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Concepcion del Uruguay » La Calle
Fecha: 22/12/2024 19:30
El papa Francisco expulsó del clero al prebístero JustoJosé Ilarraz, quien había sido condenado a 25 años de prisión en mayo de 2018 por el abuso de 7 menores que eran seminaristas. Así lo comunicó el Obispado de Concepción, Tucumán, luego de la realización de un proceso administrativo penal. Actualmente Ilarraz tiene 65 años y cumple prisión domiciliaria en Paranás, luego de que la defensa del cura condenado por “promoción a la corrupción de menores, agravada por ser encargado de la educación, y abuso deshonesto agravado por ser encargado de la educación” apelara ante la Corte Suprema de Justicia. Todavía no hubo resolución del máximo tribunal a 6 años del fallo del tribunal paranaense. Siete víctimas y sin condena firme El 21 de mayo de 2025 se supo que el entonces presbítero Justo José Ilarraz había sido sentenciado a 25 años de prisión, denunciado, acusado y declarado culpable por el abuso sexual de siete menores en el seminario de Paraná, durante su desempeño como como prefecto de disciplina y guía espiritual en el seminario Nuestra Señora del Oráculo de Paraná, entre 1985 y 1993. Ilarraz tenía entonces 59 años y su condena fue pronunciada hace 6 años, pero todavía no adquirió carácte de firme ya que aún se espera que en última instancia se pronuncie la Corte Suprema de Justicia. El juicio Durante el juicio que comenzó el 16 de abril de 2018, se juzgó el accionar del sacerdote imputado por abuso y corrupción de menores mientras se desempeñaba, paradójicamente, como prefecto de disciplina y guía espiritual en el seminario Nuestra Señora del Oráculo de Paraná, entre 1985 y 1993. Para las siete víctimas que denunciaron al cura y para los demás protagonistas de la causa, fue el final de un proceso demasiado largo y muy desgastante desde lo emocional. Durante la lectura, el tribunal de Paraná decidió también revocar la excarcelación de la que gozaba el sacerdote y disponer el cumplimiento efectivo de la pena. Sin embargo, como el fallo no está firme, dispusieron la prisión preventiva en modalidad de prisión domiciliaria, situación que se mantiene actualmente. De todas maneras, dada la evidencia y la contundencia de los testimonios, se espera que no haya otra resolución más que la condena quede firme. En su momento la defensa del cura había pedido el sobreseimiento del acusado y el mismo Ilarraz, en su ampliación de declaratoria, manifestó que todo era «una conspiración para manchar su imagen», negó los hechos y aseguró que los denunciantes habían actuado así «por celos y envidia». El Seminario y con un patrón específico El seminario de Paraná fue el lugar donde se habrían cometido los abusos denunciados. En todos esos testimonios había una especie de patrón, un esquema coincidente entre ellos que combina ser descendientes de alemanes de orígenes católicos, humildes y rurales, con padres alcohólicos, violentos o estrictos y falta de afecto; con el poder representativo para esas familias de un sacerdote que además cuenta con la habilidad de la empatía, capaz de ocupar el terreno que el padre biológico no pudo o no supo cumplir. Suspendensión y expulsión Ilarraz fue suspendido por la Iglesia Católica para oficiar misas en público en 2012, pero antes, en 1993, el entonces arzobispo de Paraná, Monseñor Estanislao Esteban Karlic, lo autorizó para que viajara a Roma. Entre las pruebas contra el presbítero hay una carta del Vaticano que revela que en una confesión realizada en 1997, el sacerdote reconoció los abusos y mostró arrepentimiento ante el Tribunal Eclesiástico. Ilarraz confesó ante la Santa Sede haber tenido «relaciones amorosas y abusivas con seminaristas menores», indicaron voceros de los tribunales que detallaron que el escrito es copia de una carta del 18 de enero de 1997. Y llegó la noticia Finalmente, hace unos días llegó la noticia; el papa Francisco echó a Justo Ilarraz. La noticia que inundó los medios de prensa manifestaba que “El papa Francisco expulsó del clero al prebístero Justo José Ilarraz, quien había sido condenado a 25 años de prisión en mayo de 2018 por el abuso de siete menores que eran seminaristas. Así lo comunicó el Obispado de la ciudad de Concepción, Tucumán, luego de la realización de un proceso administrativo penal”. “Como diócesis de la Santísima Concepción mantenemos nuestro compromiso por la búsqueda de la verdad y la justicia, condenamos toda clase de abuso y acompañamos con nuestra oración a las víctimas”, agregaba en el párrafo final. El artículo 6 que cita la Diócesis hace referencia a “el delito contra el sexto mandamiento del Decálogo cometido por un clérigo con un menor de 18 años. En este número se equipara al menor la persona que habitualmente tiene un uso imperfecto de la razón”. El padre Juan Diego No es el único cura que llega a los estrados de la justicia terrena por abuso de menores de parte de un cura. En Entre Ríos hubo otro caso que conmovió a la sociedad, ya que el cura Juan Diego Escobar Gaviria, muy querido y conocido por su trabajo en Nogoyá, fue denunciado por este tipo de delitos. El 1 de marzo de este año, la Sala Penal del Superior Tribunal de Juticia de Entre Ríos confirmó la condena a 23 años de prisión al cura Escobar Gaviria, por los delitos de abuso sexual y corrupción de menores ocurridos en la parroquia de la localidad de Lucas González, en el departamento de Nogoyá. El fallo fue firmado por los vocales de la Cámara Penal del STJ, Daniel Omar Carubia, Claudia Mizawak y Miguel Ángel Giorgio. En la oportunidad, el fiscal de la causa recordó que «hubo un primer juicio en el cual se juzgaron hechos con cuatro víctimas, donde Gaviria fue condenado por el delito de corrupción de menores agravados porque era el guardador» y que «las víctimas eran monaguillos de la Iglesia. En ese primer juicio fue condenado a la pena de 25 años de prisión; luego la defensa interpuso un recurso de Casación y la Sala Penal el STJ sostuvo que en el caso de una víctima el hecho no estaba acreditado porque no declaró en el debate. Entonces, se hizo una cesura de juicio y se discutió una nueva pena como consecuencia de que en un delito fue absuelto. En esa instancia se le impuso la pena de 23 años de prisión». En agosto del presente año, el cura recibió un nuevo revés judicial: la Corte Suprema de Justicia de la Nación desestimó un planteo de su defensa, que había solicitado el “cese de la prisión preventiva o la concesión de alguna medida de morigeración”. El cura payador Asimismo, en su momento, La Sala Penal del Superior Tribunal de Justicia de Entre Ríos resolvió por mayoría, hacer lugar a la impugnación extraordinaria interpuesta por el abogado defensor de Marcelino Moya, conocido en Villaguay como “El cura payador”, contra la sentencia dictada el 14 de diciembre de 2020 por la Sala Nº II de la Cámara de Casación Penal de Concordia. En consecuencia, el tribunal dejó sin efecto las decisiones adoptadas sobre el sacerdote que fue hallado culpable de los delitos de abuso sexual y corrupción de menores y condenado a 17 años de cárcel en 2019, pero fue absuelto por la prescripción de los delitos por los que fue acusado. En el fallo, se cuestionó que las víctimas hayan dejado pasar «mucho tiempo» desde que sufrieron los hechos de abuso sexual hasta que los denunciaron. «Hace demasiado tiempo que dejaron de ser niños y no se tiene en cuenta que crecieron y pudieron recurrir en incontables oportunidades a efectivizar sus denuncias». Y ahí terminó todo. Caso Próvolo En 2019 se supo que “dos sacerdotes católicos fueron condenados a más de 40 años de prisión por abuso sexual a 25 menores en un internado para sordos en Argentina. En uno de los casos más escabrosos que involucra a la Iglesia católica, dos sacerdotes que dirigían un internado para sordos en Argentina fueron condenados este lunes por abusar sexualmente de 25 niños y adolescentes que estaban a su cuidado”. “El sacerdote italiano Nicola Corradi, de 83 años, el principal responsable del Instituto Antonio Provolo para Sordos en la provincia centro-occidental de Mendoza, fue sentenciado a 42 años de prisión. Su segundo, el cura Horacio Corbacho, de 59 años, recibió una pena de 45 años de prisión. En tanto, el jardinero del instituto, Armando Gómez, que fue juzgado junto con los religiosos, también fue condenado a 18 años de cárcel por abusar de dos menores”. El 1 de marzo del presente año 2024, se supo que la Corte Suprema de Justicia rechazó un recurso de queja y dejó firme la condena de 45 años de prisión que un tribunal de Mendoza impuso al sacerdote Horacio Corbacho Blank por abuso sexual agravado y corrupción de menores en un instituto religioso en esa provincia. Los abusos de los que fueron víctimas niños y adolescentes sordomudos e hipoacúsicos, ocurrieron entre 2005 y 2016 en el instituto Antonio Próvolo, en la localidad mendocina de Luján de Cuyo. Hubo un segundo juicio que terminó con la absolución de nueve imputadas: las monjas Kumiko Kosaka y Asunción Martínez, las exdirectoras y empleadas del Instituto Graciela Pascual, Gladys Pinacca, la cocinera Noemí Paz, Valeska Quintana, Laura Gateán, Cristina Leguiza y la psicóloga Cecilia Raffo. La gota que rebalsó el vaso El caso Provolo, me sobrepasó, experimenté una profunda repugnancia. No era el primer caso, no (y he mencionado a varios): estaba también el padre Grassi, a quien en un programa televisivo presentaban como “un santo varón”, condenado por la justicia penal por sus delitos de abuso contra niños indefensos en su fundación “Felices los niños”. Cuando los creyentes nos enteramos de estos hechos, nuestra pertenencia y adhesión a una iglesia nos hace pensar: “pero no son todos”. Es cierto. Muchos curas son muy buenas personas y dan testimonio de su fe con su vida. Pero el caso Próvolo me arrancó las raíces y quedé desamparada. Me pregunté: ¿A quién le creo, a quién voy? Y vino clara a mi mente la revelación que recibió Moisés cuando buscaba los corderos de su suegro Jetro, en los campos de Madián, mientras la zarza ardía sin quemarse: “Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob…”. Por esos días vivía en una casa con azotea, subí y me postré buscando al Eterno. Debo decir que bajé tranquila, renovada, segura. Recordé que en mis años de joven periodista había conocido a muchas personas especiales por su relación con su fe: al querido Ben Harris, recordado pastor bautista local; a Rosita a Justet, de la Iglesia Metodista; a distintos pastores evangélicos como Rubén Mega, Zoilo D´Angelo y tantos otros y a Rafael (cuyo apellido no recuerdo), un anciano judío muy cordial y bondadoso con mi falta de conocimiento acerca de las creencias de su pueblo, quien oficiaba en el Cementerio Israelita y era maravilloso escucharlo; y también a Benito Sirota, quien con paciencia me sacaba de mis dudas cuando tenía que publicar alguna festividad judía en sociales; a Wilton Drozdov (con quien trabajé en el Colegio) y su generosa congregación en el oeste de la ciudad… y entendí y acepté que el Eterno está con las personas de buena voluntad, que juntan con Él y no desparraman. Hoy realizó estudios bíblicos con hermanos que me han ayudado a encontrarme, sin sombras circundantes, con el Todopoderoso. Gracias Jorge Bergolio, por hacer lo que muchos esperábamos: expulsar al menos a uno de los que no merecen nombrarse ministros del Señor y mucho menos sus representantes en la Tierra. Siga así. Pero para mí ya es tarde: yo ya me fui de su Iglesia, aunque sigo tras las huellas del Nazareno. 1 de 2
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