24/12/2024 22:11
24/12/2024 22:11
24/12/2024 22:11
24/12/2024 22:11
24/12/2024 22:10
24/12/2024 22:10
24/12/2024 22:10
24/12/2024 22:09
24/12/2024 22:08
24/12/2024 22:05
Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/12/2024 08:32
Las huellas del Batrachopus grandis, halladas en Corea del Sur, ofrecen detalles únicos como escamas y almohadillas digitales En el corazón del Cretácico temprano, hace entre 110 y 120 millones de años, un depredador inesperado recorría las tierras que hoy conforman Corea del Sur. No era un dinosaurio ni una criatura voladora, sino un cocodrilo ancestral que desafiaba nuestra percepción moderna de estos reptiles. Este cocodrilo, bautizado como Batrachopus grandis, era un maestro de la caza bípeda, capaz de moverse con la agilidad y velocidad que asociamos más con las aves corredoras modernas que con los cocodrilos que conocemos hoy. El hallazgo de casi cien huellas fósiles en Sacheon City ha permitido reconstruir parte de la vida de este enigmático reptil. Las huellas, preservadas con una calidad asombrosa, muestran detalles de su piel y las impresiones de sus dedos y talones. Según los paleontólogos, estas características sugieren que el B. grandis medía unos 4 metros de largo y pesaba alrededor de 454 kilogramos. Su andar bípedo, similar al de un avestruz, dejó un rastro tan estrecho que los científicos lo describieron como si el animal caminara sobre una cuerda floja. El descubrimiento no solo ha reescrito capítulos de la paleontología, sino que también ha generado intensos debates en la comunidad científica. La idea de un cocodrilo que corría erguido y cazaba dinosaurios desafía su imagen de depredadores acuáticos lentos y poco activos. Como explicó Martin Lockley, paleontólogo de la Universidad de Colorado, “nadie piensa automáticamente en un cocodrilo que pudiera correr como un avestruz o un T. Rex”. Un depredador con una postura inesperada El Batrachopus grandis medía 4 metros de largo y cazaba erguido sobre dos patas, según expertos (Crédito: University of Queensland) Las huellas fósiles encontradas en el sitio de Jahye-ri son un tesoro paleontológico. Con longitudes que oscilan entre los 18 y los 24 centímetros, estas marcas no presentan rastros de arrastre de cola ni señales de extremidades delanteras, lo que apunta a un andar completamente bípedo. Además, las impresiones muestran detalles minuciosos de las escamas y los almohadones digitales del pie, sugiriendo que el B. grandis ponía todo el peso sobre sus patas traseras, al igual que los humanos al caminar. Este comportamiento es insólito entre los cocodrilos, tanto antiguos como modernos. Los cocodrilos actuales son principalmente cuadrúpedos, y aunque algunos pueden levantarse sobre sus patas traseras por breves momentos, no registran este patrón de locomoción. “Las huellas son estrechas y consistentes, como las de un animal que camina con precisión por una línea recta”, explicó Kyung Soo Kim, líder del equipo de investigación y profesor en la Universidad Nacional de Educación de Chinju. La locomoción bípeda no solo permitía al B. grandis alcanzar mayor velocidad, sino también una posición más elevada para explorar su entorno. Esto, combinado con su peso y sus dientes afilados, lo convertía en un cazador formidable capaz de alimentarse de dinosaurios más pequeños u otras presas de su ecosistema. Resolviendo un misterio de una década Científicos explican que las huellas fósiles indican locomoción bípeda sin registro de arrastre de cola (Crédito: University of Queensland) Este hallazgo también ha ayudado a esclarecer confusiones previas en la paleontología. En 2012, los científicos descubrieron huellas similares a unos 50 kilómetros del sitio actual, pero en aquel momento las atribuyeron a pterosaurios, reptiles voladores. Ahora, con las nuevas huellas y su excepcional nivel de detalle, los investigadores han concluido que ambas series de huellas pertenecen al mismo animal: el Batrachopus grandis. Según el estudio publicado en Scientific Reports, las huellas originales fueron malinterpretadas debido a su estado de conservación y a los conocimientos limitados sobre cocodrilos bípedos. “Este descubrimiento ha resuelto el misterio de quién dejó esas huellas hace más de 100 millones de años”, comentó Lockley. No obstante, el hallazgo también ha desatado debates. Algunos científicos, como Michaela Johnson, de la Universidad de Edimburgo, reconocen que las huellas son consistentes con las de un cocodrilo bípedo, pero señalan que faltan fósiles corporales para confirmar con certeza la identidad del B. grandis. Otros, como Pedro Godoy, de la Universidad Stony Brook, piden más evidencia antes de clasificar definitivamente al animal. La postura y la velocidad del B. grandis lo convertían en un depredador adaptado a la caza terrestre. La existencia de un cocodrilo que caminaba erguido y corría a la caza de dinosaurios tiene implicaciones significativas para nuestra comprensión de los reptiles prehistóricos. Durante mucho tiempo, los cocodrilos han sido vistos como depredadores oportunistas de movimientos lentos. Sin embargo, el B. grandis demuestra que algunos de sus ancestros eran animales altamente adaptados a la vida terrestre, con comportamientos que los alejaban del estereotipo de criatura semiacuática. “Este tipo de descubrimientos nos obliga a reconsiderar cómo evolucionaron los cocodrilos y cuán diversos eran en su locomoción y ecología”, explicó Kyung Soo Kim. Por ejemplo, el diseño estrecho de las huellas sugiere que estos animales eran más ágiles y estaban mejor adaptados para perseguir presas en tierra firme. Además, su existencia demuestra que la bipedalidad, un rasgo comúnmente asociado con dinosaurios y aves, también emergió en otros linajes reptilianos. Aunque las huellas de Jahye-ri representan un avance crucial, el B. grandis sigue siendo un enigma en muchos aspectos. Hasta el momento, no se han encontrado fósiles corporales que confirmen la anatomía exacta de este animal, dejando preguntas abiertas sobre su postura, velocidad y comportamiento social. Paleontólogos reconocen que las primeras huellas de este reptil en 2012 fueron atribuidas erróneamente a pterosaurios (Crédito: University of Queensland) A pesar de estas limitaciones, los investigadores están convencidos de que las huellas fósiles son prueba suficiente para demostrar la existencia de cocodrilos bípedos. Según el equipo de investigación, futuras excavaciones podrían revelar restos óseos que completen esta fascinante historia evolutiva. La historia del Batrachopus grandis no solo redefine la imagen de los cocodrilos prehistóricos, sino que también ilumina un capítulo hasta ahora desconocido de la vida en el Cretácico temprano. Este depredador bípedo es un recordatorio de que la evolución a menudo sigue caminos sorprendentes, desafiando nuestras expectativas y revelando una biodiversidad mucho más rica de lo que imaginábamos.
Ver noticia original