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» Diario Cordoba
Fecha: 22/12/2024 12:38
Ya hay condena para Dominique Pelicot. 20 años de prisión, la pena máxima en Francia, por la sedación y la violación masiva de su esposa durante, al menos, nueve años. Los otros 50 acusados que accedieron a la invitación del esposo y se sumaron a la agresión también han sido declarados culpables, con penas que van de los 15 años a condenas que pueden cumplirse en libertad. La culpabilidad de estos hombres ha resultado lo más obvio de un caso excepcional que ha puesto los ojos del mundo en Mazan, una pequeña población francesa. El juicio ha causado conmoción por la monstruosa magnitud de las violaciones, por la diversa tipología de los agresores pero, sobre todo, por la pétrea valentía de la víctima. No resulta exagerado afirmar que este caso marcará un antes y un después en el análisis, impacto e interpretación de la violencia sexual. Gisèle Pelicot ha sido la víctima que ha querido encarnar el ya clásico lema feminista que la vergüenza cambie de bando. Al contrario de esas decenas de hombres que accedieron a violarla y a mantener un pacto de silencio y depravación, ella quiso poner luz y taquígrafos al juicio. Puertas abiertas y mirada firme sobre los acusados. Su determinación ha llegado al límite de negarse a rechazar el apellido de su esposo. «A partir de hoy, Pelicot será la señora Pelicot y no el señor Pelicot», declaró esta mujer de 72 años, decidida a dejar un legado de valentía a los nietos. Tanto coraje merece el respeto a su decisión. El rostro de Pelicot ha sido reproducido en portadas, grafitis y pósters: la resistencia feminista ya tiene retrato. Porque es innegable que su actitud ha sido una lección del y para el feminismo. La fuerza del movimiento ha dado fortaleza y argumentos a la víctima, así como su actitud, segura y desafiante, también ha añadido nuevos renglones en la lucha por la igualdad y contra la violencia. Evidentemente, no se trata de exigir a las víctimas de agresiones que muestren su rostro, sino de reconocer colectivamente que el silencio ya no sirve. En él solo reside la complicidad con los agresores y la sumisión para las mujeres. Tan excepcional ha sido este caso por la personalidad de la víctima como por los perfiles de los agresores. Periodistas, enfermeros, jardineros o bomberos. Un amplio y variado abanico de profesiones y de situaciones civiles: jóvenes solteros, maridos, padres y abuelos, de 28 a 74 años de edad. Con la constatación de su delito, se diluye la idea de que los monstruos solo habitan en la oscuridad de una calle solitaria. Cualquier hombre no puede ser un violador, pero un violador puede tener la apariencia inocente de cualquier hombre. También, la del esposo amantísimo en un matrimonio. Este caso ha expuesto, en toda su crudeza, las agresiones que se producen en el ámbito doméstico. La justicia ya ha dictado sentencia para Dominique y sus secuaces. «Es hora de que cambie la sociedad machista que trivializa la violación», pronunció Pelicot en un momento de su declaración. La cultura de la violación es la manifestación extrema del machismo. La ONU apunta varias maneras de enfrentarse a ella: profundizar en su significado, denunciar sus causas, trabajar por una redefinición de la masculinidad, imponer el consentimiento convencido y escuchar a las sobrevivientes. La voz de Pelicot ha servido de altavoz para una multitud de mujeres. Cabe mantener vivo su eco.
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