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» Diario Cordoba
Fecha: 22/12/2024 12:36
Llegamos a mitad de diciembre, gélido y entrañable y mientras avanza el mes y pensamos en menús, compras o en los que volverán a casa, se acerca también la Navidad. Desde hace años, en algunos círculos intelectuales y sociales de influencia se recomienda felicitar estas fechas solo como Fiestas para no herir sensibilidades y parece comprobado que algunas instituciones de signo pretendidamente progresista se resisten a conmemorarlas con belenes institucionales. Una no tiene nada en contra de los renos, animalitos nórdicos alejados de nuestra fauna ni contra los elfos ni los duendes vestidos de verde ni contra Papa Noel, Santa Claus o cualquier otro icono de la Navidad global, pero manifiesta su predilección por la fidelidad a la tradición y la historia. Estas fiestas adquieren su sentido porque se celebra el nacimiento de Jesús de Nazaret, para muchísimos, Dios, y para la historia, uno de los personajes más trascendentes, pues con su mensaje cambió el signo de los tiempos. Y el hecho de que muchos de sus seguidores denominados cristianos no se hayan comportado a lo largo de los siglos como tales no debería ocultar la circunstancia de que si la humanidad hubiera sido fiel a su mandato de amor, la realidad del mundo sería muy distinta. El otro día pedí a una amable librera un cuento de Navidad para mi nieta. En todo lo que me enseñó, repleto de trineos, bosques alpinos, duendecillos y renos no encontré nada que a mi niña le pudiera siquiera sonar a la Navidad que ella vive. - Pero un cuento de la Navidad tradicional- le dije, ( debo confesar que me dio corte decirle cristiana y ahora me considero un poco judas). - Pues es que esto es lo que mandan las editoriales. Bajaré al sótano que creo que queda uno. Quedaba uno precioso sobre los Reyes Magos y solo en sus imágenes, en aquel portal humilde, en la indefensión y pobreza del niño y sus padres y en el resplandor de la estrella encontré más magia, poesía y esperanza que en todos los relatos repletos de gnomos acumulados en los estantes de aquella librería tan modernilla. Llámenme carca. *Profesora
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