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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 24/12/2024 04:58
Las fiestas de fin de año son un buen momento para pensar en algo que hace a nuestra existencia y es el tiempo, reflexionó el doctor Enrique De Rosa Alabaster (Imagen Ilustrativa Infobae) Sin darnos cuenta estamos de nuevo en las últimas dos semanas del año y llega el tiempo de los balances y las expectativas para el periodo siguiente. También volvemos a plantearnos que “el tiempo que pasa” y, en particular, llama la atención la relación entre el tiempo externo y la percepción subjetiva del mismo. Estas etapas generan, en muchos casos, la sensación de no haber usado el tiempo de manera adecuada o que el año pasó sin que uno se diera cuenta. Es por eso que es muy importante tomar conciencia de la posibilidad de influir sobre la percepción interna del tiempo. ¿Por qué el tiempo parece volar cuando somos mayores? La falta de novedades en la adultez influye en cómo percibimos el pasar de los años con mayor velocidad (Imagen Ilustrativa Infobae) ¿Alguna vez ha sentido que los días eran eternos de niño, pero ahora como adulto, parece que los años pasan en un abrir y cerrar de ojos y a medida que pasan los años cada vez más rápido? Este fenómeno, que todos experimentamos de diferente forma, no es solo una percepción subjetiva; tiene raíces en cómo funciona nuestro cerebro y cómo vivimos la temporalidad de nuestras vidas en diferentes etapas y estados mentales. Si bien el tiempo parece ser es una constante objetiva, nuestra su percepción del mismo está lejos de serlo. Lo que para un niño puede parecer una eternidad, un año escolar por ejemplo, para un adulto ese mismo periodo de tiempo, pasa de otra manera. Esta percepción subjetiva del tiempo no solo depende de nuestra edad, sino también de nuestros estados mentales y de la forma en que nuestro cerebro procesa los eventos temporales. Neurobiología de la percepción temporal Si bien muchas veces se refieren a que el cerebro tiene un “reloj interno” en realidad no hay un sitio único, sino que utiliza una red conexiones entre diferentes áreas cerebrales para medir, estimar y recordar la duración de los eventos. Las regiones involucradas en la percepción temporal son: Los procesos de percepción temporal son controlados por una red de áreas cerebrales especializadas que trabajan entre sí para medir intervalos y duraciones (Imagen Ilustrativa Infobae) El cerebelo: fundamental para medir intervalos cortos de tiempo, como el que usamos para coordinar movimientos o actividades motoras, de allí las alteraciones en los movimientos coordinados encontradas en afecciones que toman este órgano o sus vías. Los ganglios basales: son unos núcleos profundos del cerebro y están relacionados con el procesamiento de duraciones temporales más largas, y funcionan en conjunto con el sistema dopaminérgico para regular la percepción temporal. La corteza prefrontal: es el área que evalúa duraciones temporales más extensas y así planificar y organizar eventos en el tiempo. Es la parte cognitiva de la temporalidad. El hipocampo: esta área es esencial para la memoria, conecta el tiempo con la recopilación de los eventos, es decir los recuerdos, ayudándonos a situar los eventos en una línea temporal coherente. Niveles altos de dopamina o estados de ánimo como el estrés, la ansiedad y la depresión pueden acelerar o ralentizar la apreciación del tiempo (Imagen Ilustrativa Infobae) La percepción del tiempo también depende de los niveles de neurotransmisores como la dopamina, que juega un papel crucial. Niveles altos de dopamina, como los que ocurren en estados de euforia o excitación, o cualquier estimulo del sistema dopaminérgico puede hacernos sentir que el tiempo pasa rápidamente. Siguiendo la misma línea, pero en sentido opuesto, niveles bajos, asociados con estados depresivos o de abulia, falta de motivación, etc., pueden ralentizar nuestra percepción del tiempo. El tiempo y las etapas vitales A medida que envejecemos, nuestra percepción del tiempo cambia de manera progresiva e irreversiblemente. Hay varias razones para ello. Un año para un niño de 5 años representa el 20% de su vida total, mientras que para un adulto de 50 años es solo el 2%. Esto es conocido como proporcionalidad temporal, y explica por qué los días parecen más largos en la infancia y los años más cortos en la adultez. La estimulación constante en la infancia hace que el tiempo parezca extenderse (Imagen Ilustrativa Infobae) Por otro lado, en la infancia estamos constantemente bajo estímulos nuevos y diversos con lo que vamos creando recuerdos, aprendiendo y experimentando cosas por primera vez, su percepción del tiempo se expande. Al mismo tiempo, como la corteza prefrontal aún está en desarrollo, esto limita la capacidad para planificar y evaluar duraciones más extensas y así todo es más ligado a un momento presente más estable. En relación a este factor de la diversidad y novedad de los estímulos, al llegar a la adultez, nuestras vidas suelen entrar en una rutina más predecible: el trabajo, las responsabilidades y las actividades diarias que se repiten y así ofrecen menos experiencias nuevas. En este contexto muchos sienten que los días y los años “se pasan volando”, ya que los factores diferenciales o novedosos son cada vez menos. Así, en etapas posteriores de la vida, se tiende a percibir el tiempo como más rápido porque el cerebro procesa menos información nueva. Por un lado, porque no la hay, y por otro, en un fenómeno que es potenciado por esta disminución de estímulos, y es la menor capacidad cognitiva de procesar información. Los aprendizajes nuevos o realizar nuevas actividades prolongan la sensación subjetiva del presente (Imagen Ilustrativa Infobae) De allí la importancia a partir de la vida adulta de continuar siendo un “estudiante eterno” y buscar aprendizajes y estímulos nuevos. Eventos novedosos, como viajar a lugares desconocidos o aprender una nueva habilidad, sin importar necesariamente el fin utilitario o no de la misma, tienden a expandir nuestra percepción del tiempo. De alguna manera es buscar que los recuerdos a recuperar no sean mayoritariamente o únicamente del pasado, y así adquirir una temporalidad más ligada a lo actual. Estados mentales y distorsión temporal Por fuera de patologías neurológicas específicas como la epilepsia, o neurodegenerativas, como Parkinson o Alzheimer, o lesiones del cerebro, nuestro estado mental, en particular el anímico, tiene un impacto significativo en cómo experimentamos el tiempo: Ansiedad y estrés: en situaciones de estrés, el cerebro activa el sistema nervioso simpático, haciendo que el tiempo parezca ralentizarse. Esto se debe a un aumento en la atención y a la hiperactivación de la amígdala, que amplifica la percepción de los detalles del momento. Al mismo tiempo, y aunque pueda parecer paradójico, el tiempo que huye, se escapa, es una característica de la ansiedad y el estrés. Por lo tanto, en estos estados se experimentan, si bien son opuestas, ambas situaciones. Razones neurobiológicas y psicológicas explican el aparente aceleramiento del tiempo con la edad (Imagen ilustrativa Infobae) Depresión: los pacientes con depresión suelen sentir que el tiempo pasa lentamente. Esto se relaciona con una disminución de la actividad dopaminérgica y con una reducción en la cantidad de eventos percibidos como significativos. En los estados donde predomina la falta de placer, la anhedonia y/o la abulia, la falta de deseo, el tiempo puede parece detenido. Por otro lado, un factor que es la anticipación, clave en ansiedad y depresión, genera alteración en la percepción, tanto en la percepción de tiempo detenido, como la de ser “arrollado” pasado por encima, por los eventos de la vida cotidiana. Meditación y “flow”: por el contrario a lo anterior, los estados de meditación, o de flujo, en los que la atención está completamente inmersa en una tarea, generan una sensación de atemporalidad. La razón de esto es que ciertas regiones, en particular la corteza prefrontal, muestran menor actividad. Más allá de la biología, nuestra percepción del tiempo también está moldeada por la cultura y el entorno y hasta la realidad socioeconómica cotidiana. En cuanto a estos aspectos, en ciertas culturas, la percepción del tiempo y de la realidad como algo más flexible y menos rígida, donde las urgencias aparecen en segundo plano, permiten no estar en una carrera contra el tiempo. Las técnicas de mindfulness y meditación ayudan a anclar la atención en el presente (Imagen Ilustrativa Infobae) Por el contrario, en sociedades más diversas, con más estímulos y demandas, con una fuerte impronta ligada al trabajo y las obligaciones ligadas a la lucha por encontrar un espacio en el conjunto social, llevan a que el tiempo se sienta como un recurso limitado y hasta angustiante. Allí si estamos corriendo por detrás del tiempo. En los últimos años, de manera creciente la tecnología también juega un papel importante en la percepción de la temporalidad. La exposición constante a pantallas, notificaciones, noticias de todo tipo, etc., fragmenta nuestra atención y así altera nuestra percepción del tiempo. Pasar el tiempo en redes sociales o videos, o buscando noticias genera una sensación de “tiempo perdido”, mientras que actividades más lentas y conscientes, como leer o caminar, tienden a expandir nuestra percepción temporal. Las ideas de “Pensar rápido y lento”, también revisten factores ligados a una diferente percepción del tiempo según los modelos usados. Los griegos clásicos, diferenciaban al tiempo en tres variables: Cronos, el tiempo lineal; Kairos, el de la oportunidad inmediata que luego puede desvanecerse y Aion, el del tiempo trascendente. De alguna manera ya habían entendido que, aunque no podemos detener el tiempo, podemos influir en cómo lo experimentamos. Ideas para prolongar el tiempo Centrarse en una tarea a la vez mejora la percepción de control sobre el tiempo, estableciendo la idea de periodos y cierres (Imagen ilustrativa Infobae) Existe en la actualidad toda una línea de trabajos sobre la posibilidad de extender el tiempo cronológico de la vida, el “antiaging”, pero también podemos actuar sobre la forma en la vivenciamos ese tiempo y la calidad que le damos. Algunas ideas en ese sentido pueden ser: Fomentar las novedades: a veces, estímulos supuestamente diferentes en realidad lo son en su presentación, porque ya son conocidos. Por el contrario, al exponerse a reales nuevas experiencias, no solo la percepción del tiempo se ralentizará, sino que aun más importante, adquirirán un sentido más significativo. Practicar la atención plena: las técnicas de atención plena, de aceptación, de apartarse del flujo externo que nos arrastra y observar, nos ayuda a anclar la atención en el presente, evitando que el tiempo “se nos escape”. Reducir el multitasking: trabajar en relación a la atención, en tomar conciencia de lo que se hace y para ello reducir la dispersión y las tareas en paralelo. Centrarse en una tarea a la vez mejora la percepción de control sobre el tiempo, estableciendo la idea de periodos y cierres. Exponerse a nuevas experiencias, no solo ralentizará la percepción del tiempo sino que estas adquirirán un sentido más significativo (Imagen Ilustrativa Infobae) Establecer rituales: momentos y espacios que vamos cargando de significado, como rutinas de salidas, o deportivas, cenas familiares, etc., van generando recuerdos y así un fenómeno de anclaje en el presente y en lo significativo a aquello que es importante para cada uno de nosotros. Las fiestas de fin de año son un buen momento para pensar en algo que hace a nuestra existencia y es el tiempo. Entender que la percepción del tiempo no es fija ni universal; sino profundamente influenciada por la biología, la psicología, el entorno y nuestras experiencias individuales, permite tomar el espacio de tiempo en la etapa vital por la cual transita cada uno de una manera que aprecie y valore ese tiempo que nos es dado y poder vivir de manera más plena y consciente. * El doctor Enrique De Rosa Alabaster se especializa en temas de salud mental. Es médico psiquiatra, neurólogo, sexólogo y médico legista
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