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  • Era el cumpleaños de su papá y fueron juntos al show de Callejeros: ella sobrevivió y él murió por entrar a salvar personas

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 29/12/2024 02:38

    Natalia Rossi Gasteasoro sobrevivió a Cromañón, pero perdió a su papá, Gerardo En sus antebrazos, Natalia Rossi Gasteasoro (37) luce dos tatuajes. Del lado derecho lleva el nombre de su hija, Ámbar (8), a quien dio a luz en 2016. Del lado izquierdo, tiene estampada la frase “Sigo por vos”, del tema “Creo” de Callejeros, que se hizo en homenaje a su papá, una de las 194 víctimas de Cromañón. Los trazos en su piel representan la vida y la muerte: dos caras de una moneda que Natalia conoce muy bien. En 2004, “Nati” —como la llaman cariñosamente— tenía 17 años y todavía no había cursado el 5° año del secundario. Hija de padres separados, la adolescente vivía con su mamá, Claudia, en Pompeya. Su papá, Gerardo, se había mudado a Burzaco y vuelto a formar una familia. Fue el marido de su madre y papá de su hermana el que le regaló las entradas para los recitales de Callejeros del 28, 29 y 30 de diciembre. Pero Natalia, que era fanática de la banda y amiga de algunos de los músicos, casi se queda sin ir a los shows. “Al concierto del 28 fui porque me escapé de la casa. Estaba en penitencia porque me había llevado dos materias y, además, tenía otras dos previas. Pero no era burra, era vaga. Mi vida era el rocanrol y el fútbol: soy fanática de Huracán”, cuenta a Infobae. Al recital de 29 no fue. El 30 logró un permiso especial porque su papá, que trabajaba como personal de “Control” de la banda de Villa Celina, convenció a su mamá. “Nicky”, como lo conocían a Gerardo Rossi en el ambiente del rock, cumplía 36 ese jueves y quería estar con su hija. “Dejala venir. Andá a saber si no es el último cumpleaños de mi vida”, le dijo el hombre a su exmujer. “Él era de hacer esos chistes. Nosotros éramos muy compinches. Al final, mi vieja cedió. ‘Uno o dos temas y te volvés’, me pidió. Todos sabemos lo que pasó después”, recuerda Natalia. Natalia junto a su papá Gerardo Rossi, quien trabajaba como personal de "Control" de Callejeros 25 centavos y un héroe anónimo Aquel 30 a la noche, cuando empezó a tocar Callejeros, Natalia estaba en la planta baja de Cromañón y apretaba fuerte una moneda de 25 centavos con la que pensaba ir al locutorio contiguo al local, una vez que terminara el primer tema. ¿El plan? Llamar a su mamá y preguntarle si podía quedarse hasta el final del show. “Arrancó a cantar Fontanet y, al toque, vi que se había formado un círculo en la pista. ‘Qué boludos, se están agarrando a trompadas’, le comenté a un pibe que tenía al lado. ‘¿Qué agarrando a las trompadas, piba? Se está incendiando todo', me contestó. Lo primero que hice fue mirar hacia donde estaba mi papá, pero el flaco me agarró del brazo y no me soltó. Llegamos al portón que estaba cerrado. La puerta se abría para adentro, así que tuvimos que ir todos un poco para atrás. Y ahí este chico me sacó“, recapitula Natalia. “Nunca supe quién fue, si está vivo o no”, agrega. Una vez en la calle, la adolescente se quedó parada sobre Bartolomé Mitre, frente a la puerta de Cromañón, sin entender qué estaba pasando. “Ahora va a salir mi viejo”, pensaba. Ahí recordó que tenía que llamar a su madre. Cruzó la avenida Rivadavia, llegó a la esquina de Irigoyen y La Rioja, donde había una heladería, y preguntó si tenían un teléfono, pero no se lo quisieron prestar. Angustiada, se sentó en la vereda de enfrente y se largó a llorar. Minutos después, un hombre se acercó y le prestó un celular. Tenía poca batería. “Se incendió todo, no encuentro a papá”, alcanzó a decirle a Claudia. Después de contactar a su mamá, Natalia volvió al boliche de Once. Para esa altura, el panorama era desolador. “Afuera estaban los bomberos y la policía, había ambulancias y cuerpos en el piso. Me crucé con algunos integrantes de Callejeros que estaban sacando gente y parando taxis para que los llevaran al hospital. En un momento vi al tío Maximiliano Djerfy, el guitarrista, lo habían tapado con la remera. ‘¿Qué hacés?’, le dije a la médica. ‘Está muerto’, me contestó. Ahí fue cuando hice un clic", explica. El interior de Cromañón. La habilitación otorgada era para 1.031 espectadores; sin embargo, esa noche ingresaron alrededor de 4.500 (Foto/DyN) Volver al infierno A pesar de lo que vio afuera, Natalia decidió entrar de nuevo a Cromañón. Según dice, conocía muy bien el lugar porque había ido a varios recitales, entre ellos, al del 12 de abril de 2004, espectáculo en el que Callejeros inauguró el local gerenciado por Omar Chabán, histórico empresario de la noche porteña y quien estaba al frente del emblemático Cemento, en Constitución. “Antes de entrar me crucé con un pibe del barrio, que agarró un pañuelo, lo mojó y me dijo: ‘Ponete esto en la cara’. Si no hubiese sido por eso, capaz no la contaba. Entré y estaba todo oscuro. Llegué a la escalera y, mientras estaba subiendo, alguien me dio una patada y me desestabilizó. Quedé sentada y empecé a sentir ardor en el pie: me faltaba una zapatilla. Después me agarró sed. Intenté pararme, pero no me respondía el cuerpo. ‘Ya está. Me muero acá sentada sin encontrar a mi papá’, pensé. Me abracé las piernas y cuando volví a abrir los ojos estaba en el hotel de al lado toda mojada. No entendía nada", detalla. Natalia salió nuevamente a la calle y allí la encontró su mamá: “Me reconoció porque llevaba puesto un pantalón de Huracán. Yo estaba de espaldas. Cuando giré, esto es lo que cuenta ella, estaba toda cubierta de hollín y tenía la mirada perdida. ‘¿Quién sos?’, le pregunté. Recién unos segundos después me di cuenta de que era mi vieja“. Tras reunirse con su madre, finalmente, la adolescente encontró a su padre. “Vino corriendo y me abrazó. Lloraba y me revisaba a ver si estaba bien. ‘Llévatela. No quiero que vea nada más’, le decía a mi mamá. Ella quiso que nos fuéramos todos juntos, pero mi viejo no quiso. ‘De acá no me voy hasta que saque a la última persona’. Y así fue. Entró y salió al menos nueve veces rescatando gente. Dio su vida por los demás", cuenta la hija mayor de Gerardo. Los bomberos y la policía entre los sobrevivientes: el reflejo del caos Después de Cromañón Esa noche, la familia de Natalia la llevó al hospital Ramos Mejía, pero ella se negó a ingresar por la cantidad de personas que había. En el viaje, cuenta, se la pasó vomitando. Al llegar a su casa, se bañó y se acostó. A la mañana siguiente, a eso de las 10, apareció su papá. “Él era un tipo que hablaba fuerte, pero prácticamente no se lo escuchaba. Estaba muy conmovido por todo lo que había pasado. Nos contó que había sacado muerta a una niña”, explica Nati. Dos días más tarde, un llamado telefónico de Defensa Civil puso en alerta a los Rossi Gasteasoro. “Nos comentaron que el humo que habíamos inhalado era tóxico y nos sugirieron que nos hiciéramos un chequeo médico”, reconstruye Natalia. De inmediato ella y Gerardo se fueron al hospital Penna. Allí les realizaron una serie de estudios y decidieron dejarlos internados. “Yo tenía el 85% de la sangre con monóxido de carbono. Lo de mi papá fue peor porque se descompensó y tuvieron que reanimarlo. Tenía quemada la laringe y el esófago. Después le agarró una infección en los pulmones y, lentamente, fue deteriorándose”, detalla. “Nicky” estuvo internado cinco meses y medio. En ese período, Natalia iba a visitarlo a diario y trataba de alentarlo. “Un día, uno de los que compartía habitación con él tenía puesta la radio Mega 98.3 y empezó a sonar un tema de Callejeros. Él estaba muy deprimido, pero abrió los ojos e hizo un gesto. Al día siguiente le llevé un grabador con un CD y le puse el tema ‘El Nudo’. Quería cantar. Me agarró la mano y, bien clarito, dijo: ‘Porque si me voy es por luchar’”. El 15 de junio de 2005 Gerardo entró en coma y falleció. Para Natalia fue el fin: tenía adoración por su papá. “Se me vino el mundo abajo. ‘No voy a poder seguir’, pensé. Me deprimí. Estuve un mes en cama y no quería levantarme. Me la pasaba comiendo, había engordado 20 kilos. No quería vivir más. Después de Cromañón me había mantenido en pie por él, porque me necesitaba fuerte. Tenía la ilusión de que algún día iba a salir del hospital y las cosas iban a ser como antes. Soñaba con que me diera el diploma y la medalla de mi egreso. Pero ni a eso llegó”. Natalia en brazos de su papá, Gerardo. "Cuando se murió no quise vivir más. Lo extraño todos los días”, asegura “Mi hija vino para salvarme” Gerardo Rossi murió a los 36 años y dejó cuatro hijos huérfanos. Además de Natalia, estaban Áyax, de 9 años; Anahí, de 7; y Fabrizio, de 5, fruto de su segunda pareja. “La última vez que estuvo lúcido me dijo que me amaba y que era la luz de sus ojos. También me pidió que cuidara a mis hermanos. Y fue lo que hice”, dice Natalia y le brillan los ojos. “Todos los días pienso en lo que pasó. Nunca lo voy a entender. Mi vida cambió en un segundo. Yo era una chica feliz. Tenía proyectos. Aquel diciembre iba a recibir el año nuevo con mi papá y, en un minuto, todo se desmoronó. Mi familia nunca más fue la misma y yo tampoco. Me la paso enfermándome”, asegura. Natalia dice que salió adelante gracias al apoyo incondicional de sus amistades, su familia, Huracán (el Club de los amores de su papá) y el rock. “Ir a ver a Don Osvaldo (NdR: la banda de Patricio Fontanet) me hace bien. Cada vez que voy a uno de sus shows siento que mi viejo está ahí. Vuelvo con el alma llena”, asegura. Sin embargo, lo que más fuerza le dio fue convertirse en madre: “Después de tanta tristeza, de tanta oscuridad, di vida. Yo siempre digo que mi hija vino para salvarme. Ella es una parte de mi papá”. El próximo 30 de diciembre, Natalia tiene pensado ir al Obelisco con su hija Ámbar; su mamá, Claudia; su abuela y su tío. “Entre todos los actos que van a realizarse para homenajear a las víctimas y a los sobrevivientes por los 20 años de Cromañón, decidimos ir a ese porque es lo que yo quiero mostrarle a mi nena: que a pesar de todo se puede estar feliz. Tratar de transformar el dolor en amor”.

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