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» El litoral Corrientes
Fecha: 30/11/2024 18:41
Romper vínculos afectivos en la vida privada, como en la ardua vida política potencia más adrenalina de lo imaginada. En esta práctica del modernismo libertario se cree que siendo más explosivo, con andanadas de improperios, con gritos, se es más, siente como crece su propio peso y el poder tan añorado, enfermizo y desbordante, se convierte en el cambio que hemos venido criticando en los otros. Hubo Vices que por salud del Presi, tuvieron que correrse un lugar para reemplazarlo. Hubo Vices, que en vez de aunar esfuerzos como el pasado, se dedicaron a criticar al Presi, en forma abierta y por cadena nacional, cuando la convocaban fechas cívicas mayores, discursos, o motivos de cualquier índole que reúna a la militancia. Y, lo más insólito, inculpándole descaradamente, como si ella no fuera parte del Gobierno. Sino únicamente Vice de críticas abiertas con el mayor descaro. Dirección inversa al rol específico, como una oponente más. Más acá, aquí y ahora, la distancia, la molestia, desde hace un tiempo entre el Presi con la Vice ha crecido poniendo en duda la supuesta afinidad. La subestimación que invalidan los verdaderos valores personales y políticos que ostenta Victoria Villarruel, queda por el suelo sin importar el diálogo ni mucho menos la armonía del poder. La última es clara y contundente: “Victoria Villarruel está cerca de la casta y no tiene injerencia en el Gobierno”. Y qué es entonces, cartón pintado. Para qué votamos para que ciertos atisbos, conformen una imagen de unidad, se discutan y se discrepe en la búsqueda de certezas. Las coincidencias entre los seres humanos, es tarea dura. Y, más aún, si son de orígenes políticos. A veces me pregunto, cómo nos cuesta compartir con el otro sexo tareas no acostumbradas a nuestra corta visión del mundo de hoy. Las cosas, las diatribas, la mirada, el concepto de criterio, las razones que son diversas, hablan de una desigualdad imperdonable, cuando se persigue afanosamente como en el tango, “…buscando ese mango que te haga morfar.” Nuestro país es una juntada de “fulbito” barato que por tomarla así, siempre estamos al borde de la “Gillette”, repitiendo los mismos errores, por un maldito orgullo que de un zurdazo nos saca fuera del ring. Las discusiones, las reyertas, tarde o temprano siempre llevan a males mayores que nos lamentamos cuando la cosa ascendió la barrera de lo imposible. En estos días fue noticia, un intercambio de opinión, o la suma de ellos, entre el Presidente de Filipinas y su Vice, Sara Duterte. En realidad suena más a broma, o bien cuán capaces son las distorsiones para llegar a decir, la Vice: “Que lo va matar al Presidente, Ferdinand Marcos Junior y que para ello ya contrató un sicario para hacerlo.” Bueno, eso es lo último, cuando se agotan las palabras lo imprevisible reina; hay miles de maneras de corregir “las malas conductas”, empezando por quien dirime un gobierno, se supone poseer el suficiente equilibrio como para campear el mal tiempo. Solamente como lo remata Umberto Eco: “…respiramos neurastenia y vivimos en busca de una cura para nuestro mal”. Seguramente encontraremos una armonía que no es deponer orden ni respeto. No tener la mirada suficiente para calmar las aguas, y en vez de pacificarlas torna en borrasca la mala actitud del irrespeto que cabe a tal investidura. No se puede estar discutiendo permanentemente en los término más dislocados que Presidente alguno se anima hacerlos cotidianos. No por gritar se escucha más. El poder no se forma a los gritos, sino en el talento y la capacidad de ejecutividad, ni tampoco la suma de triunfos le da hándicap para faltar el respeto a cualquiera sin importar las consecuencias. Hay una conclusión final del laureado Umberto Eco en su texto “Rápida utopía”, que nos habla de los grandes nudos de esta época, y que se aviene a medida aunque suene agorero pero cierto. “Así, este siglo supo hacer de lo mejor de sí lo peor de sí. Todas las cosas terribles que sucedieron después no fueron sino una repetición sin gran innovación. El siglo del triunfo tecnológico fue también el del descubrimiento de la fragilidad. Un molino de viento podía repararse, pero el sistema de la computadora no tiene defensa ante la mala intención de un niño precoz. El siglo está estresado porque no sabe de quién se debe defender, ni cómo: somos demasiado poderosos para poder evitar a nuestros enemigos. Encontramos el medio de eliminar la suciedad, pero no los residuos. Por la suciedad nació de la indigencia, que podía ser reducida, mientras que los residuos incluso los radioactivos nacen del bienestar que nadie quiere perder. He aquí porque nuestro siglo fue el de la angustia y el de la utopía curarla. Con un superego más fuerte, y la humanidad se complica en un mal que conocer perfectamente, lo confiesa en público, ensaya purificaciones expiatorias en las cuales participan las iglesias y los gobiernos, y repite el mal porque la acción a distancia y la línea de montaje impiden identificarlo en el principio del proceso. Espacio, tiempo, información, crimen, castigo, arrepentimiento, absolución, indignación, olvido, descubrimiento, crítica, nacimiento, larga vida, muerte…todo a altísima velocidad. A un ritmo de estrés. Nuestro siglo es el del infarto.” Solamente admitirlo como lo remata Umberto Eco:”…respiramos neurastenia y vivimos en busca de una cura para nuestro mal.” Seguramente encontraremos una armonía que no es deponer orden ni respeto.
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