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Concordia » El Heraldo
Fecha: 29/12/2024 05:21
El martes 31 a las 12 de la noche, una buena porción de humanidad brindará por un año nuevo, nos abrazaremos y expresaremos, para todos o silenciosamente, nuestros deseos, para nosotros y para este mundo que nos aloja generosamente, hasta que la mano del hombre lo vuelve hostil. Antes habremos festejado, comido y bebido con nuestros afectos, en ese ámbito emocional tan complejo, en el que se funden algunas tensiones, ciertas frustraciones, la melancolía por las sillas vacías de los que se fueron, y la alegría de esa página en blanco que es el nuevo año que nos anima a borrar los fracasos y re-inaugurar la esperanza. La esperanza tiene por objeto el futuro, aquello que aún no ha nacido, aquella realidad que anhelamos profundamente, una “vida más plena, un estado de mayor vivacidad, una liberación del eterno hastío, la salvación o la revolución (Erich Fromm “La revolución de la esperanza”cfe (1). A esta clase de expectación –dice Erich Fromm, “podría llamársele esperanza, pero no debe hacerse así si posee la cualidad de la pasividad y de la espera, a menos que se quiera hacer de la esperanza, en efecto, una envoltura para la resignación, una mera ideología”. En ese libro luminoso (1), Fromm nos invita a comprender que la esperanza no es espera pasiva de un líder, santo o milagro que vendrá a cumplir nuestros sueños, eso es una ilusión parecida a la fe-cuando es irracional- o a la ignorancia que parte de la ceguera, por el contrario, en la esperanza, la construcción activa y transformadora y el compromiso personal y colectivo con los cambios deseados, le son consustanciales. La realidad actual es leída hoy, por muchos de nosotros, como un momento de desesperación, desesperanza y falta de fe, incluso de resignación frente a la ignominia, la injusticia y la crueldad. Sin embargo no se puede vivir sin esperanza, aquella edificación del futuro necesaria para la elaboración de proyectos y sueños, para sostener el deseo y la vida, para que la pulsión de muerte no nos arrase y literalmente aniquile. En el camino de la vida, los niños fantasean sus deseos y anhelos de futuro, los adolescentes lo sueñan, los jóvenes lo proyectan y construyen, los adultos, y los mayores intentan concretarlos. Una vida y una Patria sin la llama de la esperanza de su realización, es una flor que se marchita por un sol negro que la apaga. Estamos transitando una etapa así, que entierra con el hambre la imaginación de los niños, que destruye los proyectos de los jóvenes, así los ni-ni (aquellos que no tienen la oportunidad de estudiar o trabajar), son empujados a la inmediatez de la desesperación de la violencia, las adicciones, las depresiones o los suicidios, los adultos viven con angustia los ajustes y los despedidos, ya desocupado, sufren el estrés y la desbordante angustia de su tragedia y la caída en el abismo que aterra, silencia y disciplina a los trabajadores activos. Los adultos mayores son tal vez los más afectados por un verdadero ataque generalizado que los obliga, no sin crueldad, a elegir comer o tomar sus medicamentos, para los cuales deberán hacer extenuantes e imposibles trámites. Son sin dudas, la crueldad y la violencia hacia los vulnerables, el odio y la demonización de las diferencias, las preocupantes marcas actuales de esta cultura de la mortificación. Son condiciones necesarias para la instalación de la cultura del malestar y la muerte, lo que Ulloa llamaba “dispositivos socioculturales de la crueldad” que no solo promueven la banalización de la maldad y el sufrimiento del otro, sino también el desamparo a través de la “encerrona trágica”: dos personas, dos lugares en el que uno- el torturador- mortifica al otro que se encuentra en absoluta indefensión y dependencia de su verdugo, sin posibilidades de apelación a un tercero de la ley. Encontramos una exacerbación de políticas en el sentido de una encerrona trágica- cuyo modelo es el de la tortura- en las políticas referidas a los adultos mayores, jubilaciones de hambre, privación de medicamentos, represión sanguinaria de sus protestas, retención de alimentos para personas que recurren por imperiosa necesidad a comedores, privación de entrega de medicamentos a pacientes oncológicos etc. etc. etc. , encerronas trágicas solo posibles por la connivencia absoluta del Poder judicial, es decir, en las que las víctimas no han tenido un tercero de apelación posible, quedando a merced de sus verdugos. La cultura de la mortificación se instala cuando el dolor y el sufrimiento del otro se naturaliza, pierde su capacidad de “escándalo”, como decía Ulloa. En ese sentido estas circunstancias son solo posibles con la complicidad, la connivencia o la indiferencia social, otros nombres de la crueldad. Así, no solo las grandes políticas de aniquilación como las citadas constituyen encerronas trágicas, también lo son experiencias cotidianas, como las largas colas para conseguir un turno en los hospitales, el desprecio que las personas pueden recibir al reclamar por sus derechos en distintas reparticiones. Aun en este escenario tan sombrío, y precisamente en él, la esperanza debe ser un faro que ilumine acciones y compromisos concretos de las personas en la dirección de un cambio social con justicia y paz. Son los cientos de miles de seres humanos que se empeñan solidariamente en construir un mundo mejor, quienes nos alientan esa esperanza de un horizonte mejor para los argentinos, aquellos que van construyendo, cada vez más ellos, cada vez más nosotros y menos el azar, la esperanza de un futuro feliz, que viene, lento, pero viene, lento, pero viene, y es por ese mañana que levantaremos la copa y nos abrazaremos en el compromiso de fabricarlo, entre todos. LENTO PERO VIENE Lento Pero Viene Lento pero viene Lento pero viene El futuro se acerca Despacio, pero viene Hoy está más allá de las nubes que elige Y más allá del trueno y de la tierra firme Demorándose viene, cual flor desconfiada Que vigila al sol sin preguntarle nada Iluminando viene, las últimas ventanas Lento pero viene El futuro se acerca Despacio, pero viene Ya se va acercando, nunca tiene prisa Viene con proyectos Y bolsas de semillas Con ángeles maltrechos Y fieles golondrinas Despacio pero viene Sin hacer mucho ruido Cuidando sobre todo Los sueños prohibidos Los recuerdos yacentes Y los recién nacidos Lento pero viene El futuro se acerca Despacio pero viene Ya casi está llegando Con su mejor noticia Con puños con ojeras Con noches y con días Con una estrella pobre Sin nombre todavía Lento pero viene El futuro real El mismo que inventamos Nosotros y el azar Cada vez más nosotros Y menos el azar Lento pero viene El futuro se acerca Despacio, pero viene Lento pero viene Lento pero viene Lento pero viene Mario Benedetti
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