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» Comercio y Justicia
Fecha: 27/12/2024 15:17
Por Luis R. Carranza Torres Mucho de lo que hizo por nuestro país Manuel Belgrano en su tiempo, no se explica sino por lo sucedido en el tiempo pasado en España por sus estudios. Parte de Buenos Aires en junio de 1786 junto a su hermano Francisco para estudiar a Salamanca. Tenía por entonces 16 años y en el permiso de viaje al Virrey su padre, comerciante destacado de la ciudad, expresa como motivo “para que se instruyan en el comercio, se matriculen en él y se regresen con mercancías a estos reinos”. Pero llegado a España, eligió derecho por carrera, en una muestra destacable de independencia. Expresa al respecto en su autobiografía: “Mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como al estudio de los idiomas vivos, de la economía política y del derecho público, y fue en los primeros momentos en que tuve la suerte de encontrar hombres amantes del bien público, que me manifestasen sus ideas…” Para matricularse en la Universidad de Salamanca, Belgrano presentó el certificado de estudios del Real Colegio de San Carlos. Como en tal documento faltaba la materia Filosofía y Moral, después de distintas apelaciones ante el vicerrector de la Universidad de Salamanca, debió rendir un examen el 18 de junio de 1787 ante una mesa formada por los profesores de la materia fray Pedro de Madariaga y los doctores Gabriel de la Peña y Antonio Reirriand que lo aprobaron por unanimidad, al decir de Daniel Balmaceda en Manuel Belgrano. El gran patriota argentino. “El frontispicio de la Universidad se encuentra mirando hacia las Indias”, se solía decir por la época y aún antes, por ser el alma máter de las universidades americanas, empezando por la de Santo Domingo, Lima, México, la nuestra de Córdoba (1613), Chuquisaca, Santiago de Chile, entre otras, de acuerdo a Claudio Morales Gorleri, en su trabajo La formación académica de Manuel Belgrano. Dicho autor expresa asimismo: “Belgrano, iniciando su carrera en 1786, participó del plan de estudios de la Ilustración, o más bien del despotismo ilustrado de Carlos III de 1772, que lucía en sí mismo el espíritu crítico de la época, que llegó a ser contraproducente a los intereses de la corona. Por ejemplo, el aula que regenteaba Manuel se llamaba Francisco de Vitoria, el gran dominico que introdujo la Suma Teológica de Santo Tomás de Aquino en Salamanca y quien afirmara en sus escritos filosóficos y teológicos (potestatis civile) que la autoridad es conferida por Dios a la comunidad y luego, mediante la intervención de las voluntades humanas, a los gobernantes. Evidentemente, la Escuela Salmantina de Vitoria no estaba en línea con el absolutismo europeo…” Ocurre poco después lo que hoy denominamos como la Revolución Francesa, de la que Belgrano en su autobiografía expresa: “Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas, particularmente en los hombres de letras con quienes trataba, se apoderaron de mí las ideas de libertad, igualdad, seguridad, propiedad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre fuese donde fuese, no disfrutase de unos derechos que Dios y la naturaleza le habían concedido y aún las mismas sociedades habían acordado en su establecimiento directa o indirectamente”. De sus compañeros de estudios, quizás el más paradójico sea Juan Pío Camilo de Tristán y Moscoso, proveniente de Arequipa, y que sería el comandante realista contra quien combatiría luego en las batallas de Tucumán y Salta. También fue allí donde estudió economía política pese a no estar en los planes de estudios, como nos apunta Morales Gorleri. Tal interés generó incluso, un particular pedido al Papa, inserto en el Ideario de Belgrano de Matías Dib: “Estimado Padre: Emmanuele Belgrano, humilde postulante a Vuestra Santidad, expone que él mismo, después de haber estudiado la carrera de Leyes, se dedicó al Derecho Civil, en que obtuvo el grado de Bachiller; y a otras facultades, siendo al presente Presidente de la Academia de Derecho Romano, Práctica Forense y Economía Política de la Real Universidad de Salamanca. Por lo cual, para tranquilidad de su conciencia y aumento de la erudición, a Vuestra Señoría suplico le conceda permiso para leer y retener libros prohibidos en la regla más amplia”. Como explica Morales Gorleri, la “Academia” era una extensión universitaria para tratar temas de los planes de estudio y “el nombre de presidente se les daba a los maestros que asistían a los adjuntos que conocemos hoy como ayudantes de cátedra”. Tanto el pedido, como los cargos desempeñados, hablan de un recorrido académico de excelencia del prócer. La respuesta favorable del papa Pío IV llegó en julio de 1790, con la sola recomendación de no leer textos de pronósticos astrológicos o que trataran asuntos obscenos. A inicios de 1789 Manuel se matriculó en la Universidad de Valladolid, solicitando la autorización para rendir examen de Bachiller en Leyes, cuestión que materializó el 28 de enero, aprobando la evaluación y obteniendo así su título, prestando en su oportunidad el juramento correspondiente. Conforme Morales Gorleri, luego de ello, residió en Madrid hasta 1793, lapso en el que continuó especializándose en economía política, mientras participaba en la defensa de su padre, don Domingo, quien se había involucrado en un juicio aduanero, del cual fue absuelto. Hemos escrito al respecto en el artículo “En el nombre del padre” publicado en esta misma contratapa. Si bien Manuel se interesó por la carrera diplomática y ambicionó ser nombrado en una embajada en Italia, finalmente regresó a Buenos Aires como secretario perpetuo del consulado virreinal. Un puesto a la medida de su pasión por la economía. Pero, como todos sabemos, el destino le depararía otros planes mucho más allá de tal cargo.
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