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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 01/12/2024 03:14
Andrea del Boca: “Voy a empezar a sanar muchas cosas que pasaron en estos años” Cuenta que desde algunas plataformas la contactaron para hacer una biopic suya. “Lo que pasa es que hay temas y temas para hablar”, advierte Andrea del Boca. La repregunta se impone: “¿Algunos duelen?”. “Y... todavía sí”, confiesa la actriz, quien cuenta con una vida personal tan atrapante como las exitosas telenovelas que supo protagonizar, a lo largo de una carrera que inició de manera precoz, a sus tres años. De algún día producirse su historia, habría que elegir en qué circunstancias de su pasado reparar. Quizás esta entrevista sirva como esbozo para algún guionista. Porque con Infobae, Andrea hablará de todo. Desde su reciente paso por Bake Off Famosos (inesperado hasta para ella misma) a las cualidades y los defectos de los galanes que la acompañaron en éxitos como Estrellita mía, Celeste siempre Celeste y Perla Negra, entre otros. También hablará de sus parejas. Y su presente sentimental. O más bien, las expectativas amorosas. Y hasta el día que Diego Maradona llenó de rosas la habitación de su hotel en Capri. Pero Del Boca también se referirá al juicio oral y público que enfrentará por el financiamiento de Mamá corazón, su ficción jamás estrenada. La actriz será juzgada junto al ex ministro Julio De Vido y otros ocho ex funcionarios kirchneristas. Entre tantos tópicos -algunos más livianos, otros más comprometidos- hay algo que Andrea tiene definido: de hacerse su biografía, debería interpretarla su hija, Anna del Boca (ya no más Anna Chiara: además de adoptar el apellido materno, la joven de 24 prescindió de su segundo nombre). “Es quien más se parece a mí, hasta en la voz. Y somos muy tanas, muy apasionadas. Aunque ella es exótica”, confía, dando los primeros indicios de un vínculo muy estrecho, que irá desgranando a lo largo de la nota, a veces como al pasar. “Afortunadamente, con Anna tenemos muy buen diálogo: hablamos todo -cuenta Del Boca-. Cuando ella sale me comparte ubicación, y cuando yo salgo me dice: ‘Mamá, me compartís ubicación’. Y ninguna de las dos siente que nos estamos espiando, persiguiendo. Es saber que estamos bien”. Andrea del Boca junto a L-Gante en Bake Off —¿Cómo lo pasaste en Bake Off? ¿Qué tal fue la experiencia? —Me divertí muchísimo. Fue muy sorpresivo porque no lo tenía en mis planes. Estaba cenando con mi hija y Wanda (Nara) me manda un mensaje: “¿Estás para cocinar?”. “¿Venís a comer?”, le digo. “No. ¿Estás para Bake Off?”. Empezamos a hablar. Yo tenía un viaje pendiente a España: “No puedo”. “Aunque sea unos días, pero tenés que venir”, me dice. “Bueno, dejámelo pensar”. Mi hija me dice: “Mamá, tenés que hacerlo”. A mí me gustan las cosas a su tiempo, y todo esto era ya: eso fue un viernes, y el lunes ya tenía que empezar. —¿Te defendías cocinando? —Me defendía, pero de una manera muy casalinga, como dicen los italianos, muy de entrecasa. Nunca tomé un curso. Anna me dijo: “Mamá, es un buen momento para salir de tu zona de confort y mostrarte de otra manera, como vos sos en casa”. Eso me movió la estantería. Y me hubiese encantado seguir (en el programa), pero tenía este compromiso desde principio de año, para apoyar la industria de ficción. Fue un buen aprendizaje no estar con un personaje. —Este fue tu primer reality. Pero, por ejemplo, ¿nunca te llamaron para el Bailando? —Me llamaron para los dos primeros. Y yo le explicaba a Marcelo (Tinelli) que en algunos realities estás muy expuesto en tu intimidad, en tu vida. “Yo no voy a ser funcional al show, porque en cuanto empiecen a pincharme respecto a mi vida...”, le decía. —En ese sentido, los formatos de Telefe son mucho más contenedores. —Totalmente. —Aunque hay que decir que te chapaste todo lo que te quisiste chapar... —¡Más que en las telenovelas! He besado a lo loco. En un momento dije: “¿Pero qué me pasó?”. Fue muy divertido porque se dio naturalmente. Y se armó un grupo tan lindo: Damián de Santo, que lo conocía pero nunca trabajamos juntos, Callejero (Fino), Nacho (Elizalde), Marcos (Milinkovic)... Seguimos con el chat. Y ahora nos vamos a juntar. —Unos días antes de empezar Bake Off, vos misma publicaste en tus redes algo así como “quiero que se enteren por mí: finalmente, a principios de marzo arranca el juicio por Mamá corazón”. —Exactamente. —¿Lo venías esperando? —Sí. Totalmente. Y el público, que tanto tiempo estuvo esperando que se iniciara el juicio, y que se ponga luz y claridad a un tema tan oscuro durante ocho tantos años. Ocho años de estar todo el tiempo... Soy la única privada de casi diez ex funcionarios que están en la causa. Y era la única que todas las semanas pedía cuándo se iniciaba el juicio. —¿Qué esperás que suceda cuando termine el juicio? —Voy a empezar a sanar muchas cosas que pasaron en estos años a nivel personal. Y a nivel judicial, más allá de los testigos que irán a testificar, está todo expuesto en la causa. Está muy claro. Hay una pericia de peritos contables de la Corte Suprema, donde dice que todo el dinero que entró en la productora se utilizó para la ficción. Para mí hay dos canales: uno, lo que pasaba y sigue pasando, ahora menos, en los medios; y otro en el juzgado, en el expediente. Está absolutamente claro que el Estado, el BACUA (Banco Audiovisual de Contenidos Universales Argentino), era quien tenía la decisión de dónde y cuándo ponerlo al aire. —¿El BACUA tiene todo el material que ustedes entregaron? —Claro. El contrato dice que uno entrega el material ya editado, y lo único que tiene que hacer el BACUA es darlo (al aire). —Tenía entendido que había una cantidad de capítulos terminados, y había otros que había que terminar de editar porque estaban en 60. —La mitad se terminó de editar, y la segunda mitad son capítulos que duran 60 minutos y hay que llevarlos a 48. En este juicio público se decía que (la novela) no estaba hecha. Yo grabé todos los crudos, de todas las cámaras, de todos los capítulos, hice una copia y se la mandé al juzgado, para que viera que la ficción realmente está toda grabada. Cuando uno habla de primer corte, el público tampoco tiene por qué saber: “¿De qué habla?”, te dicen. Bueno, el primer corte es donde juntás todas las escenas, y después tenés que ir emprolijando: va la música, después va el color. —Dijiste que cuando cambió el gobierno tuviste una reunión con Hernán Lombardi, por entonces secretario de Medios, y que Mamá corazón era el único proyecto que iba a continuar porque tenían un 80% listo. ¿Es así? —Sí. Eso fue lo que él me dijo. Le llevé todo el material, me pidió unos días, y nos volvimos a reunir. Y me dijo que lo habían evaluado con Mauricio (Macri): estaba el 80%, faltaba terminar el último tramo de edición, y entonces el proyecto seguía adelante. Hay una carta de Lombardi a la Universidad donde decía: “Páguesele la siguiente cuota, porque está acreditado el avance de obra”. Cada cuota era con rendición de cuentas. No es que te dan todo el dinero. —La triangulación es uno de los puntos que mucha gente cuestiona. —Que hace más ruido, sí. —¿Eso es ajeno a ustedes, como productora? ¿Los contrata la universidad? —No. A nosotros nos contrata el BACUA. La ley dice que el Estado no te puede contratar directamente, entonces se hace a través de distintas universidades. La Universidad de San Martín tenía una carrera de cine y de televisión, y me parecía que era bueno. Es más, invité al rector para que los alumnos del último año vinieran a hacer pasantías a la ficción. Pero el BACUA determinaba cuál de las universidades iba a administrar. —Con la rendición de gastos. —Exactamente. Y la universidad tenía un porcentaje de ganancia como administrador. O sea, el dinero no salía de la universidad. El BACUA tenía 5000 horas de ficción realizadas, y solamente se están evaluando las 26 que hice yo. Estoy absolutamente tranquila de que todo está puesto en esa ficción, que es muy buena ficción. Hay 30 actores, porque también teníamos distintas personalidades invitadas, como Lizy Tagliani, Darío Barassi, Muscari, Sandra Mihanovich, que enriquecían la historia. —¿Qué te genera que finalmente suceda el juicio? —Lo celebro porque es el comienzo del fin. En un principio no podía hablar por petición de mis anteriores abogados, y eso iba en contra de lo que yo creía. Era una contradicción interna: siempre tuve una buena relación con el público, ¿cómo no le iba a explicar qué era lo que estaba pasando? Pero mis abogados llevaban adelante mi defensa y no podía no hacerles caso. Hasta que pasaron cosas en el medio. La partida de mi papá fue un quiebre muy fuerte para mí. —¿Tu papá también estaba angustiado por esto? —Sí, sí, totalmente. Es muy duro ver llorar a un padre por algo que no tenía que pasar. “Sabemos que todas las cosas están bien”, le decía yo. Mi papá veía el final de mi carrera, y eso no se lo pude revertir. El juicio no me lo va a devolver a mi papá. —¿Qué cosas sí considerás que te va a devolver el juicio? —Hace 55 años que trabajo, y los que me conocen saben que soy una tana apasionada por mi trabajo, laburante, que no me iba a meter en una cosa turbia o sucia. Yo trataba de hacer una ficción, una comedia romántica sin ninguna connotación política, que tenía que ver con los valores del ser humano: la familia, los hijos. —¿Por qué Macri finalmente no la puso al aire? —Yo me quedé con que esto se iba a seguir. Y te vuelvo a decir: la decisión de ponerla al aire es del Estado. —¿Creés que ahí jugó la política? —Sí. Fui una pieza en una bisagra entre el cambio de unos y otros, y unos me utilizaron para pegarle a otros. Y yo no juego el juego de la política. Yo juego el juego de los artistas: uno busca trabajar. —Si las cosas salen como vos estás esperando y resultás absuelta, ¿sabés que igual habrá mucha gente que seguirá seguir sin creerte, no? —Yo no le puedo cambiar la cabeza a los que creen así, y no entienden razones. No depende de mí. Andrea del Boca en Infobae Continuará Aferrados a la idea de la analogía, si esta fuera la biopic de Andrea del Boca el capítulo de Mamá corazón se cerraría aquí, para culminar más adelante. El final de esta faceta de la vida de la actriz se registrará recién con el fallo judicial. Habrá que seguir con el siguiente episodio. Y bien podría ser un hecho excepcional, como todos los que protagonizó Diego Maradona. —¿Es cierto que una vez Maradona te llenó de rosas una habitación? —¿Esto es un confesionario? —Sí, sí. Porque como ya estuviste en Bake Off, ahora queremos que vayas a Gran Hermano, donde tienen el confesionario. —Sí, sí. En Capri, nada menos. —¿Fue para trabajar juntos, o te estaba tiroteando? —Hasta ese momento, no. Unos productores querían que hiciéramos una película, aunque él quería que fuese una telenovela. Teníamos que hacer un encuentro, y organizamos para que fuera en Nápoles. Esa noche tenía un partido. Me llama: “No llego”. “No te preocupes, nos encontramos en otro momento”. “No, no. Mañana”, me dice. “Mañana me voy a Capri”. “Bueno, yo voy a Capri”. “Está bien”. Pero hubo una gran tormenta y no salían los alíscafo, los que te cruzan (el mar Tirreno, desde el golfo de Nápoles). Cuando llego al hotel, estaba todo lleno de rosas rojas con una tarjeta que decía: “Yo soy el chico 10, pero vos sos la chica 100. Perdoname, no puedo llegar”. Maravilloso, maravilloso... Yo dije: “Esto es un entierro. ¿Qué pasó acá?”. —¡Qué olor! No se puede respirar. —No las iba a dejar, y tampoco las iba a dejar. Al día siguiente las repartí en las iglesias con mi mamá. Fue muy divertido. —¿Después, se vieron alguna vez? —Nos cruzamos una vez. Yo iba con mi auto, y veía que otro auto me seguía. En Libertador y Udaondo se me pone al costado, bien pegadito. Yo venía de hacer Antonella, y trabajaba como payaso animando fiestas infantiles. Entonces venía con el maquillaje. Bajo el vidrio, y era él: “¿Qué hacés, payaso?”, me dice. “¿Qué hacés vos, que tenés el auto?”. Y nada, cada uno siguió por su lado. Sí hablábamos mucho por teléfono, pero no nos podíamos encontrar. Sus tiempos no coincidían. —Después se encontraron en La Noche del 10. —Sí. Por eso él, antes del beso, me dice: “Hace 25 años que estaba esperando este momento”. —¿Después volvieron a verse o quedó en ese beso? —No, no. Quedó ahí, en ese beso. —Te propongo hacer una perla negra y otra blanca de tus galanes: una cosa buena y una cosa mala. Empecemos por Gustavo Bermúdez. —Con Gustavo hicimos tres novelas juntos. Y nos llevábamos muy bien. Éramos muy buenos compañeros, muy de estar a la par. Yo siempre decía que el público, sobre todo el femenino, se enamoraba del galán a través de la mujer. Y yo quería que lo quisieran mucho porque eso significaba el éxito del programa. Entonces, no había competencia. —¿Y lo malo? —Que fumaba unos habanitos. Y en los besos tenía mucho olor a habano. —Gabriel Corrado. —También era muy buen compañero, y eso se notaba mucho más en los viajes. —¿Y lo malo? —Que a veces no estudiaba mucho y se lo chamuyaba a mi papá. Y a mi papá, lo podía. “Vos no tenés cara, ¡no estudiaste!”, le decía yo. Pero nada, nada... —Dady Brieva. —Fue muy buen compañero, muy contenedor, porque yo estaba recién parida. Empecé a grabar y Anna no tenía tres meses. Era complicado porque tenía que tratar de coordinar los tiempos con ser madre, con darle la teta, con ir y venir corriendo... Con Dady terminamos siendo amigos. —¿Algo malo de él? Estás siendo muy buena, Andrea... —Pero es verdad: no tengo mala relación con ninguno de mis galanes. Volvería a trabajar con cualquiera de ellos. Lo malo de Dady era que siempre estaba haciendo chistes. Era difícil porque además, yo soy de tentarme muy fácil. “Te lo pido por favor, no empieces...”. —¿Qué era lo peor que te hacía Ricardo Darín? —No, no, terrible, terrible. Hemos hecho escenas 28 veces. Ya la directora, Diana Álvarez, nos decía: “Se los pido por favor, se los suplico”. Hay escenas en las que nos estamos besando y nos estamos cagando de risa... —¿Eso lo ponés en la parte mala de Ricardo o en la buena? —En la parte mala, porque me costaba mucho mantener la seriedad. Nunca habíamos trabajado y varias compañeras me decían: “Huy, no, Ricardo va a ser terrible. No estudia, le cuesta, pero la manejaba muy bien”. Eso sí, era un poco impuntual. —¿Y lo mejor de Ricardo? —Que es un tipazo. Tiene unos valores que disfruté muchísimo. Era también mi regreso a la telenovela después de varios años, y venía de un cimbronazo en mi vida y una separación. Andrea junto a su hija Anna —Lo mencionamos: Silvestre. —¿Qué querés que te diga? —Si querés saquemos lo malo y quedémonos con lo bueno de trabajar con él. ¿Hay un recuerdo lindo de esa novela? —Sí, totalmente. El recuerdo lindo de esa época fue descubrir el amor, y jugarme por amor. Haber hecho cosas que quizás ahora, con varios años de experiencia, no volvería a hacer. En ese momento me jugué por mis sentimientos, y no me arrepiento. —No hace mucho se dijo que tuviste un bebé y lo diste en adopción. —Eso fue un delirio, no sé de quién salió. Es una ridiculez. O sea, ¿dónde estuve durante nueve meses que no se me vio embarazada? ¿Me iba a ir a un campo para que no se me viera embarazada? No, no, no. —No sucedió. —No sucedió, de ninguna manera. —Ni un embarazo, ni una adopción: nada de eso tuvo que ver con el fin de la relación con Sivestre. —No, no, no. Años después, él alguna cosa dijo relacionada con la maternidad, que no lo hablamos nunca personalmente. Mi papá estaba enfermo y me acuerdo de haberlo visto de reojo, porque mi mamá estaba mirando televisión, y como que quiso decir o dejó entredicho algo. Después de 35 años, salir a decir esto... No respetar los tiempos de los demás. Papá estaba mal. Y yo tampoco salí públicamente porque no tenía ánimo de salir. Estaba ahí, era solamente como hija. —Igual, dijiste que no te arrepentís de esa relación. —No, para nada. No me arrepiento de ninguna relación. Porque además, siempre respeté lo que sentía. —Si hoy mirás para atrás. ¿quién fue tu gran amor? —El más profundo, incluso a lo largo del tiempo, es el de Jeffrey (Sachs, empresario estadounidense). Seguimos teniendo contacto. Es una persona importante en mi vida. Y sé que yo también en la de él. Quizás sea porque no terminamos no queriéndonos, sino todo lo contrario. —¿No estás para una segunda parte? —No, no. No creo. No sé. No. —¿Y andás con ganas de enamorarte? —No. —¿Estás para touch and go? —No sé... Soy muy tana, muy apasionada, y aunque dure un día quiero enamorarme. No soy de esa cosa de “uso y me voy”. No me parece honesto, ni conmigo ni con el otro. O hacer cosas, como esconderme en los autos para que no me vean los fotógrafos. Ya no, ya está. Si querés salir conmigo, sabés que soy una persona conocida. Y sino, salí con otra. Rita Hayworth dijo: “Muchos se enamoran de Gilda, pero cuando me ven de verdad, se desenamoran”. Y creo que es eso. Tampoco tuve muchísimos hombres en mi vida, pero a las parejas que tuve les gustó, les atrajo, les sedujo la mujer que soy: independiente, autosuficiente. Y después eso se transformó en lo peor de la relación: celaban que si hacía teatro, volviera tarde. No te voy a decir quién fue, pero si tenía éxito, le molestaba un poquito que fuera tan popular. Yo siempre decía: “No compitas con mi carrera”. —Gana la carrera. —De hecho, cuando quedé embarazada ese era uno de mis miedos: que mi hija nunca sintiera que tenía una competencia con mi carrera, porque a los tres meses de parir ya estaba trabajando. —¿Anna te quiere de novia? —Sí, totalmente. Es más, alguna vez ha contestado algún mensaje. “Anna, ¡¿cómo pusiste esto?!”. “Sí, mamá, tenía que ponerle un poquito de pimienta a la conversación”. No te voy a dar más detalles... pero digo, ese nivel de confianza. —¿Te escriben por las redes? —Algunos. Me dicen: “Quisiera ser un papá para la nena”. “¡¿Perdón?! No, no, no, no. Ella está bien así”. Pero no, son muy caballerosos. Ninguno una cosa ordinaria, ni nada. Y soy tímida, de la vieja escuela. —¿Estás con una demanda contra Ricardo Biasotti? —No. Él me hizo una demanda a mí. Y a Susana Giménez, a Telefe, a mi abogado. Una más. —¿Te preocupa? —No. —¿Te angustia tener que estar con ese tema en la cabeza? —A ver. En estos 25 años, porque ya desde el segundo mes de embarazo vine padeciendo todo este embate y acoso, conseguí un ejercicio. Como dicen los norteamericanos: “It is what it is” (“Las cosas son como son”). Con mucha terapia entendí que hay cosas que no puedo cambiar. Y nada, seguir para adelante, porque la vida es una.
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