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  • Él chateaba desde una plataforma petrolera en el Golfo de Bengala y ella desde Bangkok: del viaje sin un beso a apostarlo todo

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 29/12/2024 03:11

    Claudio (a la derecha), junto a un compañero de trabajo en una plataforma petrolera Y sí, hay amores que se cocinan por las redes a pura pantalla lenta, sobre el fuego de Internet, entre píxeles y cristales líquidos. El que relataremos hoy comenzó del otro lado del planeta, con textos que aprendieron a nadar desde una plataforma petrolera construida sobre el golfo de Bengala hasta las multitudinarias calles de Bangkok, la capital de Tailandia. Dos pequeñas agujas que el imán virtual sacó del pajar universal y unió, gracias a la tecnología, con una fuerza espiritual descomunal. Algunas décadas atrás, este amor entre el argentino Claudio Iturrioz (53) y la tailandesa Natthanicha “Oli”(43), no hubiera podido naufragar porque ni siquiera hubiera tenido la oportunidad de existir. Arriba, soledad; abajo, petróleo La voz de Claudio viaja con demora, sus respuestas llegan luego de la siguiente pregunta y se mezclan las frases. Él explica que es culpa de la mala señal. Está en la casa que comparte con su pareja, a ocho kilómetros de Plottier, una zona de chacras en las afueras de Neuquén capital. Aquí, entre rosales y árboles frutales, este hombre -ciudadano del mundo por su trabajo- construyó un refugio para su gran amor con la tailandesa Oli. Nacido en Comodoro Rivadavia allá por 1971, Claudio conoce los rincones más alejados y exóticos porque “he trabajado en el área del petróleo desde los 19 años. Soy el menor de tres hermanos y el único varón -resume-. Mi padre era empleado público y mamá trabajaba en un colegio, ambos ya murieron. Estuve trece años casado con una argentina con quien tuve dos hijos: Ariel que hoy tiene 29 años y Daniela de 27. Durante su infancia me la pasé trabajando mucho, quizá demasiado. Siempre estaba de viaje en algún sitio remoto”. En 2009, ya divorciado, llegó a la India para trabajar sobre unas plataformas petroleras sobre el mar del Golfo de Bengala: “Mi trabajo implicaba estar 35 días en las plataformas y, luego, tenía otros 35 días libres en los que siempre viajaba a la Argentina, a Neuquén”. Claudio Iturrioz conoce muchos lugares exóticos en el mundo porque trabaja en el mundo del petróleo desde los 19 años (Crédito: REUTERS) Pasaron los años y el 2013 lo encontró en este mismo mar ayudando a extraer petróleo para una compañía norteamericana: “Soy especialista en herramientas de pozo abierto. Éramos en ese momento una población de unas 98 a 120 personas en la plataforma. En estos sitios, si bien pasás mucho tiempo aislado de todo, suele haber muy buena conexión a Internet. En junio de 2013, yo tenía 42 años. Cuando me quedaba tiempo libre, me metía en diferentes chats para conocer gente. En uno de esos días me crucé en un chat con Oli, una joven de 30 años de Tailandia. Empezamos a mandarnos mensajes y, desde el principio, me gustó. Veía que podíamos conectarnos muy bien en inglés y observé que ella tenía una foto simple, común, nada sexual. No estaba en bikini ni en ropa interior. Todo era sencillo, fácil. Charlamos durante varios meses y, cuando me tocó bajar en Bombay, India, ella me dijo de probar hablar por Skype. ¡Recién entonces empezamos a vernos por cámara!”. Oli (30) vivía en Bangkok, Tailandia, donde trabajaba como masajista terapéutica junto a su hermana. Les iba muy bien. Había estado casada con un hombre con quien había tenido una hija (hoy de 27 años), pero la cosa no funcionó y él las abandonó. Así que Oli tuvo que ponerse la crianza sobre sus hombros y, para poder trabajar, su propia madre se encargó de cuidar a su hija. En medio de las conversaciones por Internet con Oli, Claudio tuvo su mes y pico libre donde viajó a la Argentina. Cuando regresó a la India tuvo que quedarse un tiempo en la ciudad de Kakinada, con otros compañeros, esperando que les asignaran nuevos puestos de trabajo. Mataban el aburrimiento y la soledad en la oficina chateando por Internet. Un día de septiembre de 2013 Oli le anunció que tenía planeado un viaje a Nueva Delhi, con una amiga, para conocer un templo budista. Fue más lejos: le dijo que ella podría estirar su viaje un par de días y le sugirió que sería una buena oportunidad para conocerse. El universo de Claudio experimentó un pequeño sismo. Existía la posibilidad concreta de verse cara a cara. Un buen consejo Recuerda Claudio: “Uno de mis colegas de trabajo, que sabía de mis charlas con Oli, me dijo: Aprovechá que no estamos con trabajo y pedite dos o tres días de vacaciones y viajá a conocerla. Me pareció una buena idea. Le pedí permiso a mi jefe y saqué el pasaje. Era un vuelo corto de cuarenta minutos. También reservé un hotel para mí. El 10 de septiembre llegué al aeropuerto de Nueva Delhi. Como se acababa de ir su amiga, Oli me esperaría sola en la puerta 3. No me olvido más. ¡El temor era vernos en vivo y en directo! Estaba aterrado de conocerla personalmente y que no fuera la misma persona que yo venía viendo por la cámara de la computadora desde hacía meses. Por suerte, nos reconocimos con facilidad y no hubo sorpresas. Me encantó inmediatamente. Encima, ocurrió algo increíble. Nos subimos al taxi en el aeropuerto y cuando dijimos la dirección de nuestros respectivos hoteles fue una sorpresa: ¡habíamos reservado en el mismo! No nos habíamos puesto de acuerdo en nada del alojamiento. Es una ciudad con 33 millones de habitantes y donde hay miles de hoteles. Fue una coincidencia impresionante, muy loca. Llegamos a las tres de la tarde a la recepción y cada uno se fue a su habitación. Éramos como viejos amigos. Sentíamos que nos conocíamos desde siempre. Quedamos en encontrarnos a las 19 en el lobby para ir a cenar”. Durante la visita a Nueva Delhi hicieron una excursión al Taj Mahal, donde él fue tan prudente que no se atrevió a tomarla de la mano (Crédito: REUTERS) Esa noche después de comer y de charlar sin parar, cada uno regresó a su dormitorio. No hubo nada de nada. Ni un roce ni una frase sugerente. Claudio quería cuidar la relación y no apurar las cosas: “Era una mujer que me había impactado mucho, que había traspasado muchos de mis límites por su forma de ser, por su amabilidad. Me cuidé de ser prudente para no asustarla. ¡Ni siquiera intenté agarrarle una mano!”, confiesa riendo. Al día siguiente pasearon como miles de turistas. Fueron a visitar el Taj Mahal y caminaron sin pausa. Volvieron muertos de cansancio al hotel y, una vez más, cada uno a su cuarto de hotel. El tercer día almorzaron y, luego, a ella le tocó partir primero. Se despidieron sin haberse dado un beso: “No había pasado nada de nada de nada, pero había quedado encendida una linda chispa”, sostiene Claudio. Claudio quedó impactado con Oli desde el primer momento La decisión jugada “Cuando regresé de mis breves vacaciones mi jefe me anunció que tenía que pasar unas semanas trabajando en Bombay. Iba a estar instalado en un departamento y solo. No lo pensé mucho. Enseguida llamé a Oli y le propuse si no quería venir unos días conmigo para conocernos más. Ella me comunicó que no tenía dinero para volver a viajar y yo le ofrecí comprar el pasaje. Se iba a quedar en el departamento, no tendría que gastar casi nada. Su hija de 16 años vivía desde hacía tiempo con la abuela así que eso tampoco era un tema. Vino a Bombay y se quedó trece días. La primera noche durmió en otro cuarto. El primer paso lo di yo, le hablé de frente. Le dije que me gustaba más de lo normal, que no quería solo una amistad, que deseaba que fuera mi novia. Ella me admitió que ya sabía que eso era lo que iba a pasar y nos besamos. La sociedad tailandesa es bastante conservadora. Recién ahí nació nuestra relación como pareja.”. Cuando a Daniel le dieron el mes y algo libre esta vez no fue directo a la Argentina. Arrancó por Bangkok donde decidió alquilar un departamento: “Ella vivía con su hermana. Así que alquilé un lugar para nosotros. Para que ella se instalara ahí y pudiéramos tener nuestra intimidad. Yo iba cada vez que podía. En vez de pasar todo mi período de vacaciones en la Argentina, empecé a repartir mis días entre Tailandia y Neuquén. Mi vida era complicada porque justo mi mamá estaba cursando una dura enfermedad, cáncer de mama. De esos 35 días que me tocaban, dos semanas las pasaba con Oli y, las otras dos, en Neuquén con mi vieja y mis hijos. Era agitado vivir arriba de los aviones tantas horas, pero estaba totalmente enamorado. En lugar de pasar todas sus vacaciones en la Argentina, Claudio empezó a quedarse con ella en Bangkok, donde alquilaba un departamento (Crédito: Grosby Group) En diciembre de 2013 Oli vino conmigo para pasar las fiestas y poder conocer a mi familia. Mi mamá se ponía nerviosa porque quería comunicarse mejor con ella y no podía porque no hablaba nada de inglés. Oli fue una nuera impecable y amorosa. Mamá tenía muy mal la piel y los pies por los tratamientos oncológicos. Oli se los lavaba con paciencia. ¿Qué nuera hace eso? -Claudio se ríe con amor al responder-. Oli desayunaba como los orientales con comida no con café y tostadas. Mi madre veía que se preparaba pollo frito a las ocho de la mañana. Al final ¡probó y le encantó!. Mi hermana del medio se resistía un poco y me decía que había traído una novia a la que no le entendían lo que decía”, cuenta siempre con humor para intentar explicar las diferencias culturales. “Mi vieja intentaba hacerse entender y entonces le hablaba muy fuerte al oído y le preguntaba, por ejemplo: ¿Tenés frío? Yo le explicaba: Mamá, no habla español, pero no es sorda, no grites. ¡Era todo demasiado gracioso!”. Los hijos de Claudio y la hija de Oli también tomaron bien que sus padres se enamoraran. Así que las cosas discurrieron con paz: “Mi hija Daniela de hecho vino a Tailandia en 2015 y se quedó un mes con nosotros”. Fue durante el viaje de regreso a la Argentina en el 2015 que murió la mamá de Claudio. En diciembre de 2013 Oli aterrizó en Neuquén para pasar las fiestas con Claudio y toda su familia “Lo que me enamoró de ella” Desde el 2013 hasta el 2016 la vida siguió más o menos por los mismos derroteros y sin grandes sorpresas. Entre la soledad de las plataformas y las visitas a Oli y a su país natal, yendo y viniendo. El 16 de enero de 2016 Oli y Claudio decidieron dar otro paso en su relación: se casaron por civil en Bangkok, frente a unos amigos y familiares de la novia. A fines del 2017 Claudio regresó a la Argentina, había terminado su trabajo. El 2018 lo sorprendió con un empleo nuevo en Arabia Saudita, en el que estuvo hasta octubre de este año. Fue por este tiempo que ambos comenzaron a planear vivir juntos en la Argentina. En una nueva decisión audaz, Oli encaró el desafío sin dudar: se mudaría a vivir a la Patagonia, la otra punta del mundo. Se organizaron y, en 2019, se trasladó a Neuquén. Ahora, Claudio podría pasar todo su tiempo libre en Argentina. “¿Qué me enamoró de Oli? Todo. Me enamoró que nunca tiene días malos; que es resolutiva en lo económico y en lo afectivo; que no peleamos ni discutimos; me da una vida muy armoniosa. Creo que ella encontró en mí seguridad, protección y respeto. Nunca tiene ni tendrá motivos para los celos. ¿Sabés? Nosotros canalizamos nuestras diferencias meditando. Ella es muy espiritual, es mi descarga a tierra. Es una persona con valores y que no tiene miedo a los desafíos”. Oli probando un sandwich de miga En el año 2021 construyeron su propia casa en Plottier a dónde se mudaron con su perra Daisy. Fue adoptada en San Justo y es de la raza Shih Tzu mini. Claudio le pone humor a su nueva paternidad: “¡Es nuestra hija peluda!”. Mientras él trabaja en Medio Oriente, ella se queda sola en Neuquén: “Por suerte Oli se maneja muy bien. Hace todos los trámites, lo que sea que haya que hacer y, no me preguntes cómo se comunica, pero se hace entender. Es muy simpática y siempre está con una sonrisa. Acá todos la conocen como la tailandesa”. ¿El ve el futuro cercano? “Ahora estoy cambiando de locación de trabajo. Hasta el pasado 28 de octubre estuve trabajando en Arabia Saudita. Quizá me toque en esta nueva etapa Kuwait o Guyana. Pero antes tengo que hacerme un tratamiento médico: una cirugía bariátrica porque tengo problemas de sobrepeso y diabetes tipo dos desde hace unos cinco años. Quiero operarme en febrero. Peso 112 kilos y mido 1,65 metros ¡me sobran 40 kilos!”. En 2021 construyeron su propia casa en Plottier y se mudaron con su perra Daisy, adoptada El jardín de los cerezos y los almendros Todavía la familia de Oli no visitó nunca la Argentina. Pero ellos sí tienen decidido viajar a Tailandia en el 2025: “Por suerte, la tecnología ayuda a que Oli no extrañe tanto. Su hija está bien, trabaja, tiene a sus tías y un hijo de 9 años”. Claudio cuenta que también él tiene un nieto de su hijo Ariel. Que con su hijo se habla todas las semanas y reconoce que no ha sido un padre muy presente para sus hijos: “Estoy cuando me necesitan. Siempre fui medio nómade, trabajé mucho y viví lejos. Se criaron así. Pero mi hijo lo sufrió bastante y me lo expresa. De hecho, él que también trabaja en una empresa petrolera, lo hace de lunes a viernes. No acepta viajar porque no quiere poner distancia entre él y su propio hijo Santino. Me reprocha el haber estado lejos porque asegura que me extrañó mucho y que no estaba para los cumpleaños o las graduaciones. Mi hija, en cambio, no lo vivió de la misma manera, dice que no la pasó tan mal. Me ve más como un luchador y le gusta escucharme contar lo que fue mi vida”. ¿Qué le costó a su esposa Oli de nuestras costumbres argentinas? Él la traduce: “No le agradan las puteadas típicas argentinas, ¡le parecen muy feas! Nunca le tomó gusto al mate. Eso sí: ¡le encantan las empanadas y el asado!”. Claudio sostiene que a él en cambio, abrazar la cultura oriental, no le costó nada. Pero se pregunta qué hubiera pasado si se hubiera cruzado con Oli y él no hubiera tenido previamente la larga experiencia de vivir en lugares como Malasia, Vietnam o India: “No sé si un clásico hombre nacido y criado en la Argentina, que no vivió en lugares orientales, podría haberse acoplado bien a una mujer asiática”. Claudio cuenta que no le costó nada abrazar la cultura oriental y asegura vivir un amor distinto a todo Los ladridos de Daisy, interrumpen sus pensamientos y se pierden en el enorme jardín de los cerezos, durazneros y almendros. Una paz salpicada con albahaca y menta los envuelve. Oli reniega por el viento huracanado del sur argentino que le quiebra los rosales que tanto cuida. Claudio, con mucha sonrisa instalada en su cara, observa su nueva vida transcurrir sin urgencias. Asegura vivir un amor distinto a todo, basado en “un respeto mutuo inigualable. Seguimos declarándonos el amor cada día, en cada conversación. Es algo que no hemos perdido en estos once años que llevamos juntos. ¿Lo perderemos alguna vez? Creo que no. Porque ella me sigue gustando cada día más y la volvería a elegir. Me imagino envejeciendo con ella acá, en esta tierra”. Oli, con su paz oriental, sonríe y asiente. * Escribinos y contanos tu historia. amoresreales@infobae.com * Amores Reales es una serie de historias verdaderas, contadas por sus protagonistas. En algunas de ellas, los nombres de los protagonistas serán cambiados para proteger su identidad y las fotos, ilustrativas

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