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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 28/12/2024 04:38
El autor de Peter Pan tomó prestado el nombre de su personaje más célebre de un niño de quien fue padre adoptivo La muerte marcó su infancia. Pero, además, rodeó el resto de su vida como un huésped hostil, como un enemigo poderoso, imbatible, irrevocable. Él volcó su desconcierto y sus angustias en un libro inmortal que esconde en su trama de cuento de hadas, el perfil de su autor, James Matthew Barrie, el chico al que hospedó la muerte y que hizo todo lo que estuvo a su alcance para aliviar el que sería o imaginaba su adiós final. Por lo pronto no llegar a adulto era una manera de mantener alejada a una entidad tan cruel. El libro que se haría inmortal tuvo como antecedente una obra de teatro: “Peter Pan, or the boy who wouldn’t grow up – Peter Pan o el niño que no quería crecer”, que se estrenó el 27 de diciembre de 1904, hace ciento veinte años. Tuvo un éxito atronador y fue el cimiento de la novela infantil: “Peter Pan y Wendy”. En 1953, Walt Disney le puso su sello a la historia, le puso caras, alas y magia a los personajes creados por Barrie, a Peter Pan, a sus aventuras, al capitán Garfio, al polvo de estrellas que hacía volar la imaginación infantil; todo se eternizó en los dibujos gráciles y etéreos de los estudios que urdieron la infancia de varias generaciones. Todo Peter Pan, su decisión de nunca crecer, su relación con Wendy, una chica de doce años que lo acompaña junto a sus hermanos al país del Nunca Jamás y hace de madre postiza de los chicos perdidos que habitan esa tierra lejana; su contrafigura, Campanita, el hada privada de Peter; todo el entramado de la novela infantil cayó con los años en la interpretación psicológica, en el laberinto que encierra la invención de Barrie, su narrativa, la simbología oculta o evidente de sus personajes de leyenda. Esa es tela para otras vestiduras. La vida de Barrie fue una novela no tan oculta, jamás escrita como tal, que va desde su particular tragedia personal hasta el hallazgo de los personajes que serían llevados a su novela, incluida la sospecha de su homosexualidad, vecina a la pedofilia, y sacudida por el calvario del desapego y la cercanía de la muerte. Peter Llewelyn Davies publicó un libro biográfico que incluía buena parte de las cartas de James Barrie. El título que eligió fue “Morgue”. James Barrie nació el 9 de mayo de 1860 en Kirriemuir, Escocia; era el noveno de diez hijos de un tejedor manual, acaso próspero, de aquellos que iban a ver sus vidas trastocadas por la Revolución Industrial, inminente cuando nació James. Su madre, Margaret Ogilvy, preocupada por la educación de sus diez hijos, había visto al mayor, Alexander, graduarse con honores en la Universidad de Aberdeen. Sus esperanzas, así son las madres, estaban puestas en el segundo de sus chicos, David, que hacía pensar a Margaret que estaba destinado a mayores logros. Pero entonces cayó la fatalidad sobre la familia: David se mató en una caída mientras patinaba sobre hielo: tenía catorce años. La tragedia devastó a Margaret, cayó en una profunda depresión, en una agitada congoja, en una especie de agonía sin esperanzas que, más tarde, su hijo James describió en una biografía novelada, “Margaret Ogilvy; by her son – Margaret Ogilvy por su hijo”, dedicada a su hermana Jane Ann. Las páginas son una minuciosa descripción de sus propios sentimientos, de sus atropelladas emociones por intentar mejorar el delicado estado mental de su madre: el chico hasta intentó reemplazar a su hermano muerto. Por un lado, el esfuerzo de James entonó el afecto entre madre e hijo; por otro lado, la certeza de lo imposible y cierto desdén materno hacia sus ingenuos esfuerzos, hicieron de su vida joven un modesto calvario personal que marcaría los pasos a dar por el resto de su vida. Fue alumno de la Dumfries Academy durante toda su adolescencia y siguió sus estudios en la Universidad de Edimburgo, donde se graduó en 1882, mientras colaboraba también con el periódico “Edinburgh Evening Courant”. El periodismo le abrió las puertas de una profesión que él mismo extendió hacia la literatura. A los veintidós años trabajó para el “Nottingham Journal”, hasta que se mudó a Londres no sólo por mejores ofertas de trabajo, sino para poner distancia con aquel hogar trasegado por el dolor. Se lanzó a escribir ficción y drama. Era un muchacho de muy baja estatura, no pasaba del metro cincuenta, una especie de Peter Pan adulto convertido en un autor de éxito. Entre 1888 y 1902, Barrie publicó novelas exitosas, inspiradas en el pueblo de su nacimiento, con personajes de ficción, uno llamado Thrums y otro llamado Tommy. En 1901 apareció “The little white bird – El pajarito blanco”, donde aparece por primera vez un embrión de Peter Pan. En 1894 Barrie, que tenía entonces treinta y cuatro años, se casó con la actriz Mary Ansell. El matrimonio tuvo corta vida: se separaron en 1909 cuando él descubrió que Mary tenía un amante y, según la otra mitad de la biblioteca, cuando ella se cansó de ser una madre postiza para el atribulado joven Barrie. Para entonces, el novelista ya había consagrado a Peter Pan como su gran éxito y su mejor obra. Toda la historia había empezado en 1897. James Barrie nació el 9 de mayo de 1860 en Kirriemuir, Escocia. Y murió en junio de 1937 En Kensington Gardens del Londres de hoy, se alza una estatua a Peter Pan; los jardines cobijan también la fuente que recuerda a la Princesa Diana de Gales, el Palacio de Kensington y el monumento al rey Alberto, esposo de la reina Victoria, que fue erigido frente a otro monumento pero de la música, el Royal Albert Hall. Fue en esos jardines que Barrie conoció a la familia Llewelyn Davies. Primero, una mañana, mientras paseaba a su perro Porthos, nombre de uno de los tres mosqueteros de Alejandro Dumas, que eran cuatro, conoció a la niñera de George y John “Jack” Llewelyn Davies, de cuatro y tres años. La niñera, Mary Hodgson, entabló cierta amistad con aquel desconocido que estaba encantado con los niños y a quien veía a menudo junto a su perro. Unos meses después, Barrie conoció en una cena a Sylvia du Maurier, la mujer de Arthur Llewelyn, padres ambos de los dos chicos paseanderos. Los Llewelyn integraron de inmediato a Barrie a la familia. Tenían tres hijos: George, que había nacido en 1893, John ‘Jack’, que había nacido en 1894 y Peter, recién nacido ese mismo año 1897. Con el tiempo, llegarían otros dos bebés: Michael, en 1900 y Nicholas, en 1903. Barrie se vinculó en el afecto con el primero de los chicos Llewelyn, George, y con el recién nacido Michael: su nacimiento fue el que dio origen a “The little white bird – El pajarito blanco” que, en otras versiones se conoce como “Adventures in Kensington Gardens - Aventuras en los Jardines de Kensington”, y que delinea el prototipo de Peter Pan, como un bebé capaz de volar, gracias a un polvo de hadas. El Peter Pan original, el que Barrie plasmó en “The Boy Who Would not Grow Up – El chico que no quería crecer”, es en parte el retrato de la época más feliz de la infancia de Barrie, la anterior a la accidental muerte de su hermano, metido en dos chicos reales, George y Michael Llewelyn, que lleva el nombre del tercero de los hermanos, Peter. Poco después del fantástico éxito de Peter Pan, la tragedia se abatió sobre la familia Llewelyn Davies y, de alguna manera, también sobre Barrie: en menos de tres años murieron los padres de los chicos: Arthur en 1907 y Sylvia en 1910, por un cáncer de mama. En su testamento, Sylvia había dejado expresado su deseo de que sus hijos quedaran al cuidado compartido de Barrie, de su madre, Emma du Maurier y de su hermano, Guy du Maurier. Dejó escrito también que Mary Hodgson debía seguir en su cargo de niñera ayudada por su hermana Jenny, de no muy buena relación con Barrie. La leyenda dice que, o bien Barrie alteró el documento, o logró que fuese interpretado a su modo: hizo valer que donde decía “Jenny”, se había querido decir “Jimmy”, su apodo, de manera que él y Mary Hogdson se hicieron cargo de los chicos Llewelyn Davies. En 1915, el mayor de los muchachos Llewelyn murió en las trincheras de la Europa en llamas durante la Primera Guerra Mundial: tenía veintidós años. Barrie y el chico que había inspirado a Peter Pan, Michael, de quince años, estrecharon aún más su relación. Michael estudió en el prestigioso colegio de Eton, a dos kilómetros del castillo de Windsor, desde donde envió y recibió cartas diarias con Barrie, a quien llamaba “Tío Jim”. El chico no se adaptó del todo al régimen del internado, no soportaba la lejanía y tenía pesadillas casi a diario. Pero las cartas y el apoyo de Barrie le ayudaron a vencer en parte sus fantasmas: se convirtió en un alumno brillante especializado en poesía y arte. Campanita, el hada de Peter Pan Pasó luego a las universidades de Oxford y de París, para ahondar sus estudios. En Oxford se hizo amigo de Rupert Buxton, hijo de un juez, también amante del arte y la poesía. Rupert fue el único de los amigos de Michael, no tenía muchos, que congenió con Barrie. Otro miembro del grupo, Robert Boothby, que con los años sería un dirigente del Partido Conservador del Reino Unido, diría décadas después que Michael y Rupert habían mantenido una relación homosexual. Boothby, que no ocultaba su condición de homosexual, dijo ser amigo íntimo de Michael Llewelyn y reveló que el chico ya había tenido antes relaciones con otro estudiante llamado Roger Senhouse. También sugirió que el vínculo entre Michael y Barrie era “morboso e insano”, aunque descartó cualquier contacto sexual entre ambos. Nicholas, el menor de los hermanos, también negó que su padre adoptivo hubiera actuado alguna vez de manera impropia con cualquiera de ellos. Sin embargo, la particular conexión de Barrie con los muchachos Llewelyn llevó a pensar en la eventual homosexualidad del escritor y levantó sospechas que apuntaban a su pedofilia. La mayoría de los biógrafos ingleses negaron esa posibilidad, basados en la inexistencia de prueba o testimonio alguno que la sostenga La historia de Michael y su amigo Buxton terminó de manera trágica, otra tragedia más sobre la vida de Barrie. El 19 de mayo de 1921, Michael, de veintiún años, y su amigo, se ahogaron mientras se bañaban en Sandford Lasher, un rincón del Támesis vecino al muelle de Sandford Lock, no lejos de Oxford. Se trataba de un embalse de aguas transparentes pero peligrosas por sus inesperadas corrientes. Michael no nadaba bien y algunos testigos dijeron haber visto a Buxton bracear hacia su amigo para ayudarlo, aunque no percibieron los movimientos enérgicos típicos de un salvataje. Los cadáveres se recuperaron abrazados. Algunas fuentes dijeron que estaban atados el uno al otro, especulación desmentida por el médico forense. La historia oficial dijo accidente, pero el amigo de ambos, Boothby, estuvo convencido de que la muerte de Michael fue deliberada, no tanto la del chico Buxton. Los hermanos Llewelyn admitieron como “hipótesis plausible” la de un pacto suicida. James Barrie, creador de Peter Pan La muerte de Michael Llewelyn devastó a Barrie. Nunca volvió a ser el que había sido. Al año siguiente de la muerte de Michael, donó todo su patrimonio a su secretaria, Cynthia Asquith, excepto los derechos de autor por Peter Pan: los derivó al Great Ormond Street Hospital de Londres, el primero de los centros sanitarios infantiles de Inglaterra, fundado en 1852. Después, se encerró en su mansión para escribir historias de fantasmas: tal vez alguno de ellos lo habitaba todavía. Murió de neumonía el 19 de junio de 1937. A la historia le faltaba aún un capítulo trágico. En 1960, Peter Llewelyn Davies, Barrie había tomado su nombre para su personaje célebre, publicó un libro biográfico que incluía buena parte de la correspondencia de “Tío Jim” y aclaraba más cuál había sido la relación del escritor con su familia. Lo tituló con un guiño infausto: “Morgue”. Para entonces, Peter era un editor exitoso de sesenta y tres años que soportaba con cierto estoico hastío, que le preguntaran qué sentía al saberse inspirador de uno de los personajes más célebres de la literatura. El 5 de abril de 1960, poco después la publicación “Morgue”, Peter Llewelyn caminó hasta el bar del Royal Court Hotel y bebió un par de copas. Tenía cierta dependencia del alcohol y padecía un enfisema. Salió del bar, llegó hasta la estación Sloane Square del subte de Londres, una estación que está al aire libre, y se arrojó al paso del primer tren. Sloane Square no está demasiado alejada de los jardines de Kensington, donde empezó toda esta historia. Los periódicos británicos no pudieron eludir la tentación de elaborar un título que juzgaron acertado: “Peter Pan se suicida”.
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