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» El litoral Corrientes
Fecha: 30/11/2024 18:42
Liliana es una mujer muy activa, trabaja en actividades de solidaridad como principio de vida, profundamente religiosa católica, lo expresa en manifestaciones públicas exhibiendo imágenes de santos. La vida le reservó un desafío duro, terriblemente ingrato, su adorado hijo comenzó a enfermarse, le diagnosticaron leucemia con pocas posibilidades de curación. Acudió a cuanto médico y curandero hay, rezó a todos los santos conocidos y por conocer, pasó por momentos en que la vida carecía de sentido, al no recibir respuesta de ninguna de las deidades invocadas, sus esperanzas se esfumaban a tropezones por el camino tortuoso lleno de espinas por el que transitaba. Poco a poco las ventanas de la esperanza se iban cerrando, solo encontraba en cada estación respuestas negativas. A pesar de su férrea creencia católica, una tarde acudió a una curandera, la que tenía fama en su barrio de ser sanadora, anciana de amplia sonrisa, amable y respetuosa, quien al verla llegar, ante la sorpresa de la visitante le expresó: -te estaba esperando Liliana, porqué tardaste tanto. No repuesta de su sorpresa Liliana respondió: -no tenía idea de su espera, ni siquiera de su existencia señora. La sanadora haciendo caso omiso de lo expresado, añadió, -los espíritus de tus padres me avisaron de tu drama y ayer nomás, cheama, me dijeron que venías. Liliana sorprendida, indagando dudosa deseó confirmar lo que acababa de escuchar, interrogando a su vez: -y cómo se llaman y qué imagen tiene de mis padres, inquirió. La sanadora comprendiendo la turbación que provocara, describió claramente a sus padres muertos hace tiempo, incluyendo sus nombres y apellidos, acotando lo de un molino de viento en su casa de la calle Perú entre Mariano Moreno y Rivadavia, cerca de la Escuela San Francisco. Asombrada Liliana se sentó al lado de la buena mujer, ésta le tomó las manos transmitiéndole una ternura infinita a través del contacto. Tranquilizada Liliana, escuchó con atención lo que nunca creyó que escucharía, menos que aceptaría. La sanadora le sugirió que encomendara la curación de su hijo al Gaucho Gil, nada menos, ella que despotricaba contra la creencia pagana, aferrada al molde clásico de su profundo catolicismo. Sin dudar un instante, superando las barreras de creencias dogmáticas, prometió hacerlo. La sanadora además le impuso que si su hijo se curaba, debía hacerle en la vereda de su casa un altar al gaucho mártir de Mercedes. Sorprendida y confundida aceptó, con cierta reserva por supuesto, pero había una esperanza ante tanto desencanto. A la mañana siguiente junto con su hijo partieron hacia la localidad de Mercedes, al llegar prendieron velas al gaucho santo, prometiendo rendirle tributo y fe si se cumplía el milagro de curar a su hijo de la horrorosa enfermedad que lo aquejaba. Agregó luego, -vendré en cada aniversario de tu muerte a rendirte reconocimiento, sin perjuicio de las veces que lo haga en cualquier tiempo. Volvió a su casa le contó a su marido, éste la miraba extrañado, no entendía nada lo que su esposa le contaba, pero apostó a la misma carta, en una de esas, dijo para sus adentros, total nada se pierde. Ambos comenzaron a observar desde entonces una mejora ostensible en el muchacho, poco a poco iba recobrando fuerzas, volvieron al médico que lo había desahuciado, el que al realizar los análisis comprobó que las defensas del joven retomaban el camino de la lucha, el cuerpo libraba una batalla sin igual contra el mal, algo realmente increíble y hasta milagroso expresaría. Interrogó si le habían dado medicamentos que no conocía, éstos respondieron: -solamente la fe, doctor, la fe. Pasados unos meses los resultados bioquímicos, ante la sorpresa de todos, dieron la inexistencia del mal, el chico estaba curado. Los padres inmediatamente, ante la sorpresa de amigos y extraños, construyeron en un lugar visible frente a su casa un altar al gaucho Gil, colocaron velas coloradas a las que se fueron sumando otras de manos de desconocidas, a sus amigos explicaron lo ocurrido, a los desconocidos nada, se tuvieron que enterar por los corrillos del barrio, cada festejo del Gaucho Gil son los primeros en concurrir al lugar. Liliana visita regularmente a la sanadora, la que mantiene la misma sonrisa y afabilidad, esta vez le expresó: -Liliana tus padres desean compartir contigo algunos momentos, no te asustes, vendrán a buscarte de vez en cuando. Liliana después del milagro de su hijo aceptó. En ciertas noches su espíritu, alma o lo que fuere se desprende de su cuerpo, va a acompañar a dos espíritus que sonrientes la esperan, observa desde lo alto su organismo físico durmiendo en su lecho, viajan hasta el antiguo molino de viento, el pesebre mecánico que funcionaba con el correr del agua, hoy inexistente, se ríen, abrazan, conversan hasta que sonrientes los espíritus se dirigen hasta su cuerpo introduciéndola en el yacente dormido, que ni siquiera cambió de postura. Se preguntarán por qué no es Santo Gaucho Gil, cuando tiene tantos milagros comprobados; pues debe ser porque el panteón de los santos se halla lleno de hombres y mujeres que trascendieron por su bondad, otros no tanto, pero aun así fueron admitidos, además quién soy yo para andar proponiendo iniciativas de este tenor, no les parece?
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