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» El litoral Corrientes
Fecha: 28/11/2024 01:13
“¿Hacia dónde empujará el mundo el club super poderoso de la ultraderecha? ¿Habrá democracia fo rever o se cumplirá finalmente la profecía del Gran Hermano?” Juan Rezzano, periodista ¿Quién dijo que la democracia republicana es la forma de gobierno que regirá para siempre en el universo occidental? En 1949, tal vez abrumado por las experiencias nazi-fascistas de entreguerras, George Orwel publica su obra “1984”, que proyecta a un mundo próximo de 35 años hacia adelante, dónde imperan los regímenes totalitarios que controlan mega sociedades agrupadas en grandes bloques, ultracontroladas a través de las pantallas omnipresentes de Gran Hermano. En ésos regímenes, la verdad no es la realidad, sino el relato creado por esos totalitarismos. “El Ministerio de la Verdad –que es de las mentiras, en rigor, así como el de la Paz es el que hace la guerra, el del Amor es el que tortura para disciplinar y el de la Abundancia hambrea de manera planificada- es una fábrica de noticias falsas –fake news: ¿les suena?- que reescribe la historia y moldea el presente a pedir de las necesidades del partido único gobernante y adoctrina con el látigo del “doble pensamiento”, un método que consiste en darles el carácter de correctos a datos ciertos tanto como a sus contrapartes que los contradicen”, dice Rezzano. Lo que corporizó Pink Floyd en su álbum El Muro, es el régimen autoritario que moldea la opinión pública a través de una maquinaria de propaganda que construye una realidad de ficción. En suma, la profecía orweliana parece corporizarse lentamente con la aparición (¿aislada?, ¿casual?) de regímenes que con herramientas infinitamente superiores de las que podría imaginar el autor inglés, cómo los de Putín en Rusia, Orbán en Hungría, el Vox de España, Jair Bolsonaro en Brasil, Milei en Argentina, y, el socio principal, Donald Trump, parecen tener un hilo conductor que nos revela el cambio de la tradicional sociedad occidental de la democracia republicana. “¿Hasta cuándo la tecnología, los algoritmos y el manejo de grandes datos, permitirán la subsistencia de la democracia republicana tal cual las concebíamos?” La verdad, sostenía Michel Foucault –autor, por caso, de Vigilar y castigar-, “no es una entidad rocosa, única, sino un engendro de diseño, el resultado de una fricción, de una pulseada entre facciones del poder: la banda que tiene más fierros termina imponiendo su versión de la Historia”. No en balde observamos en el país que sigue siendo la primera potencia mundial, los Estados Unidos, que las redes y muchos medios de comunicación tradicionales, comienzan a pasar a manos de mega magnates cuyos intereses coinciden con la instalación de un pensamiento único. El caso más patente es el de Elon Musk, el hombre más rico del mundo, que es, a la vez, promotor y brazo de Trump. Ha comprado la red de más de 500 millones de usuarios, Twiter, cambiándole no sólo el nombre (por X) sino los algoritmos para imponer en la mente incauta de sus usuarios, las propias ideas. También cuenta con los servicios de Starlink, la red de SpaceX (internet satelital), que ingresó este año a la Argentina mediante la intermediación del presidente Milei, gran admirador del dueño de Tesla. Otro multimillonario también fichó para Trump, Jeff Bezos, el propietario de Amazón, que compró el tradicional diario The Washington Post, y de entrada mostró las uñas, prohibiendo algo que el medio venía haciendo desde siempre: pronunciarse por uno de los dos candidatos de la contienda presidencial, dando los motivos para ello. Cómo el editorial frustrado no venía para su lado político, lo vetó. Lo que imaginó Orwel desde el pasado, lo replicó desde el futuro Martín Caparrós en “El mundo entonces”, según se comenta en el artículo mencionado. Con una construcción inversa, Caparrós se transporta 100 años adelante, para narrar desde el futuro la historia del presente. Desde allí refuta la idea de que las instituciones y los valores son para siempre, porque en realidad rigen para un momento histórico determinado. Expresa, con razón, que los valores y formas republicanas comenzaron apenas doscientos años antes, con las revoluciones francesa y norteamericana. No existieron durante muchos siglos atrás. No en vano, antes de 1800, sólo había siete de los 195 países tal cual hoy los conocemos. “La verdad no es una entidad rocosa, única. Es el resultado de la fricción entre facciones de poder. La banda que tiene más fierros terminará imponiendo su visión de la historia. Lo dice Michel Foucault” Pues bien, tanto la distopía orweliana imaginada en el pasado para el futuro próximo, como la retrospectiva de Caparrós construida desde el futuro, nos confieren elementos para concluir que la democracia no existió siempre y no será eterna. De allí que debamos preguntarnos hasta dónde continuará el mundo libre tal cual lo concebíamos hasta hace pocos años, hasta qué limites los pueblos intervendrán en la elaboración de su propio destino, hasta que rincones de la mente humana, los algoritmos, el manejo de grandes datos, la realidad ficcionada, se tendrá por la verdad. Desde cuando, en definitiva, los seres humanos seremos dirigidos por el Gran Hermano hacia dónde fuera que estén los intereses del poder. No es casualidad que se haya disminuido el presupuesto de las universidades e incrementado el de los servicios de inteligencia. Vamos avanzando a un gobierno gendarme, dónde la libertad de mercado es el bien más preciado y debe ser protegida por el estado. El pensamiento único es coercitivo, el pensamiento doble generador de confusión (dar a conocer una cosa y la contraria a la vez), ambos son las patas del Gran Hermano que hoy nos comienza a llevar para el lado de la deshumanización del mundo y la imposición de reglas dónde todo pasa por la estrategia de quienes nos manejan a través de la tecnología, las comunicaciones y el nuevo poder. No en vano hoy en la Argentina con Milei y en los Estados Unidos con Trump, la profesión periodística está tan atacada y vilipendiada. Ya no sólo se debaten los criterios y las posiciones de los medios y de sus periodistas, se cuestiona la naturaliza misma de la profesión, como lo hace el “topo” que supimos conseguir. Sin información profesional, sin medios independientes confiables, con una cerrazón informativa que nos obstruya el derecho humano de discernir, estaremos en manos de los detentadores del poder, no ya a través de la acción directa de encarcelar al que piensa diferente, sino dándonos información dirigida que nos convertirá en los robots del Gran Hermano, que nos vigila y nos controla. ¿Será para tanto? Para pensar.
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