25/12/2024 09:34
25/12/2024 09:34
25/12/2024 09:34
25/12/2024 09:33
25/12/2024 09:33
25/12/2024 09:32
25/12/2024 09:32
25/12/2024 09:32
25/12/2024 09:31
25/12/2024 09:31
» Elterritorio
Fecha: 24/12/2024 20:31
martes 24 de diciembre de 2024 | 6:00hs. Nunca se nos ocurrió pensar en el origen de los tres cubiertos tradicionales de nuestra mesa de comer: el cuchillo, el tenedor y la cuchara. Y son tres orígenes muy distintos; el cuchillo desde hace muchos años era un arma mortal, militar o de uso civil; la cuchara es casi antropológica, tiene miles de años, más que el cuchillo; el tenedor es el más reciente. Los palillos chinos, nacidos en los tiempos de la dinastía Han (206 a.C), se utilizaban para avivar las brasas o para llevarse a la boca manjares en pequeños trozos. Las civilizaciones antiguas consumían los alimentos con la mano. El poeta Ovidio recomendaba a las damiselas comer con educación y sin mancharse la cara o la ropa. La leyenda atribuye la aparición del cuchillo de mesa como tal al cardenal francés Richelieu en el año 1630, quien mandó eliminar las puntas de los cuchillos de su casa ya que los comensales lo utilizaban igual para la guerra que como mondadientes. Reyes como Carlos III de España prohibían el uso del cuchillo en la vía pública, con lo que la diferencia entre arma y útil de cocina quedaba definida. En el siglo XIX, “siglo de oro” del cuchillo, aparecieron la mayoría de los cuchillos y navajas que se conocen en la actualidad y numerosas ciudades se especializaron en la construcción de cuchillos como Solingen en Alemania o Albacete en España. La cuchara tiene orígenes poco precisos; quizás las primeras cucharas fueron conchas de moluscos utilizadas por el hombre primitivo quien ya en el paleolítico fabricaba cucharas de madera o hueso. Miles de años más tarde, en Mesopotamia y Egipto las cucharas eran creadas con mangos tallados. Muchas de esas cucharas tenían una función para diversas actividades médicas o ceremoniales. El término cuchara proviene de la antigua Roma, donde existía un utensilio denominado cochlea. Su mango delgado permitía pinchar trozos de comida, haciendo también de tenedor. Prácticamente hasta el siglo XIX, la cuchara, junto con el cuchillo, era el único instrumento utilizado en las comidas y su fabricación -para las clases menos pudientes- era casi exclusivamente de madera. La historia del tenedor es, sin embargo, relativamente reciente. Antiguamente la gente comía con las manos. Incluso existían tratados de buenas maneras en la mesa en las que se instaba a usar tres dedos para tocar la comida, dejando el meñique y el anular sin utilizar para comer. El tenedor llegó a principios del siglo XI a Venecia desde Constantinopla de la mano de Teodora, hija del emperador de Bizancio. Pero su uso se consideró escandaloso y un “instrumento diabólico” que ofendía a Dios. Detrás de ello se encontraba la poca destreza (que muchas personas la sufren hoy) de los comensales para comer tallarines con semejante instrumento, teniendo en cuenta además que los tenedores de la época eran planos y con dos puntas, por tanto mucho más difíciles de manejar. De esta forma, el tenedor desapareció de Europa por más de 300 años hasta que Catalina de Médici, en su boda con Enrigue II de Francia, lo puso de moda en la corte francesa en 1533. La forma del tenedor ha estado sujeta a varios cambios. De ser un solo pincho pasó a tener dos puntas. En el siglo XVII se generalizó la tercera punta. En Italia se añadió la cuarta punta para adaptarla a la comida de spaguetti. Finalmente, a comienzos del siglo XVIII, el tenedor que conocemos actualmente, fue desarrollado en Alemania. El uso del tenedor se generaliza en el siglo XVIII y sobre todo en el XIX gracias a la producción en masa y la invención de la galvanoplastia (proceso de recubrimiento que existe desde principios del siglo XIX; aunque hubo avances en la tecnología utilizada, el proceso básico sigue siendo el mismo) que pusieron los tenedores de metal al alcance de las nuevas clases medias que deseaban imitar a la nobleza. La cubertería ha seguido un camino paralelo a otras facetas de la producción humana, pasando de ser objetos sencillos y modestos para estar decorados con el gusto de cada época. Por ejemplo hoy existen cubiertos para comer, de postre (un poco más chicos) y de cafetería, aún más pequeños. Hoy casi no existe una mesa sin tenedores, ya que se considera de mal gusto no usarlos; el tenedor -antes excomulgado- ahora es permitido y bendecido. En cuanto al mantel y las servilletas, el mantel sería el vestido principal de la mesa. Por eso que en celebraciones importantes -incluso en el ámbito íntimo y familiar- no faltan un mantel de tela y unas buenas servilletas del mismo material, aunque estas últimas cada vez se ven menos en los hogares. Los galos y romanos ya usaban manteles de lino en tiempos del Imperio Romano, algunas veces teñidos de colores. Como dato curioso podemos señalar que los invitados llevaban sus propias servilletas. Los vikingos, algo más rudos, disponían de sacos de cereal para quitar la suciedad de la mesa durante las copiosas comidas. En cambio, los antiguos pueblos nómadas del Sahara utilizaban cactus sin espinas para su limpieza. Pasada la Revolución Francesa, el duque Jaques de Serviliet abrió su propio restaurante, donde envolvía los cubiertos con una tela para ayudar a los comensales a limpiarse las manos. Actualmente, sigue siendo un uso cotidiano, incluso las de papel tissue. Históricamente, la importancia de las comidas como espacio de encuentro en la tradición judeo-cristiana contribuyó de forma significativa al desarrollo del mantel y al posterior cuidado de la “puesta en escena” de la mesa para comer.
Ver noticia original