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» Diario Cordoba
Fecha: 24/12/2024 12:13
Con el final de 2024, llega el momento de hacer balance. Para muchas personas, este ha sido un año especialmente complicado, pero en el que han encontrado la forma de seguir adelante. Han enfrentado situaciones límite, librado batallas que creían superadas y empujado cuando todo iba en su contra. Vitalie, Mª Carmen, Tamara y José María comparten cómo ha sido su 2024, un año que, de una forma u otra, les cambió la vida. A lo largo de estos meses, han demostrado ser un ejemplo de superación y resistencia frente a la adversidad, y ahora encaran el 2025 con coraje y esperanza. Estas tres historias reflejan cómo un año puede dejar una huella imborrable en quienes lo vivieron. Son las doce del mediodía, y muchos cordobeses aprovechan el sol invernal para disfrutar de una bebida o pasear. Entre los numerosos rincones de la ciudad, uno de los favoritos es la ribera y sus alrededores. Al caminar por el Balcón del Guadalquivir es fácil encontrarse con una tienda de campaña. «Pasa, pasa», invita una mujer sentada en una silla de plástico junto a la entrada. Este refugio es el hogar temporal de Tamara Reyes y Mª Carmen Fernández, dos mujeres que han encontrado en su amistad la fuerza para seguir adelante. Ambas viven desde hace meses en este rincón: Tamara lleva siete y Mª Carmen, dos. La segunda, una onubense de 37 años, trabajó durante años en el campo y en la hostelería. Hace un par de años, se mudó a Sevilla con su marido y, más tarde, a Córdoba, donde residían en una vivienda proporcionada por la empresa que le contrató. Sin embargo, a principios de este año, su esposo perdió el empleo, y con ello, también la casa. En cuestión de días, se vieron sin ingresos ni techo. Desesperada, Mª Carmen recurrió a un albergue, pero las tensiones con su pareja aumentaron hasta el punto de denunciarlo por maltrato psicológico. Sin una orden de alejamiento que la protegiera y sin familiares que la apoyaran, terminó en la calle. Desde mediados de octubre, depende únicamente de los ingresos mínimos que le otorga la tarjeta monedero. En el albergue A Tamara la conoció durante su estancia en el albergue. La historia de esta mujer de 51 años, tiene paralelismos con la de su amiga. Vivía con su marido, quien la echó de casa. Intentó empezar de nuevo con otra pareja en una casa de acogida, pero las constantes discusiones y el «miedo» que sentía la llevaron a abandonar el refugio. Desde mayo, no ha conseguido encontrar un lugar donde vivir. «El otro día nos lanzaron una barra de hierro a la tienda. Dormimos con mucho miedo» Ahora, ambas comparten una tienda de campaña de apenas dos por dos metros comprada en Decathlon. Su hogar está compuesto por un par de sillas de plástico, un carrito de la compra, algo de ropa y una silla de cámping. «Jamás imaginé acabar el año así», confiesa Mª Carmen con dolor. La situación de Tamara es aún más delicada. Sufrió un ictus que le dificulta la comunicación y, aunque percibe una pensión de viudedad por la muerte de su primer marido, no ha logrado acceder a una vivienda. «Todo se complica con el papeleo. Hay muchos estigmas sobre las personas sin hogar», lamenta. Además, Tamara padece depresión y carece de apoyo familiar. «El otro día vino mi hijo a insultarme y amenazarme», confiesa con la voz quebrada. Ambas coinciden en que lo más difícil de vivir en la tienda es el miedo constante. «No podemos dormir tranquilas. Tememos que alguien venga en cualquier momento a atacarnos o a violarnos», dice Tamara. Miedo y peligro Además, deben enfrentarse al comportamiento incívico de algunas personas. «Hay jóvenes que nos gritan o nos escupen al pasar», explica Mª Carmen. La situación se tornó especialmente peligrosa hace unas semanas, cuando alguien lanzó una barra de hierro contra la tienda, perforándola con un agujero de varios centímetros. «Por suerte, no estábamos dentro ni dañaron el colchón, pero podría haber acabado con nosotras», relata Mª Carmen mientras muestra cómo repararon el agujero con cinta adhesiva. A pocos días de la Nochebuena, Mª Carmen y Tamara aún no saben dónde la pasarán, si en un albergue o en su tienda de campaña. Lo que sí tienen claro es que lo harán juntas. «Es como mi madre», dice Mª Carmen. Una para la otra, son su mayor apoyo y un recordatorio de que, incluso en las circunstancias más adversas, la compañía puede ser un salvavidas. Suscríbete para seguir leyendo
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