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  • El humorista “más enfermo de todos”: la vida del hombre que fue perseguido y condenado por decir obscenidades ante un micrófono

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 27/12/2024 05:27

    Lenny Bruce hacía "stand up" y fue hostigado por el contenido de sus monólogos. En su biografía predijo con ironía: "Dentro de cincuenta años, ‘café’ va a ser una mala palabra” (Grosby) El tipo era un petardo. Y con la mecha encendida, siempre. Desnudó sin piedad a una sociedad hipócrita y la sociedad hipócrita, también impiadosa, lo cercó, lo juzgó y lo condenó. No lo mató el desamor sino las drogas y una vida a los tumbos que duró apenas cuarenta años. Podría haber sido olvidado en el turbión de los agitados años 60, que empezaron esperanzados y terminaron ensangrentados. Pero su talento, la admiración de artistas e intelectuales y una película, dirigida por Bob Fosse y protagonizada por Dustin Hoffman en 1974, lo rescató y lo mostró tal cual era: “Lenny”, por su nombre artístico, Lenny Bruce. Un cómico que hacía stand up porque su vida entera había sido un stand up, con una boca de cloaca y un empeño en llamar a las cosas por su nombre, en sacar el velo de lo que estaba velado y en meterse con lo que entonces era intocable, y aún hoy quién sabe: los tabúes sexuales, la brutalidad policial, los negros, los blancos, los judíos, las drogas, el Vaticano, los políticos, el racismo, la pobreza, el aborto, las religiones, la homosexualidad, la corrupción y lo que cupiera en su amplia canasta de agudeza, ingenio y picardía. Para eso está el humor. Por ejemplo, Lenny fue crítico severo del entonces presidente John Kennedy, justo fue corrosivo con el tipo que había dicho que la antorcha había pasado a una nueva generación. La noche del 22 de noviembre de 1963, el día en que Kennedy fue asesinado en Dallas, Lenny empezó su show con una frase: “¡Pobre Vaughn Meader…!”. Los que sabían, entendieron: Meader era otro cómico, popular también, especializado en imitar a Kennedy. La broma de Lenny Bruice cayó muy mal, pésimo. Aquella sociedad podía entender que a su presidente le volaran la cabeza a balazos, pero no podía permitirse una broma sobre esa gran tragedia. Para entonces, Lenny Bruce ya estaba cercado: tenía cerradas las puertas de las cadenas televisivas porque sus actuaciones frente a cámaras, que no fueron muchas, levantaban polvareda y nubarrones de críticas de las buenas almas a las que el cómico les sacudía la pelusa de los hombros. Algún colega lo invitaba a su programa, como Steve Allen, pero después de cerrar un pacto de caballeros en el que Lenny se comprometía a rebajar un poco el tono de sus conversaciones. Era como querer aplacar un trueno. Lenny había nacido como Leonardo Alfred Schneider el 13 de octubre de 1945, en un hogar judío de Mineola, un pueblo del condado de Nassau, en New York. El padre, Myron, era británico y zapatero; y la madre Sally Marr de nombre artístico, nacida Sadie Kitchenberg, era una actriz de teatro de suerte dispar, pero que algo vio en el hijo porque influyó para que siguiera sus pasos. La pareja se separó cuando el chico tenía diez años. A los dieciséis, Lenny, que era Leonard todavía, se alistó en la marina de Estados Unidos: era 1942 y desde hacía menos de un año su país estaba metido de lleno en la Segunda Guerra Mundial. Sirvió en el crucero ligero “USS Brooklyn”, que surcó el Atlántico como escolta de convoyes y como apoyo de fuego para desembarcos anfibios. Lenny oyó el silbar de las bombas en el norte de África, en Palermo, en Sicilia y después en Anzio, a cincuenta y tres kilómetros de Roma, escenario de una decisiva batalla contra las tropas alemanas entre enero y mayo de 1944. Después de la victoria aliada, con la paz en las manos y todavía anclado en Italia, Lenny divirtió a sus camaradas de armas con un pequeño show de humor, vestido de mujer. Por lo que fuere, estas cosas, que un hombre se vista de mujer, no son bien vistas en la armada de Estados Unidos. Ni en la de cualquier otro país. De manera que sus superiores se dispusieron a darle una baja deshonrosa del servicio. La leyenda dice que Lenny tuvo un diálogo con el médico del departamento de Psiquiatría del Newport Naval Hospital, a quien le confesó que sentía impulsos homosexuales hacia sus camaradas tripulantes. “¿A usted le gusta usar prendas femeninas”, preguntó el psiquiatra. “En ocasiones”, fue la enigmática respuesta de Lenny Bruce, que todavía era Leonardo Schneider. “¿En cuáles ocasiones”, insistió el profesional. “Cuando me quedan bien”. Cuatro médicos le firmaron la baja deshonrosa en abril de 1945, sanción que apeló porque, sostuvo, no había violado ninguna regla naval. La baja fue recalificada y pasó a ser: “En condiciones honorables, por no ser apto para el servicio naval”. El 3 de agosto de 1966, fue hallado desnudo, muerto en el baño de su casa de Los Ángeles. La autopsia determinó: “Intoxicación aguda por morfina causada por una sobredosis” (Grosby) En 1947, a los veintidós años, se presentó como “Lenny Marsalle” en un club donde actuaba su madre. Fue maestro de ceremonias suplente, cuando le tocaba subir a escena, algunas de sus improvisaciones despertaban risas y aplausos. Era un muchacho irreverente. Lo demás estaba por venir. Después cambió su apellido por Bruce, empezó a ser Lenny Bruce y hasta llegó a ganar dinero en un local de Brooklyn: doce dólares y un plato de espaguetis. Fue su madre quien lo llevó a la radio, al programa Arthur Godfrey’s Talent Scouts, donde imitó sus imitaciones: representó a un bávaro que imitaba a Humphrey Bogart, a un bávaro que imitaba a James Cagney, a un bávaro que imitaba a Edward G. Robinson. Quedó flechado, amor a primera vista, por Honey Harlow, una estríper de Arkansas, y se casaron enseguida, en 1951. Todo lo que Bruce quería era que su mujer dejara su profesión. Se convirtieron en un dúo cómico, pero casi no lograban juntar monedas. Fueron a tentar suerte a Miami, donde Lenny pergeñó una estafa de patas cortas. Había logrado hacerse de unas prendas de sacerdote y de un par de alzacuellos blancos durante un breve empleo en una lavandería, y se vistió como tal para empezar a pedir donaciones a nombre de la Brother Matías Foundation, que el mismo Lenny había creado y registrado. El dinero que se recaudara estaba destinado a una colonia de leprosos de la Guyana británica. Lo apresaron, pero eludió la cárcel por tres razones: la fundación existía y estaba legalizada en New York, el leprosario también existía y algún dinero había ido a parar allí y, tercero, el clero de Miami no fue capaz de presentar a Lenny como un impostor. Años después, en su autobiografía novelada, Lenny Bruce admitió haber recaudado ocho mil dólares en tres semanas, de los que envió dos mil quinientos al leprosario. A propósito, la autobiografía de Lenny se llamó: “Cómo hablar sucio e influir en las personas”, que era un remedo elevado al ridículo del libro Cómo ganar amigos e influir en las personas, de Dale Carnegie, una especie de pionero de la autoayuda, que lo había editado en 1936. Lenny y Honey viajaron a California para instalarse cerca de la casa del padre del cómico. Intentaron armar un hogar, pero no hubo manera. Acechados por el drama económico y por la cada vez más activa recurrencia a las drogas, anfetaminas, cocaína, Honey volvió al strip y consiguió trabajo en el local de burlesque más famoso de la zona, el “Colony Club”. Él actuó como maestro de ceremonias en varios locales de desnudistas: presentaba a las strippers y hacía pequeños monólogos. Según su biógrafo, Albert Goldman, fue en esos meses de 1954 donde Lenny “se hundió en el fondo del barril y trabajó en los lugares más bajos de los muy bajos”. Según Goldman, esos escenarios lo liberaron de inhibiciones, pruritos, temores, rubores y vergüenzas. Lenny Bruce empezó a poner en práctica las lecciones tácitas aprendidas de Joe Ancis, un comediante de New York al que había frecuentado en un local de “delicatessen” de Brooklyn, “Hanson’s”, que todavía está en pie. Ancis era un buen cómico, con pánico escénico y temor patológico al rechazo, que descubrió a Lenny el mundo del desencanto, el escepticismo y la acritud llevados al humor. El tipo tenía un lema que lo definía: “Las personas normales son aquellas a las que no conocés muy bien”. Lenny y Honey tuvieron una hija, Kitty Bruce, en 1955. El matrimonio se disolvió a fines de la década, después de una aventura de Lenny con la cantante de jazz Annie Ross. A Bruce Lenny lo echaron de la Armada de Estados Unidos luego de haberse disfrazado de mujer (Grosby) Las actuaciones de Bruce en los oscuros locales de Nueva York, ya entrado 1959, empezaron a tener un éxito subterráneo: las estrellas del cine y el teatro empezaron a escucharlo en aquellos sucuchos de mala muerte donde actuaba, y donde soltaba su humor inflamado, irreverente. En las mesas pequeñas y oscuras se sentaban Hedy Lamarr, Faye Dunaway, Ernie Kovacs, entre otros; tal vez lo haya escuchado Woody Allen, Bob Dylan, el poeta Allen Ginsberg, los escritores Norman Mailer y James Baldwin y, seguro, Hugh Hefner, el señor Playboy. El humor de Lenny era insoportable y atractivo; en 1959, la revista Time lo calificó como “el más enfermo de todos”. Pero Playboy publicó un perfil de Bruce que fue como un certificado de buena conducta, una pequeña puerta abierta a la fama. La nueva década lo encontró cerca de la cima de la que fue su corta carrera. Sus actuaciones empezaron a ser vigiladas por la policía que lo vinculaba al consumo de drogas, pero que también acechaba el mínimo desliz para procesarlo por obscenidad. Qué era y qué no era obsceno todavía no estaba ni legislado ni reglamentado; los criterios eran amplios o estrechos, según quién los aplicara. El 4 de octubre de 1961 Lenny fue arrestado por obscenidad en el Jazz Workshop de San Francisco. En su monólogo tomado como “ilegal”, había usado una palabra para definir el sexo oral aplicado a un hombre y la expresión “to come”, “venir” que además de su acepción original remite al orgasmo. En estos casos, siempre es más obscena la explicación que el chiste que se intenta explicar. El comentario de Lenny fue: “Si alguien que escucha eso se molesta, es probable que no pueda venirse”. El jurado lo absolvió, pero la vigilancia sobre Bruce se acrecentó y sus arrestos también. Lo arrestaron ese mismo año en Filadelfia, por posesión de drogas y, dos años después, en Los Ángeles. En este último caso, los cargos fueron retirados. Volvieron a arrestarlo el 5 de diciembre de 1962 en el club folk “Gate of Horn”, de Chicago por los mismos cargos amplios y difusos que encerraba el sustantivo obscenidad. Buscó actuar en el exterior, lo hizo en 1962 en “The Establishment” de Londres. Pero cuando intentó repetir su actuación al año siguiente, el ministerio del Interior británico le impidió ingresar al Reino Unido por “extranjero indeseable”. Dustin Hoffmann caracterizado como Lenny Bruce en el filme de 1974 que dirigió Bob Fosse (Grosby) En septiembre de ese año, había viajado a Australia. Fue un escándalo. Lo había contratado un americano radicado en Sidney para que Lenny actuara en el Aaron’s Exchange Hotel. La noche del debut, Bruce fue interrumpido por una actriz local, Barbara Wyndon, que le reprochó el que sólo hablara de Estados Unidos y le pidió que hiciera algo diferente. “Jódase, señora. Eso es diferente, ¿no?”, le respondió Lenny, furioso. Varios espectadores se marcharon de la sala y al día siguiente la prensa local se hizo un festín con el escándalo y calificaron a Bruce como “enfermizo”. Sus siguientes actuaciones fueron canceladas y él se encerró en su habitación del hotel Kings Cross. Los estudiantes universitarios locales, fanáticos del humor de Lenny, organizaron una actuación en la Universidad de Nueva Gales del Sur, pero a último momento el vicerrector canceló el permiso para usar el local destinado al show. La Comisión Australiana de Radiodifusión canceló también por adelantado una entrevista programada con la televisión local. Bruce se marchó de Australia días después y jamás habló en profundidad de aquella tumultuosa experiencia. En cambio, de lo que siempre habló Lenny Bruce fue de la realidad que percibía y de cómo la percibía: siguió con su crítica feroz hacia la clase política, lo que hoy llaman casta, su rechazo al racismo en aquellos años de batallas por los derechos civiles de los afroamericanos, se burló de las religiones y mantuvo sus permanentes alusiones sexuales con un lenguaje franco y explícito que lo llevaba a los tribunales acusado de obscenidad, inmoralidad, indecencia, impudicia y otras bellezas por el estilo. Sus presentaciones solían terminar con un último acto callejero a cargo de la policía: redadas enormes, espectadores presos incluso en el exterior de los locales que entonces eran considerados un paraíso para la comedia vanguardista. Otros comediantes, buena parte del Hollywood exitoso que hacía teatro en New York, actores, actrices, escritores, músicos e intelectuales que habían gozado de su humor, apoyaron a Lenny y calificaron de persecución el accionar de la policía. Se abrió un debate sobre la obscenidad, dado que un término tan amplio y vago que podía involucrar el arte en general y a los comentarios sociales en particular. En última instancia, Bruce era juzgado por usar palabras sin que existieran pruebas de que a través de ellas incitara desde el escenario a la comisión de actos peligrosos o ilegales. Se consideraba obsceno un discurso, lo que era peligroso para el ejercicio de las libertades democráticas. Y si era cierto que algunos espectadores se sentían ofendidos, el éxito de Lenny Bruce mostraba que mucha gente no se sentía ni denigrada, ni escarnecida, ni siquiera molestada. El comediante lo tenía más que claro: “¿Cómo es posible, señor juez? -dijo en una audiencia-. Me arrestan por decir lo que la gente paga por escuchar…”. Y en otra ocasión abrió su show: “Buenas noches, señoras y señores No han venido aquí para que los ofendan, ¿verdad?”. El público lo ovacionó. El verdadero nombre de Lenny Bruce era Leonardo Alfred Schneider. Había nacido el 13 de octubre de 1945 (Grosby) En abril de 1964 actuó dos veces en el “Café Au Go-Go” del Greenwich Village. Entre la audiencia había detectives encubiertos de la policía. Lenny fue arrestado junto a los dueños del club, Howard y Elly Solomon. Él por decir obscenidades, los Solomon por permitir en su local una actuación obscena. Los tres fueron declarados culpables y condenados. Los tres apelaron la sentencia, pero Lenny Bruce murió antes del fallo que lo sobreseyó. Las batallas legales minaron su economía y su salud, sacudida por su adicción a las drogas. Lo habían despojado de su licencia de “artista de cabaret” y ya no podía trabajar más en la mayoría de los clubes de Nueva York. El 3 de agosto de 1966, fue hallado muerto en el baño de su casa de Hollywood Hills, en el 8825 W de Hollywood Boulevard, Los Ángeles. Estaba tendido en el piso de su baño, barbado, desnudo, con una jeringa y una tapa de botella quemada cerca, junto a otros elementos relacionados con el uso de drogas. El productor discográfico Phil Spector, su amigo personal, compró los negativos de las fotos para “mantenerlas alejadas de la prensa”. La autopsia dictaminó: “intoxicación aguda por morfina causada por una sobredosis”. Fue enterrado en el cementerio Eden Memorial Park, en Mission Hills, California. Más de quinientas personas lo acompañaron, convocados por Spector y alentados a llevar “comidas y matracas”. El periodista Dick Shaap escribió en “Playboy” una sentida despedida. Las cuatro últimas frases decían: “Una última palabra de pocas letras para Lenny. Muerto. A los cuarenta. Eso es obsceno”. Su epitafio dice: “Padre amado, hijo devoto. Paz por fin.” El 23 de diciembre de 2003, treinta y siete años después de su muerte, el gobernador de New York, George Pataki le otorgó un perdón póstumo por su condena por obscenidad. Lenny Bruce está considerado hoy uno de los mejores humoristas de la historia. Su legado es una advertencia. Figura en su autobiografía que editó meses antes de morir: “Dentro de cincuenta años, ‘café’ va a ser una mala palabra”.

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