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  • Transformaciones duraderas

    » El litoral Corrientes

    Fecha: 30/11/2024 18:40

    Los programas de ajuste y apertura en la Argentina han terminado mal por no reducirse el gasto público de forma sustentable ni efectuarse reformas estructurales que den competitividad al sector privado. Esas malas experiencias, reflejadas en sobrevaluación de la moneda y crisis devaluatorias, dan argumento a quienes sostienen que los planes liberales son dañinos y que se debe recurrir al “Estado presente” para reactivar la economía y recuperar el empleo. Nunca será posible aplicar desde el gobierno los consejos crudos de la teoría, pues toda gestión pública se encuentra limitada por las restricciones de la política. El caso descripto arriba lo demuestra con claridad: en la Argentina no han existido consensos mayoritarios ni para achicar la dimensión del Estado ni para modificar precios relativos en procura de su inserción en el mundo. Por eso se han malogrado. La paradoja es que, quienes cuestionan los planes liberales por ser dañinos son, a su vez, quienes han impedido –e impiden– las transformaciones duraderas. Es cierto, también surgen preocupaciones por por medidas coyunturales para bajar precios internos, como las facilidades para importar “puerta a puerta”, sin correlato de otras, de carácter estructural. También la Unión Industrial Argentina, por medio de su presidente, Daniel Funes de Rioja, apuntó en la misma dirección al requerir que se “equilibre la cancha” para poder competir, pues “cuando un producto sale a la venta al público tiene un 50% de contenido fiscal”. Según el titular de la UIA existe una presión tributaria excesiva sobre quienes pagan impuestos, una logística deficitaria, una infraestructura deficiente y una legislación laboral del siglo pasado “con la industria 4.0 y la tecnología actual”. Es la misma historia de siempre y razón del título de esta columna editorial. Para reducir impuestos se necesita reducir gastos, hacer privatizaciones y eliminar organismos del Estado con medidas que no cuentan con apoyo legislativo. Se requiere un nuevo pacto fiscal con las provincias y reformar la coparticipación, que rechazan los gobernadores. Es urgente descentralizar la negociación colectiva y limitar el poder gremial, que se opone, insuflado de cuotas solidarias, obras sociales y perpetuación en los cargos. Es fundamental la flexibilización laboral, revisar cláusulas abusivas de convenios colectivos y erradicar la industria del juicio, entre tantos otros cambios de fondo. Es un sendero estrecho por donde debe avanzar la gestión económica, dadas las restricciones que impone la política y el peligro de las trampas peronistas de ahora y siempre. La llave para que esos cambios sean viables las tiene el peronismo de ambos signos, con sus senadores y diputados, gobernadores e intendentes, sindicalistas y dirigentes empresarios. Ya lo dijo el diputado Miguel Angel Pichetto: “Hay que ser realistas de los límites que tiene el Gobierno”, mientras hacía fracasar un dictamen contrario al interés sindical. Vociferan que la población no puede tolerarlo más, mientras ponen palos en la rueda para denunciar, como otras veces, la “destrucción del aparato productivo”. Esa es la “trampa peronista” de ahora y de siempre. Saben que las medidas para “equilibrar la cancha” son clave en cualquier plan de estabilización y que, hasta las elecciones, esa llave estará en sus manos. Ante el temor de perderla antes, impulsan una reforma que limite los DNU presidenciales, usados y abusados por los Kirchner. En el pasado, se hacía referencia a la rémora del “costo argentino” como lastre que todos desearían sacarse de encima, en forma unánime. Ahora, ante las obstrucciones explícitas impidiendo las reformas, dentro y fuera del Congreso, es posible refinar esa designación y llamarlo, más precisamente, “costo peronista”. Durante casi un siglo, la Argentina ha priorizado la sustitución de importaciones y acumulado ineficiencias a costa de los consumidores. Es un sendero estrecho por donde debe avanzar la gestión económica, dadas las restricciones que impone la política y el peligro de las trampas políticas. Las reformas estructurales más profundas deberán ocurrir, no por mandato de un manual ideológico, sino como necesidad insoslayable para que la Argentina se integre al mundo sin la pesada mochila de su pasado corporativo. Si no de inmediato, será con el apoyo de las urnas.

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