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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/12/2024 04:43
Victoria Eugenia Henao y Juan Pablo Escobar, viuda e hijo del jefe del cartel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria. Estuvieron detenidos en Buenos Aires “¡Alto, entregue las armas, está detenida!”, escuchó Victoria Eugenia Henao, la viuda del narcotraficante colombiano Pablo Escobar aquella noche del lunes 15 de noviembre de 1999 cuando llegó a su departamento del piso 17 en Jaramillo 2010 en el barrio de Núñez luego de sus clases de coaching ontológico. El operativo en su casa había sido ordenado por el juez federal Gabriel Cavallo y comandado por el comisario Jorge “El Fino” Palacios, quien dispuso que unos quince policías revisaran cada rincón del domicilio donde la mujer vivía junto a sus hijos, Juan Pablo y Manuela. Venían de dos experiencias frustradas intentando escapar de Colombia bajo amenazas de muerte de los enemigos de su marido, asesinado por los Pepes (Grupo Paramilitar conocido como Perseguidos por Pablo Escobar) el 2 de diciembre de 1993, al otro día de cumplir 44 años. Primero viajaron a Alemania cuando Pablo aún estaba con vida, pero no fueron aceptados en ese país y resultaron inmediatamente regresados a Colombia en el mismo avión. Luego, a comienzos de 1994 les llegó una propuesta para radicarse en Mozambique, hacia donde se trasladaron a mediados de diciembre de ese año. Pero se llevaron tal frustración al llegar, que la aventura duró apenas unos días y finalmente terminaron decidiendo residir en la Argentina, por donde habían pasado cuando viajaron a África, luego de hacer escala en Brasil, otro destino en el que pensaron como posible lugar de radicación que terminaron descartando por la dificultad del idioma. En Colombia habían tramitado de manera legal el cambio de sus identidades con la intención de que en el resto del mundo no los reconociera porque enemigos de su marido les habían jurado perseguirlos hasta cualquier lugar que fueran. Así Victoria Eugenia Henao pasó a llamarse María Isabel Isabel Santos Caballero, su hija Manuela Escobar sería Juana Manuela Marroquín Santos, su hijo Juan Pablo se convirtió en Juan Sebastián Marroquín Santos, y hasta su nuera, Andrea, fue Ángeles Sarmiento del Valle. Pablo Escobar junto a sus dos hijos y su esposa. La familia se estableció en Buenos Aires luego de la muerte del narco (Proyecto Pablo Escobar) El allanamiento en el domicilio familiar duró varias horas y tanto María Isabel como su hijo observaban de cerca cada movimiento porque los habían advertido que en otros casos algunos uniformados “tenían la costumbre de ‘plantar’ drogas con aprobación de sus superiores para obtener los resultados deseados”. Cuando finalizaron la mujer consultó qué sucedía y por qué estaban en su casa. Recibió como respuesta que ambos pasaban a estar detenidos por la utilización de documentos falsos De esta forma, con detalles muy precisos, lo contó la viuda del narco en su libro Mi vida y mi cárcel con Pablo Escobar, de editorial Planeta. En el departamento también estaban esa noche la madre de María Isabel, su nuera, su madre y su hija Juana. Los trasladaron a toda velocidad por la avenida Libertador en distintos patrulleros con destino a la Unidad Antiterrorista de la Policía Federal, ubicada en Cavia 3302, en Palermo. Como no les dieron información acerca de dónde los llevaban, Ángeles, la pareja de Juan Sebastián, le pidió a la empleada que trabajaba en la casa que los siguiera en un taxi para por lo menos tener idea de en qué lugar iban a estar. Al hijo de Pablo Escobar todo le pareció muy sospechoso y hasta estuvo a punto de arrojarse del auto cuando lo llevaban porque creyó que los habían secuestrado falsos policías, ya que uno estaba borracho y su placa identificatoria y su uniforme dejaban mucho que desear. Así lo relató su madre en el texto que se conoció en 2018 calificado como “El testimonio de la esposa del narco más peligroso del mundo”, fuente esencial para esta historia que ahora contamos. Pablo Emilio Escobar Gaviria. Su familia escapó de Colombia y luego de varias escalas se afincó en la Argentina (Archivo DEF) Llegaron al lugar cerca del amanecer y recuerdan que intentaron presionarlos para que firmaran con sus nombres originarios, pero no lo hicieron porque ahí sí hubiesen cometido un delito, al usar una identidad que no era la de los documentos. La viuda creyó que se trataba de una confusión y que con el correr de los días todo se aclararía y volverían a la normalidad, ya que estaban residiendo de manera legal como turistas y sus actividades eran absolutamente lícitas. Pero no resultó así. Fueron a parar a distintos calabozos por separado, y luego los fueron trasladando a otras celdas de diversos organismos de la ciudad, hasta que en una oportunidad los alojaron en el palacio de Tribunales, rodeados de ratas. Estuvieron quince días sin poder bañarse y finalmente los llevaron a declarar a los juzgados federales de Comodoro Py. Juan Sebastián le decía a su madre que no comiera lo que le traían porque la iban a envenenar. Finalmente terminaron en la Superintendencia de Drogas Peligrosas en Belgrano 1613, en la Capital. “Al principio me trataban muy mal y me insultaban. Idéntica situación vivía mi hijo a quien podía verle los ojos y hablarle a la distancia a través de un pequeño rectángulo de la puerta por donde los guardias vigilaban a los internos de vez en cuando en sus rondas”, describió María Isabel en el relato. Libertad condicionada El sueño que todos tuvieron de vivir en paz en la Argentina comenzaba a desmoronarse. Habían llegado un 23 de diciembre de 1994 provenientes de Mozambique, intentando sobrevivir en algún país que no fuera Colombia por las amenazas de muerte que pesaban sobre ellos. Alquilaron un departamento de dos dormitorios en la calle Guido en Recoleta y trataron de iniciar una nueva vida. Para mantenerse en secreto habían decidido que a cualquiera que les preguntara le dirían que eran una familia que vivía del cultivo de café y que llegaron al país por temor a los secuestros que en ese momento arreciaban en Colombia, luego de que el marido de María Isabel muriera en un accidente de tránsito. Intentaban todo el tiempo hacer una vida normal. Juan Sebastián empezó la carrera de diseño industrial y Ángeles, su pareja, la de publicidad en la Universidad de Belgrano, barrio al que se mudaron en 1995. La pequeña Juana concurría a la Escuela Jean Piaget, estaba triste y preguntaba por qué no podía llamarse Manuela como antes. El resto de la familia los visitaba pero no viajaban directo a Buenos Aires. Hacían diversas escalas para evitar cualquier sospecha. Hasta se habían impuesto mudarse cada dos años para que nadie pudiera descubrir quiénes eran. Y para estar en regla en el país como turistas, cada 90 días se trasladaban a Uruguay y regresaban. En dichos viajes conocieron al abogado Tomás Lichtmann, quien se ganó la confianza de todos. Mientras tanto, María Isabel estudiaba para coaching ontológico. Todo parecía normal, pero vivían siempre en estado de alerta. La viuda intentaba realizar una actividad extra que le generara ingresos para mejorar la calidad de vida. Entonces el abogado Lichtmann le presentó a un contador amigo, dueño de una inmobiliaria para que la asesorara, pero que terminaría siendo letal para la aparente tranquilidad con la que la familia vivía hasta ese momento. Época de sonrisas. Victoria Eugenia Henao y Pablo Escobar Gaviria. Tuvieron dos hijos: Juan Pablo y Manuela El “contador”, a quien María Isabel omite identificar con nombre y apellido en su libro, la aconsejaba con inversiones, la primera de ellas una casa en el club Campos de Golf Praderas de Luján que él se ocupó de venderle. Con el correr del tiempo el profesional se fue convirtiendo en un hombre de confianza para ellos. Pero cuando un día descubrió quiénes eran realmente el panorama cambió. Él mientras tanto manejaba información, documentos y un poder que ella le había dejado. Según cita la viuda: “no sabía entonces que sus intenciones ya no eran buenas y que en realidad estaba maquinando una estrategia para quedarse con todo”. Para colmo en esos momentos el canal People & Arts publicitó que saldría al aire un informe relacionado con la vida y la muerte de Pablo Escobar. Su familia estaba aterrada porque si ellos llegaban a aparecer en el envío podrían llegar a identificarlos. De Cariló a prisión Estaba finalizando 1998, se acercaban las fiestas de fin de año y de inmediato decidieron dejar Buenos Aires y entonces alquilaron una casa en Cariló para pasar el verano alejados del ruido y las miradas de la gran ciudad. No obstante, según María Isabel, el “contador” los seguía rondando y presionando pidiéndole dinero a cambio de “protegerlos”. Fue tal la presión que sintió que en octubre del 99 decidió denunciarlo por hostigamiento y amenazas en un juzgado de la ciudad de Buenos Aires, revelando quien era realmente. “Soy la viuda de Pablo Escobar”, le dijo a la magistrada que la escuchó, sin que ya le importara revelar el secreto tan cuidado, para que se diera cuenta de que la estaban presionando para sacarle dinero. María Isabel reveló que su denuncia trascendió, y justo en esos tiempos surgió la declaración espontánea de un policía que dijo que tiempo atrás, mientras la mujer estaba detenida en un semáforo a bordo de su auto en el barrio de Belgrano la reconoció a raíz de unas fotos de ella que había visto en el pasado en la División Drogas Peligrosas donde se la identificaba. Según relató la viuda en su libro, el agente anotó la chapa patente e investigó a quién pertenecía hasta dar con su identidad. Así, de inmediato puso la información lograda a conocimiento del mencionado comisario Jorge Palacios, por entonces jefe del Departamento Unidad Investigación Antiterrorista, quien puso en conocimiento al juez federal Gabriel Cavallo. El magistrado puso en marcha una investigación para certificar si realizaban actividades ilegales como lavado de dinero u otra relacionada contra la ley de estupefacientes. Victoria Eugenia Henao junto a su hijo Juan Pablo Escobar. Llegaron a la Argentina hace 30 años (Facebook) Así se originó aquel allanamiento en el departamento de la familia y se inició el deambular de madre e hijo por diversos lugares de detención, donde según la viuda de Escobar la pasaron bastante mal, ante el temor de su nuera, su hija y su madre que seguían residiendo en Buenos Aires sin entender lo que sucedía. El proceso demandó tiempo. Según ella el juez les decía en la cara que estaban intentando engañarlo cada vez que estaba frente a ellos. Recién a fines de 1999, su hijo fue dejado en libertad. Pero ella continuó encerrada e investigada. La pesquisa siguió su curso hasta que Eduardo Freiler fue designado fiscal del caso. Se pidió a Colombia la información pertinente respecto al cambio de identidades y todo estaba en regla. Así Freiler pidió el sobreseimiento de María Isabel y su hijo. El expediente pasó por varios fiscales, y finalmente Carlos Cearras elevó la causa a juicio oral, “pero con reservas que dejó por escrito ante inconsistencias y falta de evidencias condenatorias, lo que cambió la acusación en mi contra que sostenía Cavallo como jefa de una asociación ilícita, y facilitó mi excarcelación el 5 de abril de 2001. El fiscal del juicio oral, Jorge Aguilar, no solo ratificó nuestra inocencia ante el Tribunal Oral Federal N° 6, sino que fue mucho más allá al acusar al propio juez Cavallo de privación ilegítima de la libertad, abuso de poder y prevaricato, sosteniendo que se habían vulnerado nuestros derechos”, describió la viuda en su texto. La libertad fue condicional hasta el 14 de noviembre de 2005, fecha en el que el Tribunal Oral los sobreseyó, medida que ratificó la Cámara de Casación Penal en agosto de 2006. Más allá de las injusticias, otra vez la familia de Pablo Escobar volvía a padecer las consecuencias de su pasado tan temido, siempre cercado por el terror, el vivir en las sombras y la muerte.
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