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  • Tras la derogación de la ordenanza de Glifosato Cero, científicos vuelven a advertir sobre el peligro de su uso

    Gualeguaychu » El Dia

    Fecha: 28/12/2024 03:44

    En el transcurso de las últimas décadas, el modelo de agricultura se volcó a los paquetes transgénicos –pesticidas más semillas resistentes–, un modelo que llegó a los campos entrerrianos para quedarse. Al mismo tiempo, también llegaron las sospechas y consecuencias visibles de su daño al ambiente y la salud humana. Con el paso del tiempo, casos emblemáticos como el de Fabián Tommasi en Basavilbaso o el de Estela Lemes en Gualeguaychú encendieron las alarmas e instalaron fuertes debates en torno al uso de agroquímicos. Hoy, lejos de estar saldada, la discusión entre quienes denuncian sus peligros para la salud y quienes aseguran una supuesta inocuidad a través de las Buenas Prácticas Agrícolas (BPA) se ve reavivada en nuestra ciudad con dos hechos recientes. El primero tuvo lugar el pasado 19 de diciembre cuando la Cámara de Diputados de Entre Ríos dio sanción definitiva a la nueva Ley de Agroquímicos. Con 25 votos positivos y 8 negativos, se aprobó el proyecto denominado “de buenas prácticas en materia de fitosanitarios en Entre Ríos”, que había sido devuelto en revisión con modificaciones del Senado. El segundo hecho ocurrió al día siguiente, en la que fue la última sesión del año del Concejo Deliberante de Gualeguaychú: los siete ediles del oficialismo junto al concejal Marcelo Rodríguez de La Libertad Avanza lograron el voto mayoritario para derogar la Ordenanza 12216/18, conocida como “Glifosato Cero”, una norma que en su artículo 1° prohibía “el uso, aplicación, expendio, almacenamiento, transporte, comercialización y venta del producto llamado en forma general Glifosato y aquellas formulaciones que lo contengan en todo el ejido de la localidad de Gualeguaychú”. El argumento del oficialismo fue el de acatar una orden judicial que –haciendo lugar a los pedidos del agro– dictaba la inconstitucionalidad de la ordenanza. De esta manera, ante un panorama ahora más permisivo para el uso de agroquímicos, crece la preocupación entre quienes advierten sobre sus efectos nocivos y le atribuyen el aumento drástico de los casos de cáncer en la región. Esto último no sólo es sostenido por ambientalistas y productores agroecológicos, sino que forma parte de una sospecha ampliamente compartida por la ciudadanía que encuentra cada vez mayor respaldo en la evidencia científica. La palabra de los especialistas Para indagar en esa línea, Ahora ElDía conversó con los investigadores del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet) Adrián Friedrich y Germán Lener. Friedrich es bioquímico especializado en inmunooncología y estudia los efectos de la exposición prolongada al herbicida glifosato y al insecticida clorpirifós sobre el sistema inmune y la inmunovigilancia contra tumores. Lener, por otro lado, es Doctor en Química especializado en Ambiente y Energía. Cada uno, en proyectos distintos, ha trabajado sobre el impacto de los compuestos fitosanitarios. “Analizamos cómo el glifosato y el clorpirifós, en dosis ambientalmente relevantes, pueden impactar negativamente sobre el sistema inmune de manera tal que este no pueda cumplir su rol antitumoral. Ya contamos con bastante evidencia –que aún no hemos publicado– de que sí lo hace: lo que estamos viendo en el laboratorio, al menos en ensayos in vitro, es que células sanguíneas de donantes sanos, cuando están en presencia de estos compuestos a muy bajas dosis y de manera conjunta –dado que a veces se utilizan juntos en el campo– hacen daño a las células inmunes, de tal forma que después no pueden atacar y eliminar tumores”, contó Friedrich sobre el trabajo que lleva adelante junto a su equipo. Al respecto, desarrolló: “Existe evidencia científica bastante abundante respecto al impacto del glifosato en diversos animales acuáticos y terrestres. También se sabe que el glifosato impacta de manera fuerte sobre las bacterias del suelo, fundamentalmente porque es una sustancia que inhibe una ruta metabólica, es decir, una forma de producir proteínas tanto en plantas como en microorganismos y bacterias. Esa ruta metabólica no existe en las células humanas ni en las de otros animales, por lo cual se supone que el herbicida actuaría en forma muy específica y no impactaría en otros organismos. El problema es que aún no se sabe a través de qué mecanismos sí lo hace. Hay algunos demostrados y otros no, pero cada vez es mayor la evidencia de que impacta en la salud de las personas y de los animales”. “Esta evidencia es tan abundante que desde hace mucho tiempo organismos internacionales clasifican al glifosato como probable carcinógeno en humanos. Se encuentra en esta categoría fundamentalmente por la evidencia en modelos de ratas y ratones expuestos crónicamente al compuesto, ya que en algunos estudios se observó que desarrollaban tumores. Pero además hay evidencia epidemiológica bastante contundente: en muchos lugares del mundo se han encontrado personas que tienen glifosato o metabolitos de glifosato en orina o en sangre; incluso en la placenta de mujeres embarazadas, las cuales presentan una mayor probabilidad de desarrollar tumores de diversos tipos, fundamentalmente linfomas, entre otras patologías”. Por su parte, Lener aportó: “Se ha probado que en organismos superiores como anfibios y ratas el glifosato produce una alta toxicidad, daño genético y hormonal. Anfibios y ratas comparten muchos mecanismos bioquímicos con el ser humano, lo que significa un gran riesgo a la exposición. Esto puede estar asociado con el aumento de casos de cáncer, y daños genéticos y hormonales que se han evidenciado en los lugares donde se aplican estos formulados”. “Desde el punto de vista científico, existe mucha evidencia de dichos daños. Hablamos de decenas de miles de publicaciones de autores e instituciones libres de conflictos de interés. En contraste, también existe bibliografía científica que pone en duda sus efectos adversos, pero que no demuestra estrictamente su inocuidad. Lo llamativo es que estos trabajos no están libres de conflicto de interés, y son financiados por las mismas empresas que venden los formulados”, remarcó. Cómo llega el glifosato a las personas Contrario a lo que pueda suponerse, la población que vive en áreas urbanas y sin contacto directo con las zonas fumigadas no está exenta de los riesgos que presentan los agroquímicos. En ese sentido, Friedrich expuso que el glifosato llega a las personas de distintas maneras y que se ha detectado su presencia bajo las formas más diversas: desde el agua de napas subterráneas hasta el polvo de las casas, pero principalmente en los alimentos. “En general, los productos del campo tienen glifosato, a veces en altas dosis y otras veces bajas. Tanto en Argentina como en Europa se hicieron estudios sobre un montón de vegetales y fue el pesticida que más apareció, lo cual llama la atención porque se supone que se usaba solamente para semillas resistentes y no para cualquier alimento. Una de las explicaciones es que se usa más que antes porque la maleza en los cultivos transgénicos ya resiste al glifosato por el abundante uso. También por su utilización como barbecho químico, es decir, para preparar la tierra simplemente para que no haya maleza al momento de sembrar, con lo cual se usa para cultivos muy diversos”. Asimismo, Lener indicó que “el glifosato puede asociarse y combinarse con relativa facilidad a partículas del suelo y volar con el viento. También con superficies y fibras de plástico y desplazarse por el agua. Puede generar nuevos compuestos tóxicos por combinación con otros pesticidas con gran estabilidad en el agua. Se ha encontrado en todas las matrices ambientales y urbanas: en agua de lluvia y en agua potable, dentro de frutas y hortalizas, y también en la sangre, orina y heces de humanos. Todos estos estudios están debidamente publicados en revistas científicas, muchos de ellos por grupos de investigación nacionales”. ¿Es posible un uso inofensivo de los fitosanitarios? La pregunta deja mucho por responder y es el eje central de muchos debates. Lener puso en duda esta posibilidad, y señaló: “Al momento no he encontrado bibliografía libre de conflicto de interés que demuestre que existe una receta de aplicación inocua. Al contrario, los ensayos en anfibios y abejas, por ejemplo, han mostrado daños genéticos y hormonales incluso en bajas dosis de glifosato”. Por su parte, Friedrich apuntó contra uno de los principales argumentos esgrimidos para defender el uso de pesticidas: el de las Buenas Prácticas Agrícolas. “El paradigma de que ‘Si se emplea bien, no habría problema’ es una falacia, porque los mismos aplicadores en varias oportunidades han dicho que desde hace tiempo no se pueden usar las dosis de glifosato en la cantidad recomendada porque desde hace tiempo están viendo resistencia en la maleza, debido a tantos años de utilizar el mismo pesticida”. “Uno ve que los controles son muy escasos, por lo que se termina haciendo una aplicación muy cercana a las viviendas y sin cumplir con las normas”, concluyó. Definitivamente, la discusión sobre el glifosato está lejos de ser zanjada de manera definitiva. Los intereses en torno a su uso hacen que más de uno mire con recelo al que brinda opiniones contrarias a las aceptadas por cada uno. Por un lado la industria agraria y alimenticia que busca maximizar la producción y por el otro los ambientalistas, quienes insisten en que la Salud Pública no puede prevalecer ante una ambición comercial.

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