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Buenos Aires » Infobae
Fecha: 30/11/2024 03:11
(Fuente) La historia que sigue merece ser recordada, una y mil veces, más allá de la fecha conmemorativa. Un diario local de hace cien años muestra fotos de una calle recién abierta que hace un claro en la espesura de la vegetación de la barranca ribereña, y que baja varias cuadras hasta llegar al río. Un monumento fue emplazado allí hace sesenta años donde termina la calle, junto al borde del arroyo Sarandí. Al fondo de la calle 33 Orientales en la localidad de Punta Chica, ciudad de Beccar, Partido de San Isidro, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Se actualiza y se repite la evocación, a los cien y a los doscientos años. (Fuente) En 1825, a esta zona se la conocía como el Pago de la Costa, y se encontraba conformada por los actuales partidos de San Isidro, San Fernando, Tigre, San Martín, Vicente López y los barrios de Núñez, Saavedra, Belgrano y Palermo, hasta el límite del arroyo Maldonado, en la ciudad de Buenos Aires. Punta Chica recibe su nombre de Juan de Garay en 1580, y señala el límite norte de las primeras tierras asignadas a sus acompañantes. Los nombres y los años resaltan que ya no somos lo que fuimos, aunque el destino nunca se aparta definitivamente del pasado, pues “hay leyes inmutables que sólo se pueden contradecir por breve tiempo”, como escribió Arturo Jauretche en el prólogo al libro El Uruguay como problema, de Alberto Methol Ferré (1971). Un monumento marca en el lugar el hito histórico. La estructura blanca de portland tiene forma triangular con relieves, y en letras grises hundidas en el cemento, se lee: “De aquí partieron por el camino del honor, los treinta y tres orientales a liberar a su Patria”. Recuerda la expedición, el lugar desde donde partieron el 1° de abril de 1825 Lavalleja y sus amigos. Fueron a liberar la Provincia Oriental del dominio extranjero y lo consiguieron. Declararon la independencia de la República Oriental del Uruguay. Una mujer porta un escudo en una mano y una lanza en la otra, y sobresale como un mascarón de proa en un triángulo fundido en bronce. Un grupo de hombres atentos la resguardan. (Fuente) El contexto San Martín ya hizo lo suyo y viaja al exilio en Europa acompañado de su hija, y en diciembre de 1824, ya está instalado en Bruselas. Bolívar alienta a sus soldados en el tramo final y les dice: el Perú y la América toda aguardan de ustedes la paz, hija de la victoria, y aún la Europa liberal les contempla con encanto porque la libertad del Nuevo Mundo es la esperanza del Universo. ¿La burlarán? No. No. Ustedes son invencibles. El 8 de diciembre de 1824, al mediodía, al terminar la batalla en Ayacucho, se rinde el poder colonial español en América. Hay una relación, entre el fin de la dominación española en América, y la decisión tomada por un grupo de orientales, isleños, vecinos del Pago de la Costa, y otros, de cruzar armados, el delta del Paraná para liberar la Banda Oriental. Juan Antonio Lavalleja y Manuel Oribe, y varios más, se reúnen en un saladero del barrio de Barracas, convencen a un tendero de la ciudad, consiguen buena ayuda, les dan crédito, compran los uniformes a pagar y reúnen embarcaciones, armas y provisiones. Organizan reuniones y van conformando un equipo. La mayoría de ellos son orientales, pero también hay algunos oriundos de San Fernando y de las islas de Tigre. Juan Antonio Lavalleja En la nómina de los 33, en la parte donde se consigna el lugar de dónde proviene cada uno, además de San Fernando y de las islas del Paraná, sorprende la variedad de orígenes: son de Córdoba, de Mendoza, de Soriano, de Maldonado, de Minas; se repiten varias veces los nombres de Las Piedras, de Canelones y de Montevideo. También hay un oriundo de Mozambique y varios del Paraguay. A medida que pasan las semanas en los primeros meses, en 1825, se podría presumir de lo importante que eran los pasos que se estaban dando, desde Barracas, en el centro de la ciudad, a lo largo del Pago de la Costa y en los lugares donde cuentan con buen apoyo, y donde los esperan en la Provincia Oriental. La misma que fue pensada más tarde, cuando ya llevaba como nombre Uruguay, como un problema en la relación con el resto de las provincias que convergen sobre la cuenca del Río de la Plata. La proclama de Lavalleja “Libre la América nada me queda que desear” El viernes 21 enero de 1825, entrada la noche, llega a la gran aldea de Buenos Aires la noticia con la información de que los españoles se retiran derrotados de América. Se extiende de norte a sur la voz de la victoria definitiva en Ayacucho del 9 de diciembre. Suenan cañonazos de anuncio y de festejo en el Fuerte de la ciudad. La noticia tardó 43 días en llegar. Viajó en una carta bajando, en mula y a caballo, desde Lima, pasando por Potosí, Salta y Tucumán. En la misma un comerciante inglés le explica a otro cuáles fueron las circunstancias históricas que motivaron los retrasos comerciales. Llega otra noticia que hace primero el trayecto en una goleta de guerra francesa que navega de Lima a Valparaíso. Más tarde llega la carta escrita por Daniel F. O’Leary, hombre muy cercano a Bolívar, quien pide que la misma le sea entregada al sacerdote Funes. Allí dice: “Hoy se cumplió un mes de la libertad de América. Sucre derrotó e hizo prisionero en los campos de Guamanquilla a todo el ejército español con sus generales La Serna (herido)… Çanterac capituló con Sucre… el Callao debe ser inmediatamente entregado….Mi amigo acepte mis sinceras felicitaciones por esta gloriosa victoria…Libre la América nada me queda que desear. Sírvase entregar esta carta al Doctor Funes. Firma: Daniel F. O’Leary”. Este oficial escribe a Salazar y a Funes, representantes de Colombia en Chile y en las Provincias Unidas, como todavía nos llamamos. Recién al año siguiente, con la Constitución de 1826, que no llegó a regir, surgirá el nombre de República Argentina. Doce días más tarde se firma el Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña. Es un tratado entre las Provincias Unidas del Río de la Plata (la Provincia Oriental, aunque ocupada por Brasil todavía formaba parte), y el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda, antecesores de los actuales Argentina y Reino Unido. En el reconocimiento y en la firma del tratado de amistad nada se dice de Malvinas, aunque conceden que nos pertenecen. Hay una disputa explícita, o subrepticia, entre Brasil, Inglaterra y la propia élite comercial porteña, por el stock de ganado bovino que se encuentra pastando en la Provincia Oriental. Y hay otra disputa que marca y marcará toda la época, entre las provincias del interior y el puerto de Buenos Aires. Seguidores de José Artigas Es en ese momento en que comienzan los preparativos para la guerra porque se teme que Brasil invada el Litoral, y hay buenos motivos. Entre otros, porque en el Alto Perú, aunque se da una transición política, no se había definido aún gobierno e independencia, cuando un fuerte contingente de soldados brasileños ingresó por el Mato Grosso y tomó la provincia de Chiquitos. Todavía en esos días, pocos meses antes de que Bolivia declarase su independencia, las Provincias Unidas del Río de la Plata se extendían por el altiplano boliviano y contaban con un extenso borde marítimo sobre el Océano Pacífico. También en esos días el jefe del departamento de policía de San Isidro alerta e informa por escrito que se han avistado cañoneras brasileñas, escoltadas por un bergantín, a la altura de Los Olivos, tomando rumbo hacia Martín García. Las autoridades de las provincias envían su gente a luchar, muchas veces yendo de buen grado, y tantas otras no, o resistiendo. Manuel Oribe El rey de Inglaterra Jorge IV ya nos reconoce como nación independiente. España lo hará en 1863. Busca en Gran Bretaña autoridades nacionales con las que negociar. El comercio inglés es preponderante en los puertos rioplatenses, lo fue antes de 1810 y lo es ahora más todavía. Con productos que surgen de las formas de producción y la tecnología que llega con la revolución industrial, van abriendo camino, y lo amplían con las relaciones que establece la representación diplomática con las autoridades. La estrecha relación entre política exterior y política interna quedará reflejada en cantidad de cartas manuscritas, bandos y proclamas, acuerdos y tratados, y también en grandes cuadros, pinturas que reflejan mucho, y que también contienen algo de lo que contaron los protagonistas. Es en ese marco que Lavalleja, Oribe y el conjunto de los 33, realizan lo más difícil, lo impensado, o quizás lo que era obvio, pero que más valor tiene por los fracasos que acarreaban. Habían sido casi todos ellos, por elección o vocación, lugartenientes, seguidores del ideario de José Artigas. Un hecho sucedido cinco años antes, sobresale porque muestra el espíritu que se entrelee en narrativas, testimonios y documentos que transmiten algo de aquellos momentos. José Gervasio de Artigas Sucedió en la espesura de la selva misionera, cinco años antes, a pocos días del 5 de diciembre de 1820, cuando Artigas iba a despedirse de sus amigos y seguidores, y antes de cruzar el río Paraná para internarse en tierras paraguayas. Está a punto de iniciar su largo exilio, y antes de saludar uno por uno a los presentes, y de despedirse, se dirige a su caballo, abre sus petacas, y entrega a un oficial todo el dinero que le queda, para que se lo lleve a Lavalleja.
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