos Aires, primero con la compañía de teatro de la rusa Tatiana Pavlova y luego con la de Luigi Almirante. Cabe acotar que este director obtuvo significativas repercusiones con las obras de Pirandello. De Sica recuerda su debut en el “espléndido” teatro Cervantes de Buenos Aires. Una curiosidad: Cuenta que en uno de sus viajes desde Rio de Janeiro, que visitaba la compañía después de Buenos Aires, retornaron a Génova, en el transatlántico Principessa Mafalda. Este buque, fue el que, tiempo después, el 25 de octubre de 1927 se hundiera en las costas de Bahía como consecuencia de un desperfecto en el eje de una hélice que terminó dañando el casco y llevara a la muerte a más de trescientas personas. Una de esas personas fallecidas fue el conscripto de la Armada Argentina, nacido en San Gustavo, provincia de Entre Ríos, Anacleto Bernardi quien luego de realizar numerosos salvatajes al ceder su salvavidas a otra persona, pierde su vida y por tal hecho de heroísmo, una localidad entrerriana lleva su nombre Menciona De Sica, sus actuaciones en el teatro Argentina de Roma, uno de los teatros más antiguos de la capital italiana y que fuera inaugurado el 11 de enero de 1732. Era, en la época que relata De Sica el teatro en el cual el fascismo realizaba las manifestaciones patrióticas y el actor y director estuvo sujeto a la obligación de afiliarse al partido para poder actuar en esos años. La prestigiosa y heterogénea carrera teatral de De Sica se pone en manifiesto en párrafos del libro aludido. Tanto en el teatro “serio” de Pirandello, Shaw y Lonsdale, las comedias ligeras o el vodevil francés cómo por otra parte, las comedias musicales. Volcado ya a la carrera cinematográfica, se arrepiente de varias comedias realizadas en los veranos del ´37 al ´39 por su escasa entidad, pero reconoce que la mayoría de las películas que se realizaban en Italia, dice, “no me ofrecían nada mejor”. Transcurren también los años en los que Mussolini introdujo a Italia en la Segunda Guerra Mundial, en los cuales, “había escasez de alimentos y no encontrábamos cómo alimentarnos”, no obstante, continuaba actuando en teatro y en cine, lógicamente en este caso, en las filmaciones que se realizaban en Cinecittà. Cuenta también De Sica, el comienzo de su relación con la española María Mercader, a partir de la película “Recuerdos de amor”. La actriz catalana era prima de Ramón Mercader, el asesino de Trotsky en México. Fue la segunda esposa de De Sica y madre de Manuel De Sica (el que encontró los textos de su padre) y Christian De Sica, que es director de cine. También refiere De Sica como su película “Los niños nos miran” realizada a pedido del Vaticano le permitió excusarse de pasar a dirigir la cinematografía alemana en Praga por pedido de Goebbels o dirigir la cinematografía de la República Social de Venecia por imposición del ministro de Cultura Popular italiano al momento en que la península se encontraba atacada por escarceos militares y bombardeos a barrios de Roma. A partir del final de la guerra, comienza la narración más reveladora, porque es el génesis del neorrealismo y la presencia esencial de De Sica en esa corriente que nació según el director por “solo un deseo vivo de contar la triste realidad de nuestra pobre Italia tras un período de retórica, mal gusto y tontería. Queríamos contar la verdad, la pura verdad; se trataba de decir la verdad transfigurándola en el plano poético y humano, volcando en aquellos sucesos nuestro dolor por la ruina moral y material de nuestro país”. No obstante, cuenta que “Roma, ciudad abierta” y “El limpiabotas”, que tenía guion de Césare Zavattini, Sergio Amidei, Adolfo Franci y Marcelo Paglieto, fueron un absoluto fracaso en la península, de forma tal que De Sica perdió el apoyo y la confianza de sus productores, teniendo que recurrir a dirigir ópera y actuar en teatro, mientras que, en Francia, sobre todo, y en Estados Unidos, habían tenido notable repercusión. Césare Zavattini le acerca a De Sica, una novela del pintor, ensayista y novelista Luigi Bartolini, “Ladrón de bicicletas” (en realidad de acuerdo a su literal traducción “Ladrones de bicicletas”), pero más allá del natural interés que le generó no conseguía productores. Hasta que recibió una carta de David O. Selznick, productor norteamericano de entre otras, “Lo que el viento se llevó”, “Cuéntame tu vida” y Rebecca”, que le propone a Cary Grant como protagonista. De Sica, en cambio, prefiere a Henry Fonda, porque para él, Grant “era totalmente inapropiado para interpretar el papel de un operario italiano”, pero Selznick no está de acuerdo porque considera que Fonda no garantiza repercusión en el público, lo que finalmente hace abortar el interés del productor norteamericano. Por otra parte, De Sica tenía con contrato con Giuseppe Amato para realizar una película, pero no conseguían financistas. Intentó sin éxito en Inglaterra con Gabriel Pascal y en Francia con las distribuidoras que habían ganado mucho dinero con su película anterior, hasta qué retornado a Roma, el conde Cicogna de Milán conviene disponer los fondos necesarios para la realización de la película. Numerosas anécdotas se suceden: Los actores y actrices principales no tenían experiencia en el cine. Lamberto Maggiorini llevó a su hijo al casting para el personaje del hijo del obrero. En cambio, De Sica lo elige como el protagonista. Maggiorini era un operario de Ernesto Breda, una empresa italiana del sector metal-mecánico. Para actuar en la película, pide dos meses de licencia en su trabajo y al reintegrarse, en una reestructuración empresaria, es despedido. Vanamente, intenta en otras empresas y en productoras cinematográficas, para finalmente con lo que pudo ganar en alguna otra película, poner una zapatería. Liana Carell, la elegida como madre, era una periodista que había concurrido al casting para hacerle una entrevista a De Sica. Enzo Stajola era un niño que había concurrido a presenciar la primera escena filmada, pero no había participado del casting. A su vez, esa primera escena filmada casi provoca la des-financiación de la película porque el conde se entera que se la realiza en un local del partido comunista. De Sica lo convence que la locación solo era circunstancial y de esa forma salvó la realización del film. También hay referencias a la siguiente película, “Milagro en Milán” y a las dificultades para poder financiarla. Y el hecho que De Sica tuvo que recurrir a lo que había percibido por sus actuaciones en películas de otros directores con temática más ligera. Cuenta las repercusiones internacionales que sus realizaciones tenían por sobre la indiferencia en su propio país. Y las anotaciones de De Sica llegan hasta “Umberto D”, que como se ha dicho es un homenaje a su propio padre, y al nacimiento de sus dos hijos, Manuel y Christian. Se terminan abruptamente, sin que haya ningún tipo de indicio, luego de contar las infructuosas tratativas que incluyen la anulación de un contrato que se había firmado con Howard Hughes en Hollywood. Queda la posibilidad que sean encontradas otras notas de De Sica que se refieran a años posteriores para conocer el resto de los hechos que jalonaron la vida del director. No obstante, estas memorias son de una más que significativa importancia y nos presentan a un De Sica con una calidez y templanza elocuente, narrando de manera concisa y atractiva y a su vez, nos permiten tener una referencia directa y de primera mano del inicio de una de las corrientes cinematográficas más valoradas y representativas del siglo XX. Cuenta De Sica que sus amigos le contaban que su padre, ya de cabellos blancos, iba a las repetidas funciones del cine Barberini de Roma y se retiraba a los pocos minutos de iniciada la exhibición de la película. Era porque su padre solo veía la escena en la que actuaba De Sica y luego se iba para regresar en la siguiente función y así sucesivamente. En otro sentido, relata el interés de Vittorio por pintar luego de sentir asombro con los cuadros expuestos en la galería Uffizi de Milán y ya instalado en Roma, su embeleso por el cine. Así cuenta que frecuentaba, debajo del departamento donde residían, el cine Mefisto y a las pocas cuadras, el Radium, a las puertas de la que se denominaba Piazza Esedra, y hoy es la Plaza de la República. En una sugerente y atrayente prosa, De Sica relata sus visitas a Buenos Aires, primero con la compañía de teatro de la rusa Tatiana Pavlova y luego con la de Luigi Almirante. Cabe acotar que este director obtuvo significativas repercusiones con las obras de Pirandello. De Sica recuerda su debut en el “espléndido” teatro Cervantes de Buenos Aires. Una curiosidad: Cuenta que en uno de sus viajes desde Rio de Janeiro, que visitaba la compañía después de Buenos Aires, retornaron a Génova, en el transatlántico Principessa Mafalda. Este buque, fue el que, tiempo después, el 25 de octubre de 1927 se hundiera en las costas de Bahía como consecuencia de un desperfecto en el eje de una hélice que terminó dañando el casco y llevara a la muerte a más de trescientas personas. Una de esas personas fallecidas fue el conscripto de la Armada Argentina, nacido en San Gustavo, provincia de Entre Ríos, Anacleto Bernardi quien luego de realizar numerosos salvatajes al ceder su salvavidas a otra persona, pierde su vida y por tal hecho de heroísmo, una localidad entrerriana lleva su nombre Menciona De Sica, sus actuaciones en el teatro Argentina de Roma, uno de los teatros más antiguos de la capital italiana y que fuera inaugurado el 11 de enero de 1732. Era, en la época que relata De Sica el teatro en el cual el fascismo realizaba las manifestaciones patrióticas y el actor y director estuvo sujeto a la obligación de afiliarse al partido para poder actuar en esos años. La prestigiosa y heterogénea carrera teatral de De Sica se pone en manifiesto en párrafos del libro aludido. Tanto en el teatro “serio” de Pirandello, Shaw y Lonsdale, las comedias ligeras o el vodevil francés cómo por otra parte, las comedias musicales. Volcado ya a la carrera cinematográfica, se arrepiente de varias comedias realizadas en los veranos del ´37 al ´39 por su escasa entidad, pero reconoce que la mayoría de las películas que se realizaban en Italia, dice, “no me ofrecían nada mejor”. Transcurren también los años en los que Mussolini introdujo a Italia en la Segunda Guerra Mundial, en los cuales, “había escasez de alimentos y no encontrábamos cómo alimentarnos”, no obstante, continuaba actuando en teatro y en cine, lógicamente en este caso, en las filmaciones que se realizaban en Cinecittà. Cuenta también De Sica, el comienzo de su relación con la española María Mercader, a partir de la película “Recuerdos de amor”. La actriz catalana era prima de Ramón Mercader, el asesino de Trotsky en México. Fue la segunda esposa de De Sica y madre de Manuel De Sica (el que encontró los textos de su padre) y Christian De Sica, que es director de cine. También refiere De Sica como su película “Los niños nos miran” realizada a pedido del Vaticano le permitió excusarse de pasar a dirigir la cinematografía alemana en Praga por pedido de Goebbels o dirigir la cinematografía de la República Social de Venecia por imposición del ministro de Cultura Popular italiano al momento en que la península se encontraba atacada por escarceos militares y bombardeos a barrios de Roma. A partir del final de la guerra, comienza la narración más reveladora, porque es el génesis del neorrealismo y la presencia esencial de De Sica en esa corriente que nació según el director por “solo un deseo vivo de contar la triste realidad de nuestra pobre Italia tras un período de retórica, mal gusto y tontería. Queríamos contar la verdad, la pura verdad; se trataba de decir la verdad transfigurándola en el plano poético y humano, volcando en aquellos sucesos nuestro dolor por la ruina moral y material de nuestro país”. No obstante, cuenta que “Roma, ciudad abierta” y “El limpiabotas”, que tenía guion de Césare Zavattini, Sergio Amidei, Adolfo Franci y Marcelo Paglieto, fueron un absoluto fracaso en la península, de forma tal que De Sica perdió el apoyo y la confianza de sus productores, teniendo que recurrir a dirigir ópera y actuar en teatro, mientras que, en Francia, sobre todo, y en Estados Unidos, habían tenido notable repercusión. Césare Zavattini le acerca a De Sica, una novela del pintor, ensayista y novelista Luigi Bartolini, “Ladrón de bicicletas” (en realidad de acuerdo a su literal traducción “Ladrones de bicicletas”), pero más allá del natural interés que le generó no conseguía productores. Hasta que recibió una carta de David O. Selznick, productor norteamericano de entre otras, “Lo que el viento se llevó”, “Cuéntame tu vida” y Rebecca”, que le propone a Cary Grant como protagonista. De Sica, en cambio, prefiere a Henry Fonda, porque para él, Grant “era totalmente inapropiado para interpretar el papel de un operario italiano”, pero Selznick no está de acuerdo porque considera que Fonda no garantiza repercusión en el público, lo que finalmente hace abortar el interés del productor norteamericano. Por otra parte, De Sica tenía con contrato con Giuseppe Amato para realizar una película, pero no conseguían financistas. Intentó sin éxito en Inglaterra con Gabriel Pascal y en Francia con las distribuidoras que habían ganado mucho dinero con su película anterior, hasta qué retornado a Roma, el conde Cicogna de Milán conviene disponer los fondos necesarios para la realización de la película. Numerosas anécdotas se suceden: Los actores y actrices principales no tenían experiencia en el cine. Lamberto Maggiorini llevó a su hijo al casting para el personaje del hijo del obrero. En cambio, De Sica lo elige como el protagonista. Maggiorini era un operario de Ernesto Breda, una empresa italiana del sector metal-mecánico. Para actuar en la película, pide dos meses de licencia en su trabajo y al reintegrarse, en una reestructuración empresaria, es despedido. Vanamente, intenta en otras empresas y en productoras cinematográficas, para finalmente con lo que pudo ganar en alguna otra película, poner una zapatería. Liana Carell, la elegida como madre, era una periodista que había concurrido al casting para hacerle una entrevista a De Sica. Enzo Stajola era un niño que había concurrido a presenciar la primera escena filmada, pero no había participado del casting. A su vez, esa primera escena filmada casi provoca la des-financiación de la película porque el conde se entera que se la realiza en un local del partido comunista. De Sica lo convence que la locación solo era circunstancial y de esa forma salvó la realización del film. También hay referencias a la siguiente película, “Milagro en Milán” y a las dificultades para poder financiarla. Y el hecho que De Sica tuvo que recurrir a lo que había percibido por sus actuaciones en películas de otros directores con temática más ligera. Cuenta las repercusiones internacionales que sus realizaciones tenían por sobre la indiferencia en su propio país. Y las anotaciones de De Sica llegan hasta “Umberto D”, que como se ha dicho es un homenaje a su propio padre, y al nacimiento de sus dos hijos, Manuel y Christian. Se terminan abruptamente, sin que haya ningún tipo de indicio, luego de contar las infructuosas tratativas que incluyen la anulación de un contrato que se había firmado con Howard Hughes en Hollywood. Queda la posibilidad que sean encontradas otras notas de De Sica que se refieran a años posteriores para conocer el resto de los hechos que jalonaron la vida del director. No obstante, estas memorias son de una más que significativa importancia y nos presentan a un De Sica con una calidez y templanza elocuente, narrando de manera concisa y atractiva y a su vez, nos permiten tener una referencia directa y de primera mano del inicio de una de las corrientes cinematográficas más valoradas y representativas del siglo XX.
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