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» El Ciudadano
Fecha: 29/11/2024 16:41
El acceso al agua potable es un derecho humano esencial y una cuestión de salud pública, pero no todos los habitantes del departamento Rosario tienen cubiertos los servicios básicos. Tener que trasladarse por cuadras con baldes que nunca son suficientes para cocinar, hidratarse o cubrir la higiene personal, de los alimentos y hasta lavar ropa es la realidad de muchas personas de los barrios populares. Esa es la realidad de unas 40 familias de barrio Puente Gallego hasta que el año pasado, gracias a un proyecto que llevó adelante el Centro de Ingeniería Sanitaria (CIS) de Universidad de Rosario, pudieron tener un poco de alivio a través del acceso al agua clorada para saldar la demanda de la higiene. Albertina González y Virginia Pacini son docentes de la Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura (FCEIA) de la UNR que trabajan en el CIS, el cual desde su fundación en 1970, se dedica a investigar, brindar asistencia técnia y desarrollar soluciones innovadoras para garantizar el acceso al agua potable y el saneamiento. Fue en este marco que nació el Programa Barrios que tiene como valor agregado la trascendencia de lo académico a través de articulaciones entre estudiantes, la comunidad, organizaciones sociales e instituciones estatales. Su objetivo principal es pensar proyectos para mejorar el acceso al agua segura y saneamiento en los barrios populares. Muchas veces las obras no son definitivas pero sí estructurales y sirven como base, explicaron Albertina y Virginia para dar cuenta de uno de los tantos ejemplos en los que la Universidad lleva adelante la doble función de educar y generar un cambio en la sociedad. Ver esta publicación en Instagram Una publicación compartida de Diario El Ciudadano (@diarioelciudadano) Es así que el Programa Barrios llegó a Puente Gallego, uno de los 175 barrios populares que tiene el Departamento Rosario y que está dentro del 74,8 por ciento que presentan una conexión irregular a la red de agua, de acuerdo al informe presentado hasta diciembre de 2023 del Registro Nacional de Barrios Populares (Renabap). “La vecinal de Puente Gallego nos acercó la demanda. Tenían una idea de cómo poder mejorar el acceso al agua en una zona específica”, describieron las docentes haciendo referencia a que abarcaba a unas 40 familias de las 495 que habitan este barrio que se caracteriza por los hornos de ladrillos con el arroyo Saladillo de límite con Villa Gobernador Gálvez. El equipo de trabajo de docentes y estudiantes del CIS estuvo conformado por Virginia Pacini, Albertina González, Soledad Méndez y Cintia Labanca, quienes se contactaron con la presidenta de la vecinal para poder pensar un proyecto acorde con la idea que tenían. “Lo presentamos en la convocatoria Investigación, Ciencia y Tecnología contra el Hambre (CyTcH) 2020/2021, salió seleccionado, fue financiado de 2022 a 2023 y ahí empezamos a trabajar”, describieron las ingenieras civiles. “Todas las ideas las llevamos al barrio. Partimos de un relevamiento casa por casa con todas las compañeras de la vecinal que nos acompañaban junto a estudiantes. Hicimos encuestas para recolectar datos, talleres que los enmarcamos dentro de los Consejos Barriales para poder contar bien cuál era la idea y nos reunimos con instituciones del barrio. Con todo eso logramos armar el proyecto y construirlo para alcanzar el objetivo de mejorar el acceso al agua para uso general (no de bebida) en un sector del barrio y, por otro lado fortalecer los puntos de acceso al agua potable”, enumeró Albertina. Garantizar salubridad a los vecinos Las docentes de la UNR fueron las encargadas de describir el paso a paso del proyecto mientras que una pareja de vecinos de Puente Gallego explicaron cómo lo transitaron. Natalia Bordón y Diego Mena viven en la cuadra de Hollywood al 3800, una de las últimas antes de la explanada de los hornos de ladrillos, la zona que fue la elegida para llevar adelante la obra del Programa Barrios. Natalia junto a un grupo de mujeres del barrio llevan adelante el comedor Poder Popular que funciona en el lugar. La pareja contó que tras reuniones con la vecinal y con las docentes del CIS dieron autorización para que pusieran la estructura y el tanque de agua clorada que abastecen a los vecinos de esa zona en su terreno. “Somos una familia que nos gusta ayudar, buscaban un lugar confiable y se los ofrecimos. Esta torre tiene agua no potable, agua clorada, que abastece a más de 30 familias que estamos para el lado del arroyo y de Ovidio Lagos al 8000”, dijo Natalia sobre la estructura de la que parten los caños que llegan a las viviendas. “No se puede tomar o cocinar pero aunque sea se usa para higiene y limpieza, así los vecinos no tienen que trasladarse para buscar agua en una canilla. Después tenemos otro tanque en la entrada de mi casa que viene una cuba municipal dos veces por semana que sí es potable”, siguió la vecina mientras mostraba que cada una de las canillas están señalizadas con la advertencia de que no es para consumo. Diego sumó que no recibieron nada a cambio y resaltó que “la obra está gracias a la Universidad de Rosario. Nos ayudó mucho porque tenemos la red pero no hay presión, no sale agua en todo el barrio”. La pareja contó que crecieron en Puente Gallego y que el problema del acceso al agua fue siempre el mismo. “Las cañerías son viejas, las pusieron los mismos vecinos. Después llegaron familias nuevas y fueron agregando conexiones, con voluntad solamente, por lo que pierden por todos lados”, resumieron. “Este es un barrio olvidado, es el último de Rosario hacia el sudoeste. Gracias a la gente de la Universidad, a Virginia, Soledad y Albertina, que fueron las profes que vinieron con el proyecto. También a Débora Salinas que consiguió el tanque con agua potable. Ellas hicieron posible que nosotros tengamos acceso al agua si no tendríamos que estar renegando viendo dónde poder sacar agua”, describió la pareja. Acceso al agua, un derecho esencial Si bien aclararon que están agradecidos, Natalia quiso señalar que no lo ve como un avance. “Muchos vecinos lo creen pero es un retroceso. Tendríamos que tener la red, es un derecho: abrir nuestra canilla y tener agua. Esto es como años atrás, cuando la gente iba caminando a los tanques comunitarios o iba a los aljibes que había”, recordó. La necesidad de agua potable Natalia y Diego agregaron que el equipo del Centro de Ingeniería Sanitaria fue fundamental para que pudieran tener otro tanque de agua potable sobre una estructura en otra de las cuadras. “El tanque lo veníamos pidiendo desde el verano pasado, hicimos todos los trámites y por suerte pudimos tener la base con materiales que sobraron del proyecto de agua clorada. El problema que tenemos es que la cuba sólo lo abastece en verano”, explicó Natalia. Los vecinos contaron que necesitan que lo llenen todo el año. “Este invierno muchas de las familias que están más alejadas tuvieron que trasladarse con baldes y bidones, enfermos o en plena tormenta con todo el barro para buscar agua potable. “Nosotros queremos que alguien de la muni o del distrito se acerque para que vea la situación y lo vuelvan a cargar”, reclamó Natalia. “La gente que tiene la suerte de tener agua potable, tiene que ser consciente en el uso y que de eso depende que los barrios más alejados puedan tenerla”, fue el mensaje que quiso dejar y resaltar Virginia, la docente y especialista en ingeniería sanitaria del CIS.
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