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  • Daniel Innerarity: “Hay un exceso de información que no sabemos cómo gestionar”

    Buenos Aires » Infobae

    Fecha: 30/11/2024 04:48

    El catedrático vasco Daniel Innerarity, un destacado pensador de las problemáticas de nuestro tiempo, llega a Buenos Aires para sumarse al ciclo de conversaciones hispano-argentinas Alfabeto compartido, organizado por el CCEBA (Centro Cultural de España en Buenos Aires) y Fundación Medifé. La charla, compartida con el sociólogo y docente Gabriel Puricelli, se titula Problemas comunes, soluciones compartidas, y se realizará este lunes 2 de diciembre en el Auditorio Asociación Amigos del Museo de Bellas Artes. La actividad es de ingreso gratuito, con inscripción abierta en la web de la Fundación Medifé. Innerarity es filósofo político y actualmente combina sus labores como director del Instituto de Gobernanza Democrática en San Sebastián con su papel como investigador para la Universidad del País Vasco. Además, ha sido profesor invitado en instituciones académicas de renombre, tales como la Universidad de la Sorbona y el Instituto Europeo de Florencia. Su obra incluye títulos influyentes como Ética de la hospitalidad, La transformación de la política y La democracia del conocimiento. Ha sido reconocido como uno de los “25 grandes pensadores del mundo” por la revista francesa Le Nouvel Observateur. Además, recibió múltiples reconocimientos por su contribución en humanidades y ciencias sociales. Entre ellos, destacan el Premio Nacional de Ensayo, el Premio Príncipe de Viana de la Cultura y recientemente, esta semana, el Premio de Ensayo Eugenio Trías por la obra Una teoría crítica de la inteligencia artificial. El jurado reconoció “una aportación original y solvente sobre una temática de rabiosa actualidad”, que huye de posiciones “catastrofistas” y que plantea “hasta qué punto la inteligencia artificial condiciona la democracia y la toma de decisiones políticas, así como la comunicación”. Antes de su arribo a Buenos Aires, Daniel Innerarity respondió vía mail un cuestionario de Infobae Cultura sobre la realidad social y política del País Vasco, el calificativo de Le Nouvel Observateur, los dilemas que plantea la revolución tecnológica que vivimos, la irrupción de la Inteligencia Artificial como panacea del siglo XX, algunos debates sobre el conocimiento (y el desconocimiento) y este tiempo de -parafraseando una vieja canción de The Police de los años 80, siglo pasado- “Demasiada información”. —Entiendo que en su juventud le tocó vivir los momentos de máxima tensión por la acción de ETA. Más que pedirle un análisis político, quisiera preguntarle por sus recuerdos personales de esos años y cómo era la vida cotidiana (la serie Patria basada en la novela de Fernando Aramburu aborda ese clima social, no se si usted leyó la novela o vio la serie). —Efectivamente, fueron años de compromiso y sufrimiento, que Aramburu refleja bien aunque un poco caricaturizados, a mi juicio. No fui una excepción y en mi entorno cercano se sufrió la violencia de muy diversas formas. Lo relevante es que aquello terminó y no hubo que pagar ningún precio político, el actual País Vasco es un espacio de relativa tranquilidad política, donde hay, con algunas pequeñas excepciones, un rechazo a la violencia para obtener objetivos políticos y unas instituciones de autogobierno dirigidas por gobiernos de coalición, con una cultura política menos polarizada que en Madrid. —Cuando Le Nouvel Observateur le incluyó en una lista de los “25 grandes pensadores del mundo” ¿Cuál fue su reacción? ¿Toma en cuenta este tipo de calificaciones de parte de los medios de comunicación? ¿Es una definición correcta o aproximada, más allá de su trayectoria académica, que un medio lo llame “pensador”? —Los elogios hay que agradecerlos, pero sin tomárselos demasiado en serio. Cada vez soy más consciente de lo que me queda por saber y de hasta qué punto confiar en lo que uno sabe puede ser un obstáculo para aprender cosas nuevas. Pensar es, fundamentalmente, estar atento y ejercer la curiosidad. Si un día que pierdo la curiosidad por entender el mundo, tendré que dedicarme únicamente a la montaña, que es mi otra gran pasión. —La tecnología cubre todos los aspectos de la vida cotidiana hoy y subyace en la difusión de cada “avance tecnológico”, la idea de un futuro mejor para la humanidad. ¿Qué opina al respecto? ¿Cómo compatibilizar ese optimismo tecnológico que parece invadirlo todo, con una visión real, no idealizada? —Hay una forma de analfabetismo tecnológico que consiste no en ignorar los aspectos puramente técnicos sino en desconocer que lo decisivo es cómo esa tecnología se integra y modifica el entorno social. Buena parte de esos miedos y expectativas, su carácter histérico, viene del hecho de que no pensamos unitariamente la tecnología y la sociedad. En mi libro Una teoría crítica de la inteligencia artificial, que saldrá en marzo de 2025, intento apoyar una visión equilibrada (ni temerosa ni super optimista) en la constatación de que, aunque le hayamos dado el mismo nombre, la inteligencia artificial y la inteligencia humana “piensan” de diferente manera y resuelven problemas muy distintos, por lo que es completamente exagerado pensar, para bien o para mal, en un futuro de robots que nos sustituyan. Sony robotic dog 'Aibo' pets named Latte and Tyrol are carried in a baby carriage by their owners as they attend a ritual for their pet's health during an annual ceremony called Shichi-Go-San, which is usually held for praying for children's health and wellbeing, at the Kanda Myojin shrine in Tokyo, Japan, November 20, 2024. REUTERS/Issei Kato —La inteligencia artificial parece ser la panacea de este tiempo. Usted se ha ocupado extensamente del tema ¿Cómo podría resumir su pensamiento al respecto y cómo cree que afectará nuestra vida cotidiana en los próximos años? —Más que hacer de adivino, propongo que pensemos a fondo sus posibilidades y sus límites, para qué asuntos lo harán mejor que nosotros y en cuáles es mejor que nos reservemos nosotros la decisión. Como principio general, las máquinas son mejores que nosotros cuando el problema está bien definido y hay muchos datos; mientras que nosotros somos bastante buenos para lo que podríamos llamar “problemas salvajes”, donde no está claro cuál es el problema o los datos son escasos. Como decía Chesterton, hay tres asuntos en los que los humanos debemos resistirnos a que alguien lo haga por nosotros, aun suponiendo que lo hiciera mejor: limpiarnos las narices, elegir a la pareja y decidir en política. —Uno de sus libros se titula La sociedad del desconocimiento y en él usted ha escrito “Nunca el conocimiento había sido tan importante y a la vez tan sospechoso”. Vivimos una época en la cuál resurgieron grupos que sostienen creencias o ideologías con categoría de “verdad absoluta”. ¿Cómo es que conviven en una época ultratecnologizada visiones tan arcaicas (o las creíamos arcaicas) como el terraplanismo y la negación del cambio climático por ejemplo…? —Los contemporáneos sabemos mucho más que nuestros ancestros, pero aquellos vivían en un mundo en el que no había una gran diferencia entre lo que se sabía y lo que había que saber para sobrevivir. Nosotros, por el contrario, experimentamos la diferencia abismal que hay entre lo que sabemos y lo que tendríamos que saber para hacer frente a los desafíos y crisis de nuestro mundo. Esa mezcla entre conocimiento e ignorancia es lo que está en el origen de tales fenómenos. A esto se añade que el problema no es la falta de información sino la desorientación, en buena parte producida por un exceso de información que no sabemos cómo gestionar. —Vivimos una era de sobreabundancia de información y datos ¿Eso es bueno o es malo? ¿Usted, personalmente, cómo lidia con la dependencia de su teléfono móvil? ¿Afecta su vida cotidiana? ¿Se puede producir un hartazgo en algún momento, cree usted, o la bola de nieve seguirá creciendo hasta límites desconocidos? —Para bien o para mal, los humanos somos seres finitos, nuestra atención es limitada y el tiempo escaso. Estamos obligados a decidir a qué no vamos a prestar atención, qué supuesta información consideramos como ruido prescindible. Nos pasamos todo el día diciendo que no, dejando de mirar, limitando nuestro interés a lo que creemos que verdaderamente lo merece, con estrategias de desconexión… El aprendizaje más difícil y necesario en el mundo actual es el de decir que no. [Fotos: gentileza prensa Fundación Medifé]

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