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» Diario Cordoba
Fecha: 21/12/2024 09:23
Probablemente se trate de uno de los viajes más inusuales de la historia. Y para muchos es, sin lugar a dudas, la primera dieta milagro. Lo único seguro es que los hechos tuvieron lugar y las crónicas de la época han permitido conocerlos: un rey viajó a Córdoba para curarse de la obesidad y perder, según dicen, más de cien kilos. Córdoba, que presumía de esplendor, poderío y belleza, se convirtió así también en escenario de una curiosa hazaña. Parte de la posición que ganó la ciudad en el mundo estaba respaldada en los genios que florecieron en ella. Córdoba tuvo a grandes referentes en las ciencias y las letras. Hasday ben Shaprut, afamado médico del Califato cordobés, era uno de esos hombres. Y jugó un papel fundamental en esta historia. Un rey desprestigiado Los servicios de Hasday ben Shaprut fueron requeridos al califa Abderramán III. Desde Navarra, Toda Aznárez envió a un embajador para negociar una alianza que pasaba por curar la obesidad de su nieto y ayudarle a recuperar el trono del reino de León que había perdido, entre otras cosas, por las condiciones físicas en las que se encontraba. Los grandes banquetes favorecieron a que Sancho I, que por algo fue apodado 'El Craso' (grueso), acabase siendo un obeso y desprestigiado monarca. Ni siquiera podía subirse a un caballo. En aquella época, el siglo X, el rey ser una figura militar imponente y el nieto de Toda Aznárez antes de visitar Córdoba era todo lo contrario. Un cambio de imagen El acuerdo alcanzado implicaba también a las tropas militares del califa, que debían apoyar a Sancho I a cambio de diez fortalezas en la frontera del territorio leonés, en un contexto en el que las incursiones árabes azotaban aquella zona. Quizás también jugó en contra del monarca que siempre estuviera algo más distanciado de la Corona por ser el tercer hijo. Pero la muerte de su hermano, Ordoño III, lo llevó al trono en el 956. Y, casi al mismo tiempo, al desprestigio. Acosado y expulsado, Sancho I se refugia en Navarra, en el regazo de una abuela materna que, siempre preocupada, acude a uno de los mejores médicos de la época con el fin de cambiar la imagen de su nieto. Un cambio que lo catapultaría, de nuevo, a la Corona con la ayuda de las tropas árabes. Una dieta milagro Una comitiva acompañó al monarca hasta Al-Andalus. Tras una recepción triunfal, comenzó una ardua penitencia. No exentas de leyendas, las lenguas antiguas cuentan que fue sometido a una tortuosa dieta: largas caminatas forzadas, baños de vapor eternos, ayunos interminables, agua e infusiones por doquier y... hasta la boca cosida para que no comiera. Sancho I de León tras su paso por Córdoba, en una obra del Museo del Prado / Córdoba El monarca volvió, según cuentan, con 120 kilogramos menos y una imagen totalmente diferente que lo llevó al trono de nuevo. Si antes lo definían como fatuo, engreído o vano, tras su paso por Córdoba se había convertido en una persona devota, prudente y piadosa. Y todo gracias a Hasday ben Shaprut y Abderramán III, que accedió a un trato que dejaba a un lado las diferencias religiosas.
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